Carlos Fazio demuestra que, más allá de una supuesta guerra del Estado bueno contra los delincuentes malos, en México se libra una brutal disputa por territorios, mercados y recursos, cuyo resultado es un complejo vínculo entre grupos armados, élites político-económicas y una población que ha vivido demasiado tiempo entre el agravio, la indignación y el miedo.
México en estado de Emergencia
Arturo
Cano (La Jornada)
En
México vivimos ‘‘un estado de excepción no declarado, donde es posible rastrear
la historia de una auténtica política oficial del exterminio’’ y una ‘‘guerra
civil molecular de todos contra todos, (en la cual) la violencia reguladora se
ha utilizado para acabar con el ‘enemigo interno’ y los ‘competidores’’ en la
economía criminal, pero también para controlar a la ciudadanía’’, sostiene Carlos Fazio, analista y profesor
universitario.
Autor
de una docena de libros y folletos, Fazio completa una trilogía con su más
reciente obra (editada por Grijalbo), Estado de emergencia. De la guerra de
Calderón a la guerra de Peña Nieto.
¿Hay
diferencias entre ambas ‘‘guerras’’? Fazio no las ve: ‘‘Ambos
presidentes son simples accesorios de una guerra imperial de conquista al
servicio del capital corporativo trasnacional; meros instrumentos locales de la
‘dominación de espectro completo’, noción diseñada por el Pentágono antes del
11 de septiembre de 2001, que abarca una política combinada donde lo militar
(incluida la inteligencia), lo económico, lo financiero, la (des)información
mediática, lo cultural (la educación, la identidad nacional y los saberes
ancestrales incluidos), y también lo jurídico (pensemos en el golpe
parlamentario contra Dilma Rouseff), tienen objetivos comunes’’.
Abunda
que, en rigor, ‘‘la mal llamada guerra a las drogas’’, que partió de un
‘‘diagnóstico equivocado” y de una ‘‘estrategia mal diseñada’’ (Miguel Ángel
Osorio Chong dixit), incluye operaciones militares ofensivas (directas,
sicológicas o encubiertas) dirigidas incluso contra países no hostiles a
Washington (como México), considerados estratégicos desde el punto de vista de
los intereses del llamado complejo militar, industrial, energético, mediático.
–Los
grupos de la economía criminal no son un fenómeno aislado de la sociedad –una
conspiración de maleantes contra el Estado limpio–, sino más bien una especie
de empresa, de carácter ilegal y a la vez informal y legal, con un pie bien
implantado en los sectores cruciales de la sociedad y el Estado: el mundo
financiero y el de los negocios, el aparato de seguridad y judicial, y la
política. En México, ejemplos sobran. Pensemos en los nexos entre el ex
gobernador interino de Michoacán Jesús Reyna y Los caballeros templarios. O los
del ex comisionado Alfredo Castillo con El Americano y Los Viagras; en los ex
gobernadores de Tamaulipas y un largo etcétera.
De la
mano de Foucault, Agamben y Achille Mbembe, el articulista de este diario
recupera ‘‘categorías que hablan de un estado de excepción convertido en regla,
en cuyo marco rige un necropoder que exhibe la lógica de la política
capitalista de nuestros días como ‘administración y trabajo de muerte’. Esto
es, la instrumentalización generalizada de la existencia humana y la
destrucción material de cuerpos y poblaciones humanas juzgados como desechables
y superfluos. Matables, diría Agamben. Un modelo que combina el accionar de la
‘máquina de guerra’ del Estado con el de las corporaciones trasnacionales y los
grupos de la economía criminal, como vía para generar un terror paralizante,
necesario para la explotación de recursos geoestratégicos y el control de
población’’.
–El
punto de inflexión es el llamado ‘‘tercer vínculo’’ (el militar), establecido entre
el Pentágono y las fuerzas armadas mexicanas en 1995, y una serie de pasos
sucesivos que pasan por la Iniciativa Mérida y la acelerada subordinación de
todos los organismos de seguridad del Estado mexicano a sus contrapartes
estadunidenses.
–Muchos
vieron en Michoacán y sus autodefensas una alianza de ciudadanos y gobierno
para enfrentar a la mafia. Evidentemente tú no compartes esa idea.
–En el
texto enumero una decena de organizaciones de civiles armados de distinto tipo.
Algunas responden a los manuales de operaciones en campaña y guerra sicológica
de la Secretaría de la Defensa Nacional, con una lógica de contrainsurgencia
enmascarada bajo la guerra a las drogas. Por propia voz, líderes de las
autodefensas de la Tierra Caliente han revelado sus nexos iniciales con el
mando castrense de la 43 Zona Militar de Apatzingán.
–¿Estuvieron
las autodefensas michoacanas más cerca de Los Pepes colombianos que de La banda
de los Sacco (Camilleri)?
–Las
ZEE son la nueva fase del Plan Puebla Panamá. Remiten a la actual ofensiva
planetaria del capitalismo criminal militarizado. A un ‘‘arreglo espacial’’ de
dimensiones geopolíticas; al proceso de construcción violenta del espacio para
la acumulación capitalista por desposesión o despojo. Se trata de privatizar y
mercantilizar todo, incluido el territorio. Las ZEE son un eslabón clave del
Acuerdo Transpacífico, en cuyo marco juegan un papel fundamental Puerto
Chiapas, Lázaro Cárdenas y el Istmo de Tehuantepec.
–Dada
la abundancia de masacres y abusos, ¿cómo fue el proceso de selección de los
casos que utilizas para dar sustancia a tus tesis?
–Tu
detallado recuento de muchos de los horrores recientes deja una sensación de
desesperanza. ¿Hay salidas?
Estado
de emergencia se presenta en la Casa Lamm, Álvaro Obregón 99, este jueves 21 de
abril a las 19 horas. Comentan: Santiago Corcuera, Mario Patrón, Miguel
Álvarez, Abel Barrera y el autor.
Aquí
pueden ver más
información del libro
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Pues
sigo a Fazio desde hace mucho, he tratado que mis conocidos y quienes vienen a
este blog se enteren qué nos esta pasando y en general de eso tratan la mayoría
de entradas de este blog, ese es el verdadero Nuevo Orden Mundial y no otras
conspiranoias que están hechas para desviar la atención. Por favor difundan,
aquí hay más entradas sobre escritos de
Carlos Fazio. Saludos a todos!