Rúbrica
Por
Aurelio Contreras Moreno
Mientras
el peor de sus alumnos trata por todos los medios de bloquear la posibilidad de
que se le finquen responsabilidades penales por peculado y otros actos de
corrupción, el jefe del clan, Fidel Herrera Beltrán, sigue concentrado en sus
propios “bisnes”.
Perversamente
hábil como es, el ex gobernador veracruzano está ocupado en lo que sigue
políticamente para él y su grupo, y si acaso, le aconseja a su atribulado
alumno, el gobernador saliente Javier Duarte de Ochoa, cómo ponerle piedras en
el camino al mayor enemigo de ambos, el gobernador electo, Miguel Ángel Yunes
Linares.
Y lo
que sigue para el hoy cónsul de México en Barcelona es procurar mantener
hegemonía dentro del PRI en Veracruz ahora que será oposición, para desde ahí
apuntalar su propio proyecto político, que tiene un beneficiario evidente, su
hijo Javier Herrera Borunda, actual diputado federal plurinominal por el
Partido Verde, pero que por dentro es más rojo que una sandía.
Una de
sus jugadas es impulsar a uno de sus alfiles, el diputado federal por San
Andrés Tuxtla, Jorge Carvallo Delfín, ya sea para la dirigencia estatal del PRI
o, cuando menos, como delegado del Comité Ejecutivo Nacional de ese partido en
el estado, como se ha mencionado en la prensa veracruzana en las últimas
semanas, en algunos casos a petición de parte.
Afianzada
su influencia en el PRI, Herrera Beltrán buscaría colocar a sus peones en el
ajedrez de las candidaturas a las presidencias municipales del proceso de 2017,
y de ahí dar el paso siguiente hacia la que será una verdadera batalla campal:
la elección de 2018, en la que en Veracruz se votará Presidente de la
República, Gobernador, senadores, diputados federales y diputados locales.
La
intención de Herrera Beltrán es que su hijo sea, por lo menos, candidato a
senador en esos comicios. Aunque el verdadero proyecto del clan llega a la
gubernatura. El propio Javier Herrera Borunda declaró hace unos meses que por
supuesto que le “gustaría”. Y para eso tienen, como cabeza de playa, al Partido
Verde.
Incluso,
el diario Notiver publicó esta misma semana que empresarios chiapanecos aliados
de Herrera Beltrán compraron, a través de una gestión del ex mandatario,
estaciones de radio en Veracruz, y estarían por hacer lo mismo con otros medios
de comunicación que están en proceso de cierre, con el fin de apoyar el
proyecto del “cachorro” de la “fidelidad”.
La
victoria de su más odiado rival, Miguel Ángel Yunes Linares, en la pasada
elección de gobernador, sin duda significó un duro golpe para los intereses de
Fidel Herrera. No por nada se nota su mano en la estrategia de fuga de los
duartistas a través del “kit” legislativo de impunidad y de quiebra de las
finanzas de la entidad.
Pero
Herrera sabe bien que difícilmente podría alcanzarlo la justicia. No sólo por
la inmunidad diplomática de la que actual e inmerecidamente goza, sino porque
para cuando Yunes Linares tome el poder, los delitos imputables a su desempeño
al frente del gobierno de Veracruz ya habrían prescrito.
Por
ello se le vio tan sereno el día de los comicios del 5 de junio, hablando
incluso de la “alternancia”, como si ello no le representara un problema y
mucho menos un riesgo para su libertad.
El
resultado de la pasada elección en Veracruz expresó un rotundo “ya basta” de
los ciudadanos veracruzanos a las trapacerías de 12 años de los fidelistas en
el poder, de donde fueron echados ignominiosamente, en medio del más grande
repudio, a través del sufragio popular.
Pero no
lo entienden y se niegan a irse. Y apelan, para ello, a la desmemoria. Pobre de
Veracruz si vuelve a creerles.
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