4 de diciembre de 2012

EL PACTO DE LAS HIENAS/ ZONA FRANCA



Roberto Morales
por Roberto Morales
La desesperación de Juventina Villa Mojica por alcanzar un lugar donde pudiera tener señal para llamar desde su celular, al mediodía del pasado miércoles, fue interrumpida por el infernal estruendo de decenas de rifles y pistolas. Las balas hicieron blanco en su cuerpo y en el de su pequeño hijo de diez años.
Villa Mojica, junto con 45 familias, en franca huida deberían haber salido de ese poblado desde la mañana de ese día, porque sus vidas corrían peligro en manos de grupos paramilitares al servicio de caciques.
Los habitantes del poblado de La Laguna en el municipio de Coyuca de Catalán son conocidos en Guerrero por formar parte de grupos ambientalistas que denuncian y defienden los bosques en los que nacieron de las bandas de taladores y narcotraficantes, que se han apropiado de la zona para sus actividades delictivas.
Ante la evidente complicidad gubernamental de solapar a los depredadores y dejar en la indefensión a los campesinos, la única opción era ser desplazados por segunda ocasión a otra zona menos peligrosa, lo que significaba el despojo de sus tierras.
Pese a que una veintena de policías los resguardaban, Juventina sabía que sería asesinada, pero quería hablar, quería decir.
La historia de Juventina que conmocionó al conocerse la noticia, a horas de llevarse la toma de posesión del nuevo Presidente, es el espejo de un país convulso, víctima de la impunidad de los narcos metidos en la política, de los políticos aliados con el narcos. De los caciques regionales de horca y cuchillo que enloquecidos de poder se apropian de voluntades, que secuestran la democracia y que se creen con derecho a ofrecerla, cual ramera en sus manos.
El crimen de Juventina es emblemático de un pueblo desesperado, que ya no cree en los políticos, pero que en la angustia de proteger a los suyos, silenciosamente acepta el camino de las armas como medio de lucha por la supervivencia.
En ese contexto, con la conciencia impregnada de culpa, pero con sobrado cinismo, el novel presidente de la república, Enrique Peña Nieto, y los dirigentes de los partidos políticos, ayer domingo, firmaron el presuntuosamente llamado “Pacto por México”.
Príistas, perredistas y panistas, y las rémoras que las acompañan, saben muy bien que sus arreglos mediáticos solo sirven para la propaganda, porque las causas profundas de la violencia inaudita que asesina cobardemente a mujeres y a niños, son los grupos caciquiles que tan útiles le son para manipular y secuestrar los votos en tiempos electorales.
Guerrero es botón de muestra.
La sierra guerrerense de pueblos pobres y olvidados, arrasados por taladores y controlados por narcotraficantes, es tierra de cultivo de movimientos revolucionarios que crecen y peligrosamente se arman. Lo saben bien el ejército y la marina, cuyo prestigio se enloda porque a sus mandos -en esa zona del país- los vinculan como protectores de los asesinos de campesinos.
Apenas un día antes de la emboscada a Juventina, el martes 27 de noviembre, circuló en la prensa nacional el reporte “Proyección 2010” del Grupo Interdisciplinario de Análisis de Seguridad Nacional, documento de trabajo del Centro de Estudios Superiores Navales (Cesnav).
En el documento se describe la fundación y operación de los movimientos guerrilleros contemporáneos-el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el Ejército Popular Revolucionario (EPR) y el Ejército Revolucionario Popular Independiente- que en los últimos años se han fortalecido en logística y en la adquisición de fusiles automáticos y lanzamisiles; armamento que, han detectado, entra por la frontera sur con Guatemala y Belice.
Sin duda, la creciente inconformidad social deriva de la brutal e inmoral mezcla de política y narcotráfico, de la pobreza e ignorancia y de la represión y olvido, aliciente para el fortalecimiento de los grupos subversivos con presencia en los estados de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Guanajuato, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Puebla, Querétaro, Tlaxcala, Veracruz y el DF.
Poco se ha dicho en los medios, pero ahí el meollo.
Al esposo de Juventina Villa Mojica, Rubén Santana Alonso, lo mataron en una emboscada en febrero del año pasado, y se le ubica como lugarteniente del Comandante Ramiro del ERPI, quien el 4 de noviembre de 2009 fuera acribillado por sicarios de caciques guerrerenses.
Por el activismo de la familia Santana Villa se explica la muerte de alrededor de 25 integrantes de su familia, cuyo exterminio criminal podría estar cumpliéndose con la muerte de Juventina.
En las exequias del Comandante Ramiro, cuyo lugar ocuparía Rubén Santana se pronunció que la muerte del jefe guerrillero duele porque encabezó una batida contra paramilitares ynarcosicarios ligados a las fuerzas del gobierno que infestan Guerrero y todo el país”.
Las acciones de la guerrilla no han sido menos virulentas que la represión, de acuerdo al detallado informe militar: el 7 de agosto de 1996, el EPR lanzó una ofensiva contra un campamento militar cerca del poblado de Los Encinos, causando la muerte de “por lo menos 30 soldados”. El gobierno federal le atribuye al EPR la autoría de los ataques a instalaciones estratégicas en 2007 y 2008 contra ductos de Petróleos Mexicanos, bancos y puestos militares.
En los pliegues de las alianzas políticas en tiempos electorales, asoman las complicidades de los partidos políticos con quienes les sirven de enlace con los jefes de los cárteles de la droga.
El fundador de una organización agraria, dos veces alcalde, replica natural de lo que pasa en el México “moderno”.
En Guerrero, el Chapo Guzmán con la familia Michoacana le disputan el territorio al cártel de los Zetas. Un revelador reportaje de la revista Proceso difundido el febrero del 2010, titulado: “El Señor del Sombrero”, un consentido del Ejército, da cuenta de las complicidades.
Cita el trabajo periodístico en sus primeros párrafos:
“En Guerrero su nombre es sinónimo de contrastes: muerte, odio y terror se mezclan con respeto, afecto y protección.
“Rogaciano Alba Álvarez conocido como “El Señor del Sombrero” tejió una serie de alianzas con autoridades civiles y militares que lo llevaron a ser señalado como el principal capo originario de esta entidad.
“Después de convertirse en cacique ganadero, militante distinguido del PRI y alcalde en dos ocasiones de Petatlán, logró afianzar su presencia en las siete regiones de Guerrero al amparo de la organización que él mismo formó en la década de los noventa: la Unión Ganadera Regional del estado de Guerrero (UGREG).
“Era común ver a “Roga” -como le dicen sus allegados- celebrar en bonanza junto a funcionarios, políticos y oficiales del Ejército durante los festejos anuales de la creación de la UGREG.”
Otros reportes periodísticos refieren que el dos veces alcalde del municipio guerrerense, a través del cual obtuvo impunidad con el fuero político, hacen referencia que gustaba de hacerse acompañar de numerosas escoltas que portaban armas del uso exclusivo del ejército.
La violencia trae violencia, el 3 de mayo de 2008, un comando irrumpió en el municipio que gobernaba, llegó hasta su residencia, asesinó a diez hombres, entre ellos a dos de sus hijos, Alejandro y Roosvelt Alba de la Cruz. Los sicarios se llevaron a su hija Ana Karen.
Desde la clandestinidad y sin perder el estilo bronco, natural en este tipo de personas, en una entrevista radiofónica transmitida desde la estación del gobierno estatal en la región de Tierra Caliente, Rogaciano Alba rechazó tener vínculos con el narco y en su lenguaje natural expresó: “Yo nunca me he querido meter con nadie, si alguien tiene algo, que me lo canten derecho, y si mis hijos les robaron algo, ellos no molestaban a nadie, no le han robado a nadie, no sé por qué tanta saña para matarlos así”.
El 11 de febrero de 2010, el ejército detuvo a Rogaciano Alba en el estado de Jalisco por sus nexos con el Chapo Guzmán y la familia Michoacana, entonces declaró que sus hijos habían sido asesinados por sicarios a las órdenes de Arturo Beltrán Leyva.
A “El Roga” afirman que lo protegía el ex gobernador Rubén Figueroa.
En Veracruz, cunden los caciques. Los señores de sombrero.
La cruenta situación en Guerrero con el exterminio de una familia no amainará, al contrario, el pueblo que ya no cree en los políticos y sus pactos, tiene el resentimiento a flor de piel.
Es hora de poner las barbas a remojar.

(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)

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