La desesperación de Juventina Villa Mojica por
alcanzar un lugar donde pudiera tener señal para llamar desde su celular, al
mediodía del pasado miércoles, fue interrumpida por el infernal estruendo de
decenas de rifles y pistolas. Las balas hicieron blanco en su cuerpo y en el de
su pequeño hijo de diez años.
Villa Mojica,
junto con 45 familias, en franca huida deberían haber salido de ese
poblado desde la mañana de ese día, porque sus vidas corrían peligro en manos
de grupos paramilitares al servicio de caciques.
Los habitantes del
poblado de La Laguna en el municipio de Coyuca de Catalán son
conocidos en Guerrero por formar parte de grupos ambientalistas que denuncian y
defienden los bosques en los que nacieron de las bandas de taladores y
narcotraficantes, que se han apropiado de la zona para sus actividades
delictivas.
Ante la evidente
complicidad gubernamental de solapar a los depredadores y dejar en la
indefensión a los campesinos, la única opción era ser desplazados por segunda
ocasión a otra zona menos peligrosa, lo que significaba el despojo de sus
tierras.
Pese a que una veintena
de policías los resguardaban, Juventina sabía que sería asesinada, pero quería
hablar, quería decir.
La historia de Juventina
que conmocionó al conocerse la noticia, a horas de llevarse la toma de posesión
del nuevo Presidente, es el espejo de un país convulso, víctima de la impunidad
de los narcos metidos en la política, de los políticos aliados con el narcos.
De los caciques regionales de horca y cuchillo que enloquecidos de poder se
apropian de voluntades, que secuestran la democracia y que se creen con derecho
a ofrecerla, cual ramera en sus manos.
El crimen de Juventina
es emblemático de un pueblo desesperado, que ya no cree en los políticos,
pero que en la angustia de proteger a los suyos, silenciosamente acepta el
camino de las armas como medio de lucha por la supervivencia.
En ese contexto, con la
conciencia impregnada de culpa, pero con sobrado cinismo, el novel presidente
de la república, Enrique Peña Nieto, y los dirigentes de los partidos
políticos, ayer domingo, firmaron el presuntuosamente llamado “Pacto por
México”.
Príistas, perredistas y
panistas, y las rémoras que las acompañan, saben muy bien que sus arreglos
mediáticos solo sirven para la propaganda, porque las causas profundas de la
violencia inaudita que asesina cobardemente a mujeres y a niños, son los grupos
caciquiles que tan útiles le son para manipular y secuestrar los votos en
tiempos electorales.
Guerrero es botón de
muestra.
La sierra guerrerense de
pueblos pobres y olvidados, arrasados por taladores y controlados por
narcotraficantes, es tierra de cultivo de movimientos revolucionarios que
crecen y peligrosamente se arman. Lo saben bien el ejército y la marina, cuyo
prestigio se enloda porque a sus mandos -en esa zona del país- los vinculan
como protectores de los asesinos de campesinos.
Apenas un día antes de
la emboscada a Juventina, el martes 27 de noviembre, circuló en la prensa
nacional el reporte “Proyección 2010” del Grupo Interdisciplinario de Análisis
de Seguridad Nacional, documento de trabajo del Centro de Estudios Superiores
Navales (Cesnav).
En el documento se
describe la fundación y operación de los movimientos guerrilleros
contemporáneos-el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN), el Ejército
Popular Revolucionario (EPR) y el Ejército Revolucionario Popular
Independiente- que en los últimos años se han fortalecido en logística y en la
adquisición de fusiles automáticos y lanzamisiles; armamento que, han
detectado, entra por la frontera sur con Guatemala y Belice.
Sin duda, la creciente
inconformidad social deriva de la brutal e inmoral mezcla de política y
narcotráfico, de la pobreza e ignorancia y de la represión y olvido, aliciente
para el fortalecimiento de los grupos subversivos con presencia en los estados
de Guerrero, Oaxaca, Chiapas, Guanajuato, Hidalgo, Michoacán, Morelos, Puebla,
Querétaro, Tlaxcala, Veracruz y el DF.
Poco se ha dicho en los
medios, pero ahí el meollo.
Al esposo de Juventina
Villa Mojica, Rubén Santana Alonso, lo mataron en una emboscada en febrero del
año pasado, y se le ubica como lugarteniente del Comandante Ramiro del
ERPI, quien el 4 de noviembre de 2009 fuera acribillado por sicarios de
caciques guerrerenses.
Por el activismo de la
familia Santana Villa se explica la muerte de alrededor de 25 integrantes de su
familia, cuyo exterminio criminal podría estar cumpliéndose con la muerte de
Juventina.
En las exequias del
Comandante Ramiro, cuyo lugar ocuparía Rubén Santana se pronunció que la muerte
del jefe guerrillero “duele
porque encabezó una batida contra paramilitares ynarcosicarios ligados a las fuerzas del
gobierno que infestan Guerrero y todo el país”.
Las acciones de la
guerrilla no han sido menos virulentas que la represión, de acuerdo al detallado
informe militar: el 7 de agosto de 1996, el EPR lanzó una ofensiva contra un
campamento militar cerca del poblado de Los Encinos, causando la muerte de “por
lo menos 30 soldados”. El gobierno federal le atribuye al EPR la autoría de los
ataques a instalaciones estratégicas en 2007 y 2008 contra ductos de
Petróleos Mexicanos, bancos y puestos militares.
En los pliegues de las
alianzas políticas en tiempos electorales, asoman las complicidades de los
partidos políticos con quienes les sirven de enlace con los jefes de los
cárteles de la droga.
El fundador de una
organización agraria, dos veces alcalde, replica natural de lo que pasa en el
México “moderno”.
En Guerrero, el Chapo
Guzmán con la familia Michoacana le disputan el territorio al cártel de los
Zetas. Un revelador reportaje de la revista Proceso difundido el febrero del
2010, titulado: “El Señor del Sombrero”, un consentido del Ejército, da cuenta
de las complicidades.
Cita el trabajo
periodístico en sus primeros párrafos:
“En Guerrero su nombre
es sinónimo de contrastes: muerte, odio y terror se mezclan con respeto, afecto
y protección.
“Rogaciano Alba Álvarez
conocido como “El Señor del Sombrero” tejió una serie de alianzas con
autoridades civiles y militares que lo llevaron a ser señalado como el principal
capo originario de esta entidad.
“Después de convertirse
en cacique ganadero, militante distinguido del PRI y alcalde en dos ocasiones
de Petatlán, logró afianzar su presencia en las siete regiones de Guerrero al
amparo de la organización que él mismo formó en la década de los noventa: la
Unión Ganadera Regional del estado de Guerrero (UGREG).
“Era común ver a “Roga”
-como le dicen sus allegados- celebrar en bonanza junto a funcionarios,
políticos y oficiales del Ejército durante los festejos anuales de la creación
de la UGREG.”
Otros reportes
periodísticos refieren que el dos veces alcalde del municipio guerrerense, a
través del cual obtuvo impunidad con el fuero político, hacen referencia que
gustaba de hacerse acompañar de numerosas escoltas que portaban armas del uso
exclusivo del ejército.
La violencia trae
violencia, el 3 de mayo de 2008, un comando irrumpió en el municipio que
gobernaba, llegó hasta su residencia, asesinó a diez hombres, entre ellos a dos
de sus hijos, Alejandro y Roosvelt Alba de la Cruz. Los sicarios se llevaron a
su hija Ana Karen.
Desde la clandestinidad
y sin perder el estilo bronco, natural en este tipo de personas, en una
entrevista radiofónica transmitida desde la estación del gobierno estatal en la
región de Tierra Caliente, Rogaciano Alba rechazó tener vínculos con
el narco y en su lenguaje natural expresó: “Yo nunca me he querido meter con
nadie, si alguien tiene algo, que me lo canten derecho, y si mis hijos les
robaron algo, ellos no molestaban a nadie, no le han robado a nadie, no sé por
qué tanta saña para matarlos así”.
El 11 de febrero de
2010, el ejército detuvo a Rogaciano Alba en el estado de Jalisco por sus nexos
con el Chapo Guzmán y la familia Michoacana, entonces declaró que sus hijos
habían sido asesinados por sicarios a las órdenes de Arturo Beltrán Leyva.
A “El Roga” afirman que
lo protegía el ex gobernador Rubén Figueroa.
En Veracruz, cunden los
caciques. Los señores de sombrero.
La cruenta situación en
Guerrero con el exterminio de una familia no amainará, al contrario, el pueblo
que ya no cree en los políticos y sus pactos, tiene el resentimiento a flor de
piel.
Es hora de poner las
barbas a remojar.
(romoaya@gmail.com)(@moralesrobert)
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