- El asesinato de su hija la obligó a levantar la voz junto con otros familiares de víctimas, ahora forma parte del Movimiento por la Paz, Justicia y Dignidad
- “No creo en la justicia por propia mano, llevaría a una mayor violencia. Pese a todo, soy una mujer con esperanza”
-
Jael Sared Gómez Salvador
Orizaba, Ver.- En la presentación de su libro México 2010: Diario de una madre mutilada, la académica de la Universidad Veracruzana (UV), Esther Hernández Palacios, refirió que México necesita que la sociedad levante la voz y emprenda acciones en colectivo para, realmente, que en este país exista una democracia participativa. “Si no lo hacemos así, este horror, esta oscuridad por la que atravesamos, no se va a quitar por arte de magia”, sentenció.
Al cuestionarle si creía en el actual gobierno, dijo: “Aunque haya una supuesta buena voluntad de las autoridades, todos los vicios están siendo heredados y este problema viene de muy atrás y nos pone en situaciones extremas. Evidentemente, la sociedad civil tiene que levantar la voz, exigir cuentas a los gobiernos municipal, estatal y federal, para que realmente esta situación concluya”.
La escritora presentó su libro el jueves 21 de febrero en la Unidad Servicios Bibliotecarios y de Información (USBI) de Ixtaczoquitlán, y por la tarde en el Museo de Arte del Estado de esta ciudad.
Durante la presentación, se le vio acompañada y cobijada por familiares, amigos, estudiantes y público en general, quienes la recibieron calurosamente.
Hernández Palacios agregó que escribir este libro fue su forma de expresarse, desahogarse y mantener viva la memoria de su hija –asesinada en la ciudad de Xalapa hace casi tres años–; asimismo, dijo que si bien hay muchas personas que tal vez no tienen oportunidad de alzar la voz como lo hace ella, “encontrarán de alguna manera consuelo en la religión, en sus hijos e igual que yo les costará mucho trabajo seguir vivos, levantarse todos los días y tendrán que vivir hasta su muerte con esta pena”.
La escritora mencionó que “no es sólo el dolor de los padres que hemos perdido a nuestros hijos por esta guerra –haciendo referencia a la lucha contra el crimen organizado–, sino es la sensación de estar solos y de que el Estado no hace lo que tendría que hacer para protegernos y después para procurarnos justicia.
”Lo que yo hago, y creo es que cada vez muchos padres más lo hacen, es no llorar ni gritar solos, sino organizarse en múltiples sociedades u organizaciones que han surgido; no sólo el Movimiento por la Paz con Justicia y Dignidad, al que yo pertenezco, sino muchas otras organizaciones de esta naturaleza que están creciendo y multiplicándose a lo largo y ancho del país.
”Soy una persona que está muy enterada de lo que pasa en el país, que ve los noticieros, que revisa los periódicos en Internet e impresos, casi obsesivamente”, comentó.
Al preguntarle sobre si creía en la autodefensa y si conocía la nueva ola de policías comunitarias que se observa en el país, dijo: “Yo creo que en la medida de las necesidades las poblaciones que no se sienten protegidas están en su derecho de hacerlo ellas mismas y, aunque no he revisado ese apartado de la Constitución, tengo entendido que existe un respaldo institucional para que así se dé. Claro que es una cuestión difícil, que se da en momentos extremos y que también puede convertirse en un arma de doble filo, pero creo que no podemos quedarnos llorando ni escondiéndonos, tenemos que hacer frente, organizadamente, con seriedad y ética, a la situación que nos tocó vivir”.
Subrayó que no cree en la justicia por su propia mano: “No creo en el ojo por ojo diente por diente, además de que es muy difícil que un ciudadano común y corriente se haga justicia frente al aparato estatal y al aparato criminal, eso nos llevaría a una mayor violencia como se dio en la guerra que desató Felipe Calderón sin tener ninguna estrategia clara ni ninguna política diseñada.
”Hay un antes y un después en toda mi vida, era yo una hasta antes del 8 de junio de 2010 a las 10 y media de la noche, y soy otra después; por mucho que he tratado de superarlo, de vivir más o menos tranquila y de que tengo muchos apoyos personales, nunca podré ser la misma y eso es en todos los detalles de mi vida.”
Esther Hernández explicó que empezó a escribir este libro en una libreta de pasta negra, dos días después de la muerte de su hija, y con respecto sobre la recién aprobada Ley General de Víctimas, dijo: “Creo que es un gran logro, es precisamente la prueba de que juntos, unidos e insistiendo, no quedándonos en nuestras casas, podemos lograr cosas. La ley ya se aprobó y además se está revisando y ahora insistimos también en el memorial que probablemente será en la famosa Estela de Luz para que pueda dársele un uso a todos esos millones de pesos que se dilapidaron, como se dilapidaron la vida de nuestros hijos para que en ese lugar o en otro que se decida, quede memoria de todos los muertos de la era calderonista.
La ganadora del Premio Bellas Artes de Testimonio Carlos Montemayor 2011, comentó que no cree en la justicia mexicana: “En el libro repito múltiples veces que no creo en la justicia mexicana, que no creo en el aparato de justicia mexicano, pero espero que cambie, por eso lo digo; pese a todo soy una mujer con esperanza, por eso estoy aquí y por eso milito en el Colectivo por la Paz en Xalapa, en el Movimiento por la Paz, Justicia y Dignidad. Por eso quiero que mi libro se lea como testimonio, porque hasta este momento el aparato de justicia mexicano deja mucho que desear, desafortunadamente”.
Hernández Palacios dijo querer que su libro llegue a todos los mexicanos, a los padres de las víctimas para que tengan una forma de catarsis al unirse a su grito y a la gente que hace como si no pasara nada, porque “hay mucha gente que por miedo, por frivolidad o por múltiples razones vive como si no pasara nada en el país, como si estuviéramos seguros y tranquilos; creo que eso no nos ayuda, por eso yo espero que mucha gente lo lea.
”Desafortunadamente somos un país que no lee, leemos menos de un libro al año, entonces es un sueño guajiro, pero sí espero que lo lea mucha gente.”