Por José Miguel Cobián
A raíz de mis últimos artículos, me han escrito un par de lectores preguntando si tengo algo en contra del ejército mexicano. La respuesta es NO. Así con mayúsculas y rotundo. No es en sí contra la institución, como tampoco tengo nada contra el gobierno o la iglesia. Lo que en esta columna se señala, generalmente se refiere no a las instituciones, sino a fallas de aquéllos que las dirigen o aquéllos que las integran. Un país para ser grande y fuerte, requiere de instituciones fuertes, confiables y dignas de la sociedad a la que representan y sirven.
El problema es la percepción que la población tiene sobre las fuerzas armadas, quienes para muchos ciudadanos se han convertido en el peor riesgo para su seguridad, generando un ambiente similar al que existía durante el gobierno de Porfirio Díaz. En aquéllos entonces, los abusos de los militares para tratar de desarticular distintos movimientos de reivindicación social, acabaron generando tal descontento, que fue la propia población la que los enfrentó, primero de manera desorganizada y luego, poco a poco, con mayor estructura y organización hasta la derrota del ejército federal (los pelones decía Francisco Villa), y el triunfo de la población dirigida por cientos de generales y líderes de múltiples ejércitos que tenían como denominador común, luchar contra el usurpador, en esos entonces encarnado en la figura de Victoriano Huerta, y antes la figura del traidor a la revolución, encarnada en Madero.
En estos días estoy viajando entre Córdoba y Jalapa muy seguido, lo que me ha permitido escuchar tanto a los cordobeses como a los jalapeños de a pie. En ambos casos, cuando se le pregunta por donde prefiere circular al ciudadano, al vendedor ambulante, al taxista, al empleado, al obrero, al campesino, respecto a una hipotética situación, en la cual llega a una esquina y tiene que circular por la calle a la derecha o a la izquierda. En la derecha se encuentra un piquete de soldados y en la izquierda un grupo de delincuentes, miembros del crimen organizado y narcotraficantes, la respuesta en el 100% de los casos ha sido, lo ideal es no pasar junto a ninguno de los dos grupos, pero si tengo que escoger, prefiero circular entre los criminales y no junto a los soldados. Cabe aclarar que siempre comento que no soy narco, y que la pregunta es parte de una investigación para un artículo periodístico.
Así de grave es la situación en el país, y quizá ni los altos funcionarios gubernamentales ni los generales del ejército se han dado cuenta del enorme riesgo que conlleva tener a un ejército no preparado para tratar con civiles, en las calles del país. Las fuerzas armadas son la última defensa de una sociedad en tiempos de crisis. Si hay desgracias naturales son la primera línea de defensa, y quienes mayor apoyo otorgan a la población. Si hay un problema de seguridad grave, invariablemente los que se juegan la vida son los miembros de las fuerzas armadas. Esto implica que se debe de cuidar mucho la imagen de las instituciones castrenses, y cuando el grueso de la población le teme más a las fuerzas del orden que a los criminales, esto implica que algo está fallando.
Hace unos días hubo un operativo en una colonia de Córdoba. Los titulares de la nota en los dos periódicos más importantes de la ciudad implicaban lo mismo. ¨Soldados causan temor en San Román¨ decía uno, y el otro ¨Alarma por operativo militar en San Román¨. Pánico, incertidumbre. Afortunadamente su presencia no dejó personas lesionadas… Con sutileza y con inteligencia, se confirma lo que aquí se señala.
Felipe Calderón, los secretarios de Defensa y de Marina, el titular de la SSP federal y el resto del gabinete de seguridad deberían comenzar a valorar el riesgo que se corre al incrementar la desconfianza y el temor de la población civil ante la presencia de las fuerzas armadas. El crimen no debe ganar ni la batalla mediática ni lograr el soporte y apoyo de la opinión pública, que ante dos males, piensa que escoge entre el menos malo. El respeto a los derechos humanos, abandonar el aire de perdonavidas y de pistoleros del viejo oeste, debe ser una prioridad dentro de la capacitación de las fuerzas armadas, pues lo que está en juego es muy importante. La gobernabilidad del país.