Por José Miguel Cobián
José Miguel: Te has dado cuenta de que a donde voltea alguien del pueblo de México se encuentra con la mediocridad, como si aquéllos que nos proporcionan bienes y servicios, y sobre todo servicios públicos nos estuvieran diciendo: Esto es lo que ustedes, pueblo de México se merecen y no pidan más.
Te has dado cuenta de que vemos en la tele los servicios públicos de otros países y nos morimos de envidia. Allá el metro, un autobús, el tren, un cuarto de hospital, los equipos del hospital, todo en general es de buena calidad, o cuando menos con buena presencia. Dan ganas de subirse al transporte público o de enfermarse. Aquí dan ganas de huir.
Te das cuenta de que las calles, guarniciones, banquetas, agua potable, alcantarillado, todo es mediocre, de mala calidad, un negocio para quien lo construye y para quien lo ordena. Lastiman a las personas y a los autos. Avergüenza a cualquiera, grafitis, maltrato, suciedad, abandono y al final aprovechamiento para alguien que se queda con el dinero que no se usó para dar un servicio de calidad. Lo que es peor, a nadie le importa nada.
Los medios de comunicación están ocupados en la nota roja, censurada o no. Ya no nos dicen lo que pasa en el país. Los gobernantes nos dicen que están preocupados por la situación, y que están trabajando y haciendo todo lo que les corresponde por resolver esos problemas que todos vemos, como si fuéramos invidentes, sordos o tontos.
A la población en general tampoco le importa mucho, quizá porque bastante problema tiene en sobrevivir, ya que el dinero no le alcanza y tampoco quiere convertirse en una víctima colateral. Muy aparte de todo, dentro de la cultura del mexicano, está el aprovecharse de lo primero que se aparezca en la vida siempre que puedas, en lugar de estar pensando en conjunto en el bien de la sociedad y en el futuro del país. Bien de la sociedad que debe comenzar con cada uno de los mexicanos, respetando y cuidando lo de todos.
Las más mínimas normas de cortesía y civilidad en el trato de los unos a los otros se han perdido. En México a todos nos hace falta una cosa: Confianza. Nadie confía en nadie, pensamos que cualquiera que está cerca de ti, se va a aprovechar, te va a engañar, te va a robar, o cuando menos, te va a hacer daño. Y lo peor es que es cierto. Estamos acostumbrados a ello. Hace muchos años que la palabra ya no vale, y por eso vivimos a la defensiva cuidándonos los unos de los otros. Hasta del propio hermano se exige que sea por escrito cualquier compromiso. México ha perdido mucho.
Hoy estamos mal, no sólo porque el gobierno esté mal, o porque los grandes empresarios abusan del pueblo, o porque los poderes fácticos se aprovechen de la situación. El principal problema es el propio pueblo de México. Mientras el cambio no comience desde abajo, jamás vendrá desde arriba, pues allá están en su nivel de confort. Y los de abajo, tienen dos opciones a fin de cuentas, o un cambio de terciopelo, comenzando por cada uno de nosotros, o volver al ciclo centenario de violencia, que quizá ya comenzó aunque la historia dirá si tengo razón o no.
Ya no vale el convertirse en gente de bien y gente de honor. Hoy los valores están trastocados. Importa más tener dinero, tener poder que tener la cualidad de gente decente. Independientemente de tu capacidad económica.
Te das cuenta, comenzamos con el camión de Inglaterra, y acabamos con el honor, la palabra y la dignidad.