12 octubre, 2016
Fundador de la tendencia de la Filosofía de la Liberación,
figura emblemática del pensamiento crítico latinoamericano, Enrique Dussel
concedió una entrevista a Clodovaldo Hernández, de LaIguana.TV, durante su
reciente visita a Caracas. En la conversación habló acerca de la coyuntura política
latinoamericana, caracterizada por un reflujo de las fuerzas conservadoras y de
la importancia que tiene la filosofía en la lucha de los pueblos por su
definitiva emancipación.
Fuente: LaIguana.tv (Clodovaldo
Hernández)
Enrique Dussel es un filósofo y un trotamundos. Muchos son
licenciados o doctores en Filosofía, o son profesores de la especialidad. Pero Dussel
(Mendoza, Argentina, 1934) es un pensador en el sentido estricto de la palabra,
más allá de los títulos, que también los tiene en cantidad (licenciatura de la
Universidad de Cuyo, Argentina, doctorados de la Complutense de Madrid, Sorbona
de París y Münster de Alemania, en Filosofía, Historia y Teología), y de las
credenciales docentes que abarcan casas de estudio en todo el planeta,
incluyendo el rectorado interino de la Universidad Nacional Autónoma de México,
su patria adoptiva.
¿Y lo de trotamundos? Pues, para Dussel la filosofía no es un
ejercicio de meditación en una torre de marfil, sino un contacto permanente con
la realidad que se interpreta. Por eso ha recorrido Latinoamérica de cabo a
rabo, y ha sido un intelectual trashumante, desde mediados del siglo pasado, en
Europa, el Medio Oriente, África y Asia.
Mire este video en Youtube.
Fundador de la tendencia de la
Filosofía de la Liberación, figura emblemática del pensamiento crítico
latinoamericano, Dussel concedió una entrevista al
equipo de LaIguana.TV durante su reciente visita a Caracas. En la
conversación habló acerca de la coyuntura política latinoamericana,
caracterizada por un reflujo de las fuerzas conservadoras y de la importancia
que tiene la filosofía en la lucha de los pueblos por su definitiva
emancipación.
Al respecto, expresó ideas como las
siguientes:
- Hoy, cuando se siente la carencia de Hugo
Chávez, se aprecia más su importancia, pues él es considerado por la
izquierda y por la derecha como un parteaguas, es un hombre que dejó
muchas cosas y cuya falta se hace sentir.
- Por distintos factores internos y externos, estamos en una situación que podría describirse como que habíamos dado dos pasos hacia adelante y ahora hemos dado uno hacia atrás, pero de ninguna manera puede hablarse de triunfo de la reacción. La historia es como un forcejeo, una dialéctica compleja a largo plazo, aun los triunfos también son cortos y hay que saber acumular fuerzas para los próximos dos pasos adelante.
- Ahora, cuando les dan de pronto el frenazo,
muchos de los que votaron (por Macri en Argentina, por la oposición en
Venezuela, por el NO en Colombia) se van a dar de nariz contra la pared y
se van a preguntar qué hicimos. A veces el pueblo, engañado por la prensa
y por ilusiones, tiene que confrontar la realidad y hay un sufrimiento
inevitable.
- Hay que tener mucho cuidado para que en los próximos
dos pasos adelante no volvamos a cometer los errores que hemos cometido.
La etapa anterior debemos entenderla como una escuela.
- Ahora ha cobrado una fuerza y el pensamiento
crítico debe dar un horizonte de largo plazo, pues una revolución que no
llega a una descolonización del pensamiento, sigue siendo colonial.
- Estamos en una situación colonial agobiante,
pero mucho más sutil que antes y mucho más extractiva de nuestras
riquezas. Los españoles nos robaron pequeñas cosas. Ahora nos roban hasta
el alma.
- A medida que voy creciendo, ganando años, pero
no perdiendo juventud, voy viendo más la importancia de la filosofía
- La filosofía permite saber que lo que nos
proponen son fantasías e ir a la esencia de las cosas. Y ese es el origen
de cualquier revolución. No quiero ponerme a citar clásicos, pero alguien
dijo que una revolución sin teoría no es revolución.
- La filosofía hay que pensarla por su contenido
político, económico, psicológico porque el asunto no es hablar, sino de
qué hablo.
- Cuando le preguntan a un shamán, en una
comunidad indígena quiché o guahibo, el sentido de la muerte, él cuenta un
mito y le da un sentido. El filósofo puede comparar el distinto sentido
que ha dado a la muerte cada civilización.
- En Venezuela, la crisis se plantea en términos
filosóficos entre gente que quiere dar de comer al hambriento y gente que,
en nombre de principios modernos, están en contra de ese aspecto
fundamental del cristianismo. Lo que les interesa es alimentar al capital.
- La situación va a cambiar, pero no mañana ni
pasado, ni en diez años, se va a llevar todo el siglo XXI. El que quiera
hacer la revolución a fondo en vida, es un iluso, las revoluciones se
hacen por siglos. Hay que echarse una mochila al hombro, de mucha alegría,
y entrar a la historia, porque si no tienes alegría no vas a aguantar.
Dimos un pasito atrás, ya veremos más adelante cuándo damos los próximos
dos hacia adelante.
A continuación, una
versión del diálogo completo de Dussel con el periodista Clodovaldo Hernández:
-En América Latina
veníamos avanzando hacia una etapa de desarrollo de las fuerzas progresistas, y
con ello de la discusión de temas como la descolonización y una nueva ética
política, pero en los últimos años ha habido retrocesos por vía electoral o por
otras vías. Usted, como el trotamundos que ha sido, ¿diría que va a triunfar la
reacción, que va a imponerse la doctrina que nos estaba arropando en los años
90, el neoliberalismo, el fin de la historia, la postmodernidad?
-Bueno, el imperio, Estados Unidos,
ha ido siempre modificando sus prácticas para detener la emergencia de los
pueblos latinoamericanos. En algún momento fueron las dictaduras militares,
después fue el atractivo de la expansión de las trasnacionales y el
neoliberalismo. Pero, efectivamente, desde el fin del siglo XX, desde 1999, y
debe decirse que por influencia de la experiencia muy particular de Venezuela,
hemos presenciado el avance de las fuerzas progresistas. Hoy, cuando se siente
la carencia de Hugo Chávez, se aprecia más su importancia, pues él es
considerado por la izquierda y por la derecha como un parteaguas, es un hombre
que dejó muchas cosas y cuya falta se hace sentir.
Pero no se trata de individuos, sino
de estructuras más generales, y de ahí en adelante (desde la Revolución Bolivariana)
vivimos lo que llamamos la primavera política de América Latina, con Venezuela,
Ecuador, Bolivia, Argentina, Brasil. Eso amplió la fisonomía de América Latina.
Así lo reflejé en un libro de 2006, titulado Veinte tesis políticas, en el que
planteaba que hay que repensar la política desde esta primavera. Por distintos
factores internos y externos, estamos en una situación que podría describirse
como que habíamos dado dos pasos hacia adelante y ahora hemos dado uno hacia
atrás, pero de ninguna manera puede hablarse de triunfo de la reacción. La
historia es como un forcejeo, una dialéctica compleja a largo plazo, aun los
triunfos también son cortos y hay que saber acumular fuerzas para los próximos
dos pasos adelante. Y esos pasos tendrán que darse porque estos gobiernos que
están surgiendo, y hasta el NO de Colombia, están demostrando que sí, el pueblo
ha sido desorientado. En el caso de Argentina, la gente que votó por Macri, en
gran parte, ya está arrepentida y sufriendo los efectos.
Con el pueblo brasileño va a pasar
exactamente igual. Estaban montados sobre la alegría de los logros y lo que
querían era disfrutarlos. Perdieron de vista que esos logros se habían
alcanzado gracias a una conducción severa, objetiva, que había defendido los
intereses del pueblo. Ahora, cuando les dan de pronto el frenazo, muchos de los
que votaron se van a dar de nariz contra la pared y se van a preguntar qué
hicimos. A veces el pueblo, engañado por la prensa y por ilusiones, tiene que
confrontar la realidad y hay un sufrimiento inevitable. Claro que sufren más
los que vieron el peligro, los que estuvieron en contra, pero también los que
se dejaron atraer por espejitos. Hay que preparar los dos pasos adelante.
Entender que no hay triunfo de los que están gobernando y tampoco la izquierda
progresista debe creer que los logros que había alcanzado eran definitivos,
toda vez que son muy perecederos, y aceptar que se han cometido errores, ha
habido corrupción. El militante, a veces, es austero, disciplinado y luchador
mientras está en la base, pero al llegar a posiciones de poder tiene un salario
alto, se compra un auto, cambia de casa, y resulta que se corrompió. Hay que
tener mucho cuidado para que en los próximos dos pasos adelante no volvamos a
cometer los errores que hemos cometido. La etapa anterior debemos entenderla
como una escuela.
-Esos próximos dos
pasos adelante tienen mucho que ver, según numerosos análisis, con que haya una
revolución cultural, que en la mente y en el alma de las personas se produzca
de verdad un cambio revolucionario. ¿Que faltó en esta primavera para instaurar
esa revolución en el terreno cultural?
-Bueno, uno ha estado entregado a
este mundo de la filosofía desde los quince años de edad y ve la complejidad de
este lenguaje de lenguajes, este metalenguaje muy complejo, que es una cierta
visión orgánica, argumentada, histórica de la realidad. Es lo que va detrás de
siglos, del pensamiento de Platón en Grecia, de Confucio en China o del
Upanishad en la India. Y lo que estamos descubriendo es un pensamiento crítico
que en América Latina comenzó hace cuarenta años. Cuando planteamos una
filosofía latinoamericana de liberación se le quiso dar un sentido anecdótico.
Lo profesores en Estados Unidos y Europa lo veían como el producto de una
incultura, no de una cultura latinoamericana. Teníamos que golpear las puertas
de las universidades, y nos rechazaban, no nos permitían ser profesores. Ahora
(esta doctrina) ha cobrado una fuerza y el pensamiento crítico debe dar un
horizonte de largo plazo, pues una revolución que no llega a una
descolonización del pensamiento, sigue siendo colonial. Ni la izquierda esta
vacunada de seguir siendo colonial. Hasta los sectores más vanguardistas, entre
comillas, porque son dogmáticos.
La tarea es difícil, pero ya la
empezamos. Lo que debemos es tomar conciencia de cosas que estamos elaborando,
que no dependen de EEUU o Europa, es algo nuestro porque partimos de una
realidad distinta, hemos aprendido a pensar y ahora tenemos que ser
responsables y hacer cambios mucho más profundos. Debemos tomar conciencia de
que tenemos en la cabeza, en el fondo, una interpretación eurocéntrica de todo,
tan profunda que cuando uno da ciertos ejemplos, la gente se espanta porque
cómo es posible que yo viera las cosas de un modo tan unilateral, a la europea,
negándome a mí mismo y justificando la dominación que sufría. Debemos entender
que el último nivel de la dominación, y al mismo tiempo de la transformación
histórica, es una cierta visión del mundo.
Y a eso hoy le hemos llamado
descolonización epistemológica. Epistéme significa ciencia, por lo que sería
una descolonización filosófica, científica y tecnológica. Tenemos que ver que
nuestro mundo latinoamericano, el que tenemos por delante, es colonial. No
debemos seguir creyendo que ya en 1810 o 1820 nos liberamos de España y pasamos
a ser independientes, pues caímos en manos de Inglaterra y EEUU, y por eso,
como lo habían dicho Mariátegui y Martí, nos toca la segunda emancipación.
Estamos en una situación colonial agobiante, pero mucho más sutil que antes y
mucho más extractiva de nuestras riquezas. Los españoles nos robaron pequeñas
cosas. Ahora nos roban hasta el alma. La dominación no es que haya un soldado
en un destacamento español a cientos de kilómetros, sino que se metan en
nuestras camas con la televisión y la propaganda. Por ejemplo, la oposición a
esta Revolución Bolivariana es no solo de un conservadurismo económico,
político, burgués, liberal: es histórica, cultural, y hasta espiritualmente y
cristianamente colonial, no saben pensar lo nuestro, desprecian lo nuestro. Y
el mismo pueblo a veces, tal es la influencia de la educación, los medios de
comunicación, la televisión, llega a despreciarse a sí mismo y anhela salir. No
podrá hacerlo, tendrá que aprender a revalorizar lo propio y a partir de allí
construir un proyecto de felicidad.
-Venezuela vive una
crisis bastante grave desde los puntos de vista económico y social. Y eso lleva
a una vieja pregunta que mucha gente se ha hecho: ¿para qué sirve la
filosofía?, y en casos como el nuestro, ¿para qué sirve cuando la persona está
pasando necesidades o tiene hambre?
-Debo decir que esto es una
convicción que he ido acumulando con los años, desde que era un joven
licenciado de 23 años, hace casi 60. A medida que voy creciendo, ganado años,
pero no perdiendo juventud, voy viendo más la importancia de la filosofía. No
es un asunto de comer hoy, es comer mañana. Es, como decía un líder asiático,
no es cuestión de darle a alguien, como limosna, un pescado, sino de enseñarle
a pescar (bueno, si hay pescado, si el capitalismo no los ha matado a todos).
Considero que es tanta la importancia
de la filosofía que hasta me extraña que me pregunten para qué sirve. Sirve
para cambiar el cerebro, la interpretación, para poder ver lo que nos están
haciendo. Porque aparte de eso solo hay apariencias, la Coca Cola, la riqueza,
el modelo americano… y los mismos ciudadanos americanos están completamente
desilusionados de lo que son. Basta ver los dos candidatos que tienen. El
pueblo no cree en ellos. Y ese pueblo, que parece ser la imagen de la
democracia es un pueblo barbarizado, voy a atreverme a decirlo. Se le dan las
noticias que convienen, casi todas norteamericanas. Van a Siria y la destruyen
sin siquiera saber lo que es Siria.
Destruyeron Alepo sin saber nada de
ese lugar, destruyeron Bagdad, que es el centro de una cultura mundial, el
origen de las matemáticas modernas, de la astronomía, un lugar donde vivieron
grandes filósofos aristotélicos, que luego pasaron a Fez, a Córdoba y apenas
llegaron a París en el siglo XIII. Bagdad es la Mesopotamia, el origen la
cultura humana, allí estuvo Hamurabi, allí estuvo el pueblo de Israel en el
exilio, allí empezaron a escribir la Biblia, en estilo cuneiforme. Y el señor
Bush, que se dice cristiano fundamentalista de derecha, es un ignorante que no
ve ni lo que tiene delante de la nariz, destruyó Bagdad sin saber que destruía
la cuna de la Biblia. Bueno, la filosofía permite saber que lo que nos proponen
son fantasías e ir a la esencia de las cosas. Y ese es el origen de cualquier
revolución.
No quiero ponerme a citar clásicos,
pero alguien dijo que una revolución sin teoría no es revolución. En ese
sentido, Hugo Chávez era un estadista excepcional en todo el mundo, que leía y
estudiaba, que cuando hablaba mostraba los libros que había leído en la semana.
¿Qué presidente hace eso? Por cierto, los adversarios siempre se opusieron por
atavismos eurocéntricos. Me gustaría ponerlos a discutir con mis colegas de la
universidad y poderles probar que tienen una suma ignorancia, pues se dedican,
cuando mucho, a comentar a los europeos. Les preguntan, ¿usted qué es?, y
responden kantiano; ¿y usted?, hegeliano; ¿y usted?, comentador de Habermas…
Señor, son repetidores, ¿dónde está la filosofía nuestra?, ustedes no son
filósofos. Les llamo sucursaleros y lo son, de vergüenza. No se dan cuenta de
que ni sus líderes los quieren. ¿Usted cree que Habermas va a querer a alguien
porque está propagando su pensamiento? No, no lo va a respetar porque no ha
hecho nada. El punto sería que criticara a Habermas y fuera más denso que él,
desde Venezuela. Allí sí, hasta el propio Habermas diría “este me está
serruchando el piso desde una situación distinta”. Pero no se animan porque son
cobardes políticamente e ignorantes teóricamente.
-Usted ha postulado
la necesidad de impulsar una filosofía de los pueblos originarios
latinoamericanos. ¿Cómo puede instrumentarse esa filosofía, tomando en cuenta
que en su mayoría fueron pueblos sin una lengua escrita?
-Mire, dice Aristóteles, y luego lo
reiteraron Platón y los demás griegos, que el filósofo es mitopoyético (creador
de mitos). Porque el mito es método para hacer filosofía, contra lo que piensan
algunos analíticos, formalistas del lenguaje anglosajones que hoy tienen el
poder político y filosófico en casi todos los departamentos de Filosofía en la
Tierra y a los que solo les interesa el habla. La filosofía hay que pensarla
por su contenido político, económico, psicológico porque el asunto no es hablar
sino de qué hablo. El mito, decía mi profesor en la Sorbona, muy famoso, Paul
Ricoeur, que el mito es un relato racional basado en signos. Si es racional das
justificación, argumentas simbólicamente, no unívocamente. Hay que tener
hermenéutica para saber interpretar los mitos para ver el contenido racional,
no la parte estúpida, para chiquillos o inventada. El sabio crea mitos en el
sentido de que pone relatos que son muy difíciles de interpretar. Por ejemplo,
el relato de Adán y Eva es un mito en el sentido de Ricoeur, es una cosa muy
seria, muy racional, no es para chicos, es para grandes, está cifrado simbólicamente.
El tema no es el pecado original, sino la estructura de la falta moral hoy y
siempre.
Es un relato que corrige otro mito,
el de Gilgamesh en la Mesopotamia, en el siglo V antes de la era común o
cristiana, hace 25 siglos. Si yo leo solo al mito adánico, no entiendo nada
porque no sé a quién corrige. Es un mito absolutamente actual, que me enseña
cosas que en cada época puedo leer. El mito es un gran instrumento de la
filosofía. Dirán que el mito no es filosófico, pero la filosofía tampoco es ciencia,
sino que piensa el principio de la ciencia. El geómetra es un científico, pero
el filósofo se pregunta qué es el espacio. El matemático es un científico, pero
el filósofo indaga qué es un número, qué es la cantidad, va al fundamento de la
ciencia. Cuando a un shamán, en una comunidad indígena quiché o guahibo, le
preguntan el sentido de la muerte, él cuenta un mito y le da un sentido y el
filósofo puede comparar el distinto sentido que ha dado a la muerte cada
civilización. Eso ha sido clave porque unos, como los griegos, los hindúes y
los indoeuropeos, decían que muere el cuerpo, pero el alma es inmortal. En
cambio, los semitas, los de Babilonia, los palestinos, los egipcios, decían que
muere todo el ser humano, pero luego resucita. Otro mito. Ninguno de los dos se
puede probar científicamente, pero cada uno le da un sentido diferente a la
vida. Si yo creo que el alma es lo bueno, lo divino, lo ingenerado y eterno, el
cuerpo es el origen del mal, tener deseos sexuales es pecados, como creyó el
pobre San Agustín.
Osiris, tres siglos antes del
fundador del cristianismo y 19 siglos antes de Engels y Marx, le preguntó al
muerto: “¿Qué has hecho de bueno en la Tierra?”, y el muerto le respondió: “Le
di de comer al hambriento, de beber al sediento, de vestir al desnudo y una
barca al peregrino en el Nilo”. Todos eran principios vitales, relacionados con
la carne. Para los semitas y para el fundador del cristianismo, dar de comer
era la primera obligación, eso es una política, una economía, una concepción
del mundo. En Venezuela, la crisis se plantea en términos filosóficos entre
gente que quiere dar de comer al hambriento y gente que, en nombre de
principios modernos, están en contra de ese aspecto fundamental del
cristianismo. Lo que les interesa es alimentar al capital. El filósofo les
muestra su contradicción. Así ocurre en otros países. Vengo de Colombia, allá
hay un tal Uribe, un gánster.
Es un país católico y ahora hay un
papa que dice que la paz es importante, pero el señor Uribe dice que el papa es
castro-cheguevarista. Y no vaya a ser que tenga razón, pero para el bien,
porque él es un adorador de Satán. Satán come seres humanos, igual que el
capitalismo. Pero Uribe jura que es cristiano. Lo que hablo no es una crítica
de doce o quince años, sino de toda una historia mundial de 5 mil años, que
ahora está en ebullición porque se acaba el eurocentrismo, la China y la India
comienzan a crecer y habrá un mundo multipolar. La situación va a cambiar, pero
no mañana ni pasado, ni en diez años, se va a llevar todo el siglo XXI. El que
quiera hacer la revolución a fondo en vida, es un iluso, las revoluciones se
hacen por siglos. Hay que echarse una mochila al hombro, de mucha alegría, y
entrar a la historia, porque si no tienes alegría no vas a aguantar. Dimos un pasito
atrás, ya veremos más adelante cuándo damos los próximos dos hacia adelante.