RAFAEL DE LA GARZA TALAVERA
La muerte del presidente electo de
Venezuela, Hugo Chávez, obliga a una reflexión sobre la historia de
Latinoamérica a partir del legado de Simón Bolívar pero también de la
revolución cubana y de las luchas por la autodeterminación de los pueblos. La
relación ideológica que parte de los procesos de independencia a sur del río
Bravo, pasa por la gesta de Martí y luego la de Fidel Castro para desembocar en
pleno siglo XXI en la revolución bolivariana. Los esfuerzos de los países de la
región por conformar una alianza que les permita navegar con cierta gracia por
las embravecidas aguas de la coyuntura internacional forman parte del sueño
bolivariano.
Si bien
las distancias entre el siglo XIX y el actual son enormes, en ambas épocas se
planteó claramente la idea de que los países latinoamericanos estrecharan
relaciones para evitar así el dominio de los imperios, hoy convertidos en
voraces corporaciones internacionales. En la mente de Bolívar no estaba
solamente la viabilidad económica sino también la cultural, base de la riqueza
y particularidad de la región. Hoy, a casi dos siglos de la gesta del
libertador, las cosas no han cambiado mucho, más bien han empeorado, por lo que
su proyecto cobra una dimensión mayor.
A la
muerte de Bolívar, la antorcha del latinoamericanismo fue sostenido por José
Martí, ese gigante que en su infinito amor por “Nuestra América”, como llamaba
a nuestros países, logró mantener viva la llama; su trágica muerte dejó la
simiente de la revolución cubana. La enorme influencia de este proceso en toda
la región articuló la resistencia a las ambiciones yanquis de dominación y,
contra todo pronóstico, se mantuvo vigente. Cuba estuvo presente en los últimos
50 años y su pueblo ofreció una lección de valor y autonomía que fructificó
allende las fronteras de Latinoamérica. Su crítica al imperialismo y su modelo
socioeconómico es y debe ser criticado, pero sus logros no pueden medirse sólo
por su éxito o fracaso en términos de desarrollo económico. Su gran aportación
al sueño bolivariano fue haberlo mantenido vivo, vigente, siendo solidario con
todos los movimientos populares que se fundaron en la certeza de que la
libertad no puede vivir sin la igualdad; que los destinos de un pueblo no
pueden ser diseñados en una oficina de algún país del primer mundo.
La
prueba de lo anterior fue precisamente la revolución bolivariana en Venezuela,
que inspirada en tales ideales, ofreció al mundo la prueba de que el modelo
cubano seguía dando frutos. Pero además, el aporte venezolano a este proceso
fue enorme pues logró llegar al poder por la urnas y no por la guerrilla
foquista; manteniendo relaciones comerciales con EEUU y con el mundo, evitando
así el infame bloqueo que no pudo poner de rodilla al pueblo cubano. Y si bien
en un principio intentó un golpe de estado, el fracaso demostró y exigió otra
forma de llegar al poder, más acorde con los tiempos.
El
socialismo venezolano fue entonces un avance en la resistencia al imperialismo,
pues anuló la posibilidad de una invasión yanqui con el pretexto de
salvaguardar la democracia. El pueblo venezolano dio una gran lección de
madurez política al mundo, manteniendo las formas y al mismo tiempo, abriendo
la puerta a un proceso social que aun no termina. En medio de todo eso, la
figura de Hugo Chávez se levanta y se impone. Sin negar que los procesos
históricos son producto de todos, el liderazgo, la voluntad y la confianza de
Chávez en el sueño de Bolívar lo pone la altura de sus antecesores en la
búsqueda de un mundo más justo.
Proveniente
del pueblo llano, Chávez nunca renegó de su origen; lo utilizó para enfrentar
una y otra vez los ataques y descalificaciones de la burguesía local y sus
patrones. Y si bien podemos compartir o no su estilo y sus desplantes, su
alegría y su empuje, los resultados están a la vista de todos: Venezuela es hoy
un país más justo y su pueblo goza de un nivel de vida que muchos pensaron
imposible. Pero además ha mantenido viva la llama del viejo proyecto del
libertador de América. Les ha dado a los pueblos de Latinoamérica la esperanza
en el futuro y al sueño bolivariano lo ha actualizado y vuelto realidad en
nuestros días. Por eso exclamo sin rubor: ¡Hasta siempre comandante Hugo
Chávez!.
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