Abajo del video la historia de la desaparicion en MANTE TAMAULIPAS MEXICO
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“Mami, ya estamos en México (Matamoros). Te quiero mucho, nos vemos en casa de mi abue”. Graciela Pérez Rodríguez, maestra de inglés no parará de buscar a su hija Milynali luego de más de cuatro meses en los que no hay rastro de su niña de tan sólo 13 años de edad.
FUENTE :percepcion.com.mx
“Mami, ya estamos en México (Matamoros). Te quiero mucho, nos vemos en casa de mi abue”.
Este fue el último contacto que tuvo Graciela Pérez Rodríguez con su hija Milynali Piña Pérez. Han pasado más de cuatro meses y no hay rastro de la niña de tan sólo 13 años de edad. Pareciera que se la tragó la tierra.
Pero el dolor de Graciela es múltiple. En estos momentos se considera una persona aislada, ajena a los destinos, tan incierta. Es aquí donde está, en la angustia. Entiéndase lo que es: mala tristeza.
El pasado 14 de agosto, la pequeña Milynali regresaba a casa con sus tres primos y su tío —hermano de Graciela— en una camioneta color arena GMC Sierra Denali, modelo 2008, con placas el estado de San Luis Potosí. El reloj marcaba las 18:30 horas y los celulares de la pequeña Alexis Domínguez Pérez de 16 años, José Arturo Domínguez Pérez de 20, Aldo de Jesús Pérez Salazar de 20 e Ignacio Pérez Rodríguez de 53 años, estaban muertos. Buzón… o de plano apagados.
Las 20:30 horas
Los familiares de Graciela retornaban de un viaje relámpago de la frontera texana por unas piezas de maquinaria que necesitaba el señor Ignacio para su trabajo. Era un buen pretexto para convivir antes del regreso a clases. Milynali cursaba la secundaria, José Arturo y Aldo de Jesús iban a la universidad en Tampico y Alexis era el preparatoriano del grupo.
Estaban a dos horas de llegar a Tamuín, San Luis Potosí, municipio vecino de Tamaulipas. Pero a la altura de Ciudad Mante —zona tamaulipeca— el vehículo desapareció.
Graciela había tenido comunicación continua con ellos desde la frontera hasta ese lugar dedicado al cultivo de caña de azúcar. Ahí empezó el infierno para la maestra de inglés.
Dieron las 20:30 horas, tiempo en que tendrían que haber llegado a casa,pero no había respuestas. Graciela y sus parientes comenzaron a hablar a hospitales, a la policía de tránsito, emergencias. Nada. La mamá de José Arturo y Alexis dijo que el mayor se comunicó con ella diciéndole que estaban por la alcaldía de El Mante, pero nada más. Impávido silencio.
Al día siguiente se trasladaron a ese lugar para interponer una denuncia ante el ministerio público local, pero el personal dijo que se tendrían que esperar 72 horas porque a lo mejor podrían “regresar” o igual se trataba de un secuestro.
Graciela estaba en shock. No sabía qué estaba pasando, por qué le sucedía este infortunio, por dónde empezar. Nueve días después denunció la múltiple desaparición ante el ministerio público, que no hizo nada por investigar. Las mismas autoridades municipales le dijeron que fuera con los militares, porque ellos [el ministerio público] no “buscaban personas”. Ni siquiera hubo una averiguación previa, el asunto ameritaba una “acta circunstanciada”.
Para una tragedia de esa magnitud nadie está preparado, ni cómo reaccionar, ni mucho menos a quién pedir ayuda. Ahora sabe que después de 48 horas puede acudir a Alerta Amber para buscar a menores de edad desaparecidos.
El ninguneo de la burocracia persistía. Gracias a que Edith Pérez, hermana del desaparecido excandidato del PRD-PT a la presidencia municipal de Tamuín, Ignacio Pérez Rodríguez, reclamó públicamente al entonces presidente Felipe Calderón se pudo tramitar una averiguación previa en la PGR.
Ese día, el 13 de noviembre, el mandatario estaba dando su discurso en la inauguración del Libramiento Valles-Tamuín cuando fue interrumpido por Edith, quien llevaba una manta con la fotos de los cinco familiares desaparecidos.
“Presidente —le increpó—, en mi pueblo todos sabemos quiénes se dedican a los actos delictivos. El presidente municipal, el jefe de la policía, todos saben quiénes son, pero nadie hace nada; eso es muy triste”.
Calderón le pidió que no se fuera del lugar: “No se vaya, señora, quiero hablar con usted, si le interesa su familia, que yo creo que sí”.
En su discurso, el Ejecutivo federal dijo que estaba consciente de la inseguridad que ha vivido la Huasteca potosina. “Vamos a tomar su caso”, prometió a la señora Edith.
Habían pasado tres meses y el poder diluido de Calderón no hizo efecto. Apenas hace un par de semanas, la Procuraduría Social de Atención a las Víctimas de Delitos tuvo contacto con Graciela para preguntarle si autorizaba subir el caso de sus familiares a la plataforma de desaparecidos. Ineficacia total.
“Los momentos más complicados fueron exactamente del 14 de agosto al 21 de septiembre. Nadie hacía nada, no estaban investigando, sólo los militares patrullaban. Ibamos cada tercer día a Ciudad Mante donde se sentía y se olía el miedo entre la gente. Fueron momentos terribles de incertidumbre, de angustia, de no saber nada. No había una línea de investigación, nadie buscaba a nuestros familiares. Hay una línea de investigación pero está estancada”, detalla Graciela apoyándose de una libreta con anotaciones.
La señora Graciela se siente frustrada porque con el cambio de gobierno hay funcionarios nuevos, nombres distintos, otros números telefónicos, vuelve a ser lo mismo.
“Estoy en cero. Regresó la angustia, no me deja en paz. Estamos exactamente igual. Vuelve ese miedo e incertidumbre. Y más, viendo cómo la vida pasa y la gente cree que con decirme que tenga paciencia y fe es suficiente cuando mi hija está en manos de gente mala. Eso es lo terrible”.
Soledad llena de amor
Milynali tiene una sonrisa encantadora. Graciela recuerda a su única hija como una niña alegre, inteligente, cree mucho en las personas. Eso se notó en la secundaria donde estudiaba cuando muchos compañeros y alumnos oraron por ella, por su regreso. Niños de seis años lloraban porque extrañaban su compañía.
La pequeña de 13 años le gustaba bordar, hacía diademas y llaveros para vender y ayudar en los gastos de la casa. Su sueño era estudiar dos carreras: ser una gran chef para poner un restaurante los fines de semana y los demás días dedicarse a la pediatría.
“Mi vida —dice la señora Graciela— cambió radicalmente, me dedico exclusivamente a la búsqueda de ella y mis familiares. Me salí de trabajar. He tenido contacto con gente que está pasando lo mismo. Las redes sociales son maravillosas porque me mantienen actualizada, conociendo a gente solidaria, fundaciones, asociaciones de familiares de desaparecidos, colectivos como Bordados por la Paz que me han ayudado a no sentirme sola. Son miles los casos y tristemente muchos se quedan ahí por falta de recursos, enlaces y contactos”.
Graciela tiene que viajar seguido desde San Luis Potosí a la PGR en la ciudad de México, para darle seguimiento al caso de sus familiares. Las autoridades estatales no sirven de nada, estorban. Espera que el gobierno de Peña Nieto tenga la sensibilidad de ayudar a miles de familias que buscan justicia.
La lucha de Graciela no cesará hasta que encuentre a su pequeña. Dice que muchas mañanas no tiene fuerzas para levantarse, tiene miedo que las tardes se apaguen y anochezca. Un día más sin Milynali. Lo único que la mantiene de pie es la seguridad de que su hija está viva. La soledad llena de amor.
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