Op-ed por Aleyda González
Personajes de la altura de Alfonso Cuarón dejan de lado su espacio y tiempo de reconocimiento público durante un homenaje en el Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMa), para dar paso a la denuncia y protesta en contra de eventos recientes como por los que atraviesa México. En cambio, vemos “al maquillista de las estrellas”, Alfonso Waithsman, que no por ser maquillista demerito su oficio, sino que apunto hacia la superficialidad del individuo y del cliente, dejándole saber al mundo que se va a China con la comitiva presidencial mexicana.
La actitud y frivolidad del susodicho maquillista pone también en evidencia que no sólo a él le importa un comino lo que pasa en México (porque él está muy contento de ir a China), sino que al propio presidente y a la primera dama tampoco les interesa cubrir las apariencias –a pesar de que es bien sabido que la sencillez y discreción no ha sido jamás el sello de la familia Peña Rivera-, y podrían tratar de ser al menos prudentes y no tan obvios en demostrar que la imagen, sobre todo la física, es de vital importancia para ellos en un viaje de esta envergadura.
Lo que reflejan los comentarios publicados por Alfonso Waithsman en su cuenta de Twitter y Facebook es que a él no le importa el país que deja atrás, los cientos de problemas que día tras día ocupan las primeras planas de los periódicos de la nación y el extranjero, ni el desconsuelo de las decenas de miles de familias que viven buscando a un desaparecido. Para el señor Waithsman la verdadera notica es que se tendrá que desconectar de las redes sociales por unos días porque se va a China; que no se preocupen que él vuelve en una semana y nos mantendrá al tanto de lo que allá suceda. Por si nos tenía con pendiente la minuta del maquillista de presidencia.
No me sorprende que el maquillista sea frívolo, menos si consideramos que la propia hija de la pareja presidencial declara que “ahorita no es momento, ahora venimos a disfrutar y a recibir mi premio”, imposible pedirle a la joven que se pareciera un poco más a Cuarón, pero ese es tema aparte.
Si México tiene un presidente de cartón y una primera dama de plástico, cómo podríamos imaginar que viajaran sin sus maquillistas, estilistas y asesores de imagen a ningún lado. Eso sería sencillamente impensable. Lo realmente sorprendente es que con tantos años de colmillo no sean capaces de hacer firmar a sus empleados contratos de confidencialidad, o algo que les impida seguir poniendo en evidencia el tamaño de la frivolidad que habita en Los Pinos. ¿Cuándo se ha visto que se vuelva nota el maquillista de la señora Obama? Que no dudo que lo tenga, porque nadie luce tan bien recién levantado de un viaje de más de 12 horas como las primeras damas, sea del país que sea.
Es lamentable la carencia de empatía que impera en nuestra clase gobernante y los que de ella se sirven. Es indignante que los impuestos de las familias mexicanas paguen frivolidades de este tamaño, y otras más graves a una pareja de individuos que más allá de una cara bonita no tienen nada que ofrecer. Penoso es, finalmente, que tengamos que leer en el mismo periódico una nota que habla sobre la muerte de 43 estudiantes junto a la que habla de que la Sra. Peña viaja con todo y maquillista mientras paga en abonos una mansión de más de $80 millones de pesos.
Efectivamente, la “Casa Blanca” (avaluada en 7 millones de dólares) ha sido blanco de discordias y de reportajes periodísticos que tratan de llegar al fondo del asunto, demostrando la dificultad del acceso a la información pública, como lo son los bienes patrimoniales de la familai presidencial. Las últimas pesquisas indican que Televisa habría transferido esta propiedad a la primera dama Angélica Rivera, el 14 de diciembre de 2010, 17 días después de celebrar su matrimonio con el entonces gobernador de México, Enrique Peña Nieto.
Así de vacía está la presidencia de México.
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