Opinión de (René Avilés Fabila) |
Donde quiera que uno se encuentre, escucha voces de protesta,
frases de malestar. La indignación crece y todo a causa del fiasco que es el
costoso sistema político nacional que va desde la recolecta de impuestos hasta
la alegre distribución que el poder hace de esas enormes sumas de dinero,
pasando, desde luego, por el costo de lo que llamamos democracia y su aparato
formal, el Instituto Nacional Electoral. Es molesto saber que los políticos
viven como reyes y que nadie ha llegado a multimillonario empresario de modo
honesto. De por medio, siempre están los negocios al amparo del poder.
En efecto, el taxista, el mesero, el médico que te asiste, la empleada doméstica, los alumnos de escuelas públicas, desde luego los maestros, nadie disfruta la penosa situación del México que tanto pesa sobre nosotros, los simples ciudadanos. No es una novedad, lo que sí impresiona es que por primera vez la famosa voz pública resuena de manera crítica. Pocos toleran a los políticos. Vivimos una lucha entre ellos y nosotros. Una lucha desigual, pues han hecho un país a su antojo, donde siempre nos aplastan.
Sólo veamos las semanas recientes que han desatado el clamor generalizado del país y que va desde la sensación de pésimos gobernantes, ladrones y poco honestos hasta la imagen que proyectan de asesinos. Lo fueron en 1968 y lo son en 2014. Los partidos son distintos, en el fondo son iguales. Alguna vez, en una mesa redonda donde un grupo de académicos nos preguntábamos qué le sucedió a la izquierda, dónde se perdió, Enrique Semo, militante del histórico Partido Comunista, perredista luego de su extinción, señaló que se perdió a causa de la llegada de los ex priistas, los que, en rigor, jamás han dejado de serlo y algo peor, han sido capaces de contaminar a los que afirman ser progresistas y a quienes forman parte de una tediosa derecha.
Es verdad, tiene razón. Pero eso es una explicación a medias. Falta saber hasta dónde caló el derrumbe o fracaso del pensamiento de Marx, obra tan mal puesta en escena. Los jóvenes no buscan en El capital o en el Manifiesto Comunista la ruta ideológica, más bien combaten sin una dirección fija, culpando, y no sin razón, a los partidos políticos existentes. Muestran su indignación destruyendo la Puerta Mariana de Palacio o golpeando al ingeniero Cárdenas o agrediendo a Alejandro Encinas. Todavía no reconocen a los enemigos, no precisan dónde están los aliados. Pero eso puede ser solucionado. Poco a poco los jóvenes buscan su camino hacia un país diferente. Pero un alumno me dijo retador: ¿Encinas es inocente? No, añadió, en su momento formó parte de los perredistas que cometieron excesos, que se tomaron más atribuciones de las que tenían y llegó a apoyar a un tipo vinculado al narcotráfico al introducirlo oculto en la cajuela de su auto a la Cámara de Diputados. No es inocente. En su momento verá por sus intereses, no por los de Guerrero o del DF, por los estudiantes que protestan sino que velará por los propios.
Dudo mucho que volvamos fácilmente a la calma. El presidente Peña Nieto viaja en plena crisis a Oriente. El salvador López Obrador de nuevo miente al negar sus relaciones con los políticos más turbios y dice que no los conoce cuando en los medios y en las redes sociales aparecen multitud de fotografías que lo muestran junto con el asesino Abarca. Los jóvenes tienen un futuro oscuro, mientras los políticos insisten en sus discursos demagógicos y elementales. Tengo la impresión que los jóvenes están caminando hacia transformaciones de mayor envergadura que nada tienen que ver con los partidos políticos.
En efecto, el taxista, el mesero, el médico que te asiste, la empleada doméstica, los alumnos de escuelas públicas, desde luego los maestros, nadie disfruta la penosa situación del México que tanto pesa sobre nosotros, los simples ciudadanos. No es una novedad, lo que sí impresiona es que por primera vez la famosa voz pública resuena de manera crítica. Pocos toleran a los políticos. Vivimos una lucha entre ellos y nosotros. Una lucha desigual, pues han hecho un país a su antojo, donde siempre nos aplastan.
Sólo veamos las semanas recientes que han desatado el clamor generalizado del país y que va desde la sensación de pésimos gobernantes, ladrones y poco honestos hasta la imagen que proyectan de asesinos. Lo fueron en 1968 y lo son en 2014. Los partidos son distintos, en el fondo son iguales. Alguna vez, en una mesa redonda donde un grupo de académicos nos preguntábamos qué le sucedió a la izquierda, dónde se perdió, Enrique Semo, militante del histórico Partido Comunista, perredista luego de su extinción, señaló que se perdió a causa de la llegada de los ex priistas, los que, en rigor, jamás han dejado de serlo y algo peor, han sido capaces de contaminar a los que afirman ser progresistas y a quienes forman parte de una tediosa derecha.
Es verdad, tiene razón. Pero eso es una explicación a medias. Falta saber hasta dónde caló el derrumbe o fracaso del pensamiento de Marx, obra tan mal puesta en escena. Los jóvenes no buscan en El capital o en el Manifiesto Comunista la ruta ideológica, más bien combaten sin una dirección fija, culpando, y no sin razón, a los partidos políticos existentes. Muestran su indignación destruyendo la Puerta Mariana de Palacio o golpeando al ingeniero Cárdenas o agrediendo a Alejandro Encinas. Todavía no reconocen a los enemigos, no precisan dónde están los aliados. Pero eso puede ser solucionado. Poco a poco los jóvenes buscan su camino hacia un país diferente. Pero un alumno me dijo retador: ¿Encinas es inocente? No, añadió, en su momento formó parte de los perredistas que cometieron excesos, que se tomaron más atribuciones de las que tenían y llegó a apoyar a un tipo vinculado al narcotráfico al introducirlo oculto en la cajuela de su auto a la Cámara de Diputados. No es inocente. En su momento verá por sus intereses, no por los de Guerrero o del DF, por los estudiantes que protestan sino que velará por los propios.
Dudo mucho que volvamos fácilmente a la calma. El presidente Peña Nieto viaja en plena crisis a Oriente. El salvador López Obrador de nuevo miente al negar sus relaciones con los políticos más turbios y dice que no los conoce cuando en los medios y en las redes sociales aparecen multitud de fotografías que lo muestran junto con el asesino Abarca. Los jóvenes tienen un futuro oscuro, mientras los políticos insisten en sus discursos demagógicos y elementales. Tengo la impresión que los jóvenes están caminando hacia transformaciones de mayor envergadura que nada tienen que ver con los partidos políticos.
www.reneavilesfabila.com
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