9 de marzo de 2015

EL CINISMO Y VILEZA DE PEÑA Y LA OLIGARQUÍA

cinismo
En política no caben las sensaciones, los mecanismos subjetivos de la mente, porque lo que cuenta son los hechos, la realidad concreta que finalmente determina qué hacer en determinadas circunstancias. Enrique Peña Nieto dijo al diario británico Financial Times, que en México existe “una sensación de incredulidad y desconfianza”. Si acepta que hay “una sensación” de ese tipo entre la sociedad mayoritaria, significa que por fin se dignó mirar hacia el interior del país, aunque no con el fin de analizar qué tan real es esa actitud y desentrañar causas y efectos, sino simplemente para hacer creer al diario londinense que no es ajeno a la realidad nacional, al grado de que otro medio británico, The Economist”, criticó su actuación publica señalando que “no entiende que no entiende”.
Los hechos confirman que tal crítica no es infundada: Peña Nieto no entiende que no se trata de una mera “sensación” de la gente la desconfianza e incredulidad en las buenas intenciones de su gobierno. Con sus actos, en sólo dos años se ganó a pulso ese modo de ver a su administración por la mayoría de ciudadanos, los que han resentido las consecuencias de políticas públicas orientadas a favorecer a una minoría excluyente que no se sacia de obtener prebendas y privilegios, como lo demuestra el interés de Televisa en colocar en la Procuraduría General de la República a una de sus piezas, y como magistrado de la Suprema Corte de Justicia de la Nación a un personaje que no puede inspirar más que desconfianza, Manuel Medina Mora, actual embajador en Estados Unidos y ex titular de la PGR.
Peña Nieto defendió a ambos personajes diciendo que reúnen el perfil necesario para ejercer los cargos, que han tenido una carrera pública intachable: “Ambos tienen merecimiento para ocupar las responsabilidades para las cuales han sido propuestos”. Aunque así fuera, políticamente es un grave error tal decisión. Permite considerar, de manera fehaciente, que no es más que un empleado del monopolio televisivo, y como tal está obligado a obedecer sin chistar todas las órdenes de Emilio Azcárraga Jean y sus principales colaboradores, entre ellos el hermano de la ahora nueva procuradora, Leopoldo Gómez, vicepresidente de Noticias del consorcio. Asimismo, que debe igual obediencia al gobierno estadounidense, el cual quiere premiar a Medina Mora por su entreguismo.
Es una paradoja que por un lado Peña Nieto reconozca que la ciudadanía tiene “una sensación de incredulidad y desconfianza”, y por otro siga haciendo todo lo posible por profundizar esa “sensación”. ¿Qué confianza puede tener el mexicano de a pie en personajes al servicio de intereses minoritarios, mezquinos y excluyentes, como lo demuestra su biografía? Lo razonable y sensato sería que el inquilino de Los Pinos demostrara con hechos que tiene conciencia de la realidad y que tiene una elemental disposición a cambiar las cosas, cuando menos para reducir esas “sensaciones”. Lo que nos patentiza con su actitud es que no tiene voluntad para corregir las causas de los grandes problemas nacionales, mucho menos para enfrentar las duras presiones de los poderes fácticos.
Con sus decisiones está demostrando que es un rehén de la oligarquía, realidad muy peligrosa que presagia mayores desdichas para la sociedad mayoritaria. Tal parece que no va a entender, el grupo en el poder, que vamos directamente a un abismo sin fondo, hasta que la gente empiece a reaccionar obligada por las circunstancias. Es obvio que la clase política reaccionaria, confía que el pueblo es incapaz de organizarse y defender su dignidad mancillada. De ahí su desfachatez para seguir actuando con tal cinismo y vileza.
La cúpula de la oligarquía está igual o peor, como lo demuestra su afán en exigir más privilegios de los que ya tiene. Así como Peña Nieto no entiende que no entiende, esa élite enriquecida a manos llenas, tampoco entiende que por su egoísmo y voracidad está llevando al pueblo a la desesperación, al mismo tiempo que pervierte las relaciones sociales y profundiza la descomposición del tejido social. Así, no sólo están acabando con la nación, sino cancelando el futuro de los mexicanos nacidos al empezar el nuevo siglo. Sin embargo, aún es tiempo de corregir semejante monstruosidad. Basta que dos terceras partes de mexicanos se organicen para frenar sin violencia a quienes nos están destruyendo.
FUENTE: REVOLUCION TRES PUNTO CERO

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