Servando Gómez Martínez podría ser el primer capo mexicano en ser acusado de terrorismo en EE.UU.
Fue el encargado de
generar una oleada de terror en Michoacán, lo que provocó el surgimiento de las
autodefensas. Desafió a las Fuerzas Armadas y a la Policía Federal al grado de
asesinar a una docena de ellos el 22 de julio de 2009, hecho que grabó y subió
a YouTube.
Usó, además, esa
plataforma para exhibir y chantajear a políticos como Jesús Reyna, gobernador
interino, y a Rodrigo Vallejo, hijo de Fausto Vallejo, el mandatario con
licencia.
Aficionado a las peleas
de gallos y fanático del esoterismo, asesinaba de manera por demás violenta a
quien lo traicionaba, según lo interpretaba en la lectura del tarot.
Ese era Servando Gómez
Martínez, la Tuta, último líder de Los Caballeros Templarios. El mismo que
Alfredo Castillo, comisionado para la Seguridad en ese estado, describió como
“acorralado” y “neutralizado” para dirigir esa organización criminal, y a quien
Miguel Ángel Osorio Chong, secretario de Gobernación, llamó “el criminal más
buscado de México”.
Hoy, este hombre podría
enfrentar todo el terror que sembró y no precisamente por las ocho órdenes de
aprehensión que hay en su contra en territorio nacional, sino por los cargos
que tiene pendientes en el vecino país del norte, según una investigación de
Víctor Hugo Michel para Milenio.
De acuerdo con esa nota,
la Tuta podría convertirse en el primer criminal mexicano acusado por el
Departamento de Justicia al violar la Sección 960 (a) del Título 21 del Código
de Estados Unidos, normatividad que desde 2006 sanciona simultáneamente los
delitos de narcotráfico y terrorismo.
La Corte del Distrito
Sur de Manhattan inició desde 2009 la investigación contra Gómez Martínez no
solo por la “posesión, manufactura o distribución de una sustancia controlada”,
sino por “pertenecer a una organización terrorista extranjera” que podría
atentar contra los intereses de ese país.
En caso de que el
gobierno mexicano concediera su extradición, podría ser condenado a pagar una
multa de 10 a 50 millones de dólares, y a pasar el resto de sus días en una
prisión Supermax, como la de Florence, Colorado.
Ahí se encuentran
recluidos, entre otros, criminales de la talla de John Walker Lindh, el joven
estadounidense que fue capturado durante la invasión a Afganistán en noviembre
de 2001 y que después se sumaría a Al Qaeda por lo que fue llamado el “talibán
americano”.
Así como Zacarías
Moussaoui, autor intelectual de los ataques terroristas del 11 de septiembre de
2001, y Teodore Kaczynski, el Unabomber, quien envió 16 cartas-bomba a
universidades y aerolíneas, que mataron a tres personas e hirieron a otras
veintitrés.
Con la Sección 960 (a),
además de los mencionados, se ha juzgado y sentenciado también a criminales de
las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia (FARC) y de las Autodefensas
Unidas de Colombia (AUC), organizaciones catalogadas como terroristas por el
Departamento de Estado.
Nunca un capo mexicano
ha sido acusado bajo esa modalidad por lo que, en caso de que se acepte su
extradición, la Tuta podría ser enjuiciado en Manhattan por el fiscal de
Distrito, Preet Bharara, especialista en castigar el crimen organizado y uno de
los más temidos.
La causa del
Departamento de Justicia contra el exlíder templario incluye varios delitos,
entre ellos, conspirar para importar varias toneladas de cocaína y
metanfetaminas a unas treinta ciudades de la Unión Americana.
Este tráfico de drogas,
según las autoridades judiciales, afectaba directamente la seguridad nacional y
debido a que Los Caballeros Templarios fueron incluidos en la lista de
organizaciones terroristas extranjeras, se considera que la venta de
estupefacientes era usada, además, como una herramienta de terror.
John E. Thomas,
catedrático de la Universidad de Derecho de Washington, en su análisis
Narco-Terrorismo, reconoce que la relación entre el narcotráfico y el
terrorismo no tiene que ser implícita, sino expresa. Entonces, ¿existe
realmente esa relación narcotráfico-terrorismo o es solo producto de la
paranoia? El tema es, por supuesto, causa de controversia.
El debate por el
narcoterrorismo
A partir de los
atentados terroristas a las Torres Gemelas de Nueva York, el 11 de septiembre
de 2001, se especuló sobre las alianzas entre traficantes de drogas y armas,
con terroristas. Así lo documentó Charles Tilly en su libro Credit and Blame,
publicado en 2008.
Sin embargo, pocas veces
se ha logrado comprobar una conexión real. En febrero de 2011, Janet
Napolitano, secretaria de Seguridad Interior de Estados Unidos, al comparecer
ante el Comité de Seguridad del Senado reveló que había preocupación de que
terroristas islámicos usaran las redes del narcotráfico mexicano para
introducirse en el territorio norteamericano y atentar contra sus intereses.
Directivos del FBI
señalaron en 2011 que “contrabandistas mexicanos pueden asociarse con
terroristas, proveerles servicios y facilitar el contrabando de armas químicas,
biológicas, radiológicas o nucleares. El crimen, el terrorismo y la insurgencia
están entretejiendo nuevas formas de cooperación que amenazan no solo el
bienestar, sino la seguridad de las sociedades del hemisferio occidental”.
Para demostrar estos
supuestos nexos, Estados Unidos cita siempre el caso del presunto complot iraní
para atentar contra el embajador de Arabia Saudita en Estados Unidos con ayuda
de narcotraficantes mexicanos, en 2011.
Los hechos ocurrieron
así: Massoud Arbabsiar, ciudadano estadounidense nacido en Irán, intentó
organizar el atentado y buscó a un contrabandista mexicano. El problema fue que
quien se ofreció para cometer el asesinato resultó ser un informante de la DEA.
Así se descubrió el asunto que fue presumido en los medios por el procurador
general, Eric Holder.
Fernando Escalante,
académico del CIDE, estima en su texto Narcoterrorismo. La fábrica de la
opinión pública que este tipo de casos son en realidad montajes, pues no se ha
logrado establecer con precisión un vínculo directo entre las dos actividades.
En todo caso, considera, el objetivo es justificar una mayor injerencia de
Estados Unidos en la política de seguridad mexicana a través de la Iniciativa
Mérida. Cierto o no, la Tuta podría ser visto como una víctima de esa política
y convertirse en el primer capo mexicano en ser acusado de narcoterrorismo. El
tiempo lo dirá.
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