8 de noviembre de 2018

EL EJÉRCITO BURGUÉS Y CONTINUIDAD DE LA VIOLENCIA DE CLASE


TOMADO DE CEDEMA

¡Con la guerra popular! ¡El EPR triunfará!



La permanencia del ejército burgués en las calles significa la continuidad de la política de terrorismo de Estado y es expresión de que la lógica capitalista no se ha trastocado, el “respeto” a los usos y costumbres del ejército burgués es el sostenimiento de la columna vertebral que sostiene al régimen de explotación y opresión.

El perfeccionamiento del aparato represivo no significa mejores garantías para detener la violencia, representa el fortalecimiento de las instituciones represivas para ejercer mayor violencia de clase. Se propone desde la cúpula burguesa, desde los partidos electorales y desde los nuevos administradores del sistema capitalista mejorar las capacidades técnicas de los cuerpos policíaco militares, el objetivo es ejercer con mayor precisión y de forma selectiva la represión e intensificar la opresión contra el pueblo, se intenta eliminar la voluntad popular de combatir por medio de la violencia de la clase burguesa.

La continuidad de la permanencia del ejército en las calles y las políticas que dan fortaleza al Estado policíaco militar son evidencia de que se reproduce la lógica oligarca y no es capacidad ni voluntad de la nueva administración resolver las contradicciones capitalistas. Desde los círculos intelectuales burgueses, la dictadura de opinión, algunas organizaciones serviles al régimen y politicastros se busca justificar la permanencia de las fuerzas represivas por parecer “inevitable” y hasta “necesario” para el país, todo en aras de “salvaguardar la seguridad nacional”.

Más allá de ver y analizar mecánicamente la salida o permanencia del ejército mexicano de las calles debemos observar el origen del fenómeno, concretamente de la violencia y del carácter de las instituciones involucradas en ella. Carácter de las fuerzas armadas mexicanas Las fuerzas armadas mexicanas (SEMAR y SEDENA) tienen un origen de clase, son un Ejército burgués que existe para asegurar el poder económico y político de la burguesía, el ejército representa la columna vertebral que sostiene con la violencia de clase el poder de la minoría explotadora. Su formación se da para perpetuar la dictadura del capital y no para la defensa del pueblo. No es de extrañar que, en los momentos de crisis económica, por tanto, política, se le otorguen prerrogativas y amplio campo de maniobra a las fuerzas armadas, privilegios dentro del presupuesto y “autonomía” en su estructuración y vida orgánica.

Desde las tres pasadas administraciones federales las fuerzas castrenses ocupan un papel más visible por las necesidades oligarcas, se busca con su presencia y actuar mermar el descontento popular, eliminar la voluntad popular de combatir y acallar la inconformidad contra el régimen.

Son los que ejecutan el terrorismo de Estado, responsables materiales de los crímenes de lesa humanidad y propagadores de la violencia contra el pueblo. Porque la violencia que vivimos es de clase, es violencia burguesa contra la clase trabajadora. La permanencia en las calles de las fuerzas represivas asegura la continuidad de la violencia como el instrumento por el cual se aseguran los planes capitalistas, a esto se debe el incremento exponencial de los crímenes de Estado donde hay intereses extractivos.

Las nuevas necesidades del capital monopolista transnacional exigen el reordenamiento del actuar militar, perfeccionar los mecanismos por los cuales se aplica la violencia contra el pueblo y enfilar su actuar contra las posiciones críticas y revolucionarias, por ello no se trastoca su funcionamiento ni su labor en la presente coyuntura, al contrario, se busca darles mayores herramientas técnicas para culminar el proceso de militarización que vivimos.

Realidad de las fuerzas armadas y la violencia de clase Este proceso de “transición” a la izquierda viene a estructurar las tareas castrenses en cuanto al ejercicio de la violencia reaccionaria. Su origen y desarrollo se encuentra en el Estado burgués, en sus instituciones y administradores, en conjunto representan el instrumento de opresión de la clase que detenta el poder. Éste ejerce la violencia burguesa contra el pueblo, a la vez que administra el poder burgués y legitima la explotación. Si es el Estado el responsable de la violencia contra el pueblo ¿es real la posibilidad de que él mismo lo detenga? Se hace evidente el dicho: el ladrón grita que detengan al ladrón.

Pedir que la violencia se detenga con mayor intervención del ejército o con el perfeccionamiento de las fuerzas represivas es un sofisma que guarda detrás de sí un claro interés de clase, el sometimiento de las masas trabajadoras en función del capital.

Esta es la realidad objetiva, independiente de nuestros gustos o deseos, es la lógica del desarrollo de la propiedad privada como piedra angular del régimen actual. Sin embargo, desde la dictadura de opinión, los intelectuales ungidos, mantenidos y promovidos desde las instituciones educativas burguesas, los políticos de oficio, el reformismo bajo la careta del “civilismo democrático” y las instituciones del Estado se promueven a las fuerzas armadas como una institución necesaria para el mantenimiento del orden y la paz “democrática”, como garantes de la “seguridad nacional” y los intereses del pueblo.

En síntesis, se promueve el discurso demagógico que justifica la violencia contra el pueblo. La clase trabajadora debe ser consciente de que el incremento de la violencia, registradas en las propias estadísticas burguesas, es responsabilidad directa de las fuerzas represivas; y que todo discurso que no señale el carácter de clase del ejército burgués conduce a legitimar el Estado policíaco militar. Los mecanismos de opresión se desarrollan y sus tácticas se perfeccionan, la capacidad criminal del Estado se generaliza y se ejecuta, aparentemente, fuera de la institucionalidad burguesa.

Es la maniobra para crear al enemigo interno para eludir su responsabilidad, por ello la violencia se imputa al “narcotráfico” y al “crimen organizado”, pero ambos fenómenos tienen origen desde el Estado. De esta manera se crean ficticiamente condiciones para imponer y dar continuidad a las políticas profascistas, la militarización del país y a la violencia reaccionaria del régimen bajo una careta democrática. Si nuestro análisis se enquista en la posición que argumenta la existencia de un ente externo al Estado como propagador de la violencia damos pie a la impunidad, a la continuidad del terrorismo de Estado como política de gobierno y empujamos a darle una “solución” dentro de la lógica burguesa.

Argumentos como el “perdón”, la “verdad” fabricada desde las instituciones burguesas, la aplicación del estado de derecho, el fortalecimiento del Estado mexicano, fortalecimiento de la “democracia”, el mejoramiento de los cuerpos policíacos, la capacitación de las fuerzas militares en conjunto empuja a poner orden a la violencia burguesa, a limar y acabar con las contradicciones interburguesas en pos de perfeccionar a las fuerzas represivas para garantizar sus intereses.

El objetivo es poner “orden” para enfilar la violencia contra todo el pueblo. Desde las instituciones burguesas es normal que este tipo de alternativas se propalen, sin embargo, la tragedia se encuentra cuando fuerzas populares se dejan llevar por ignorancia política o por el dominio oportunista y reformista en el movimiento popular. En los dominios y reglas de la democracia burguesa y desde las formas burguesas de hacer política no habrá otra vía más que los estrechos marcos del estado de derecho burgués y del dominio de los explotadores y opresores, en esa dirección todo esfuerzo es maniatado a los intereses burgueses y no saldrá de la lógica capitalista.

La realidad de violencia y la voluntad popular de combatir La militarización en México tiene una función política, en momentos de crisis busca mermar las contradicciones y eliminar la voluntad popular de combatir, es el ejército burgués el encargado de ejercer la violencia para el control de la población; por medio de la política del terrorismo de Estado imponen la violencia de clase, garantiza la imposición del estado de derecho oligárquico, el Estado policíaco militar y las políticas neoliberales, su continuidad asegura los intereses de la oligarquía y el capital monopolista transnacional. Este es el papel de las fuerzas armadas, es el puntal para la realización de las exigencias imperialista y las necesidades oligarcas. Por ello debe existir claridad en el pueblo y sus organizaciones sobre el papel que desempeñan las fuerzas represivas, en específico las fuerzas armadas del Estado burgués, instrumento para ejercer control e imponer los intereses capitalistas. Ante la violencia de clase al pueblo debe organizarse en torno a sus intereses; eliminar toda expresión que conduzca a la conciliación de clase, toda posición no proletaria que conduzca a supeditar los intereses del pueblo en las vías del oportunismo y reformismo.

El pueblo en la medida que avanza en la adquisición de la conciencia política conoce e identifica a su enemigo de clase, al enemigo común responsable de sus condiciones paupérrimas de existencia, en esa medida se avanza en la construcción de los instrumentos políticos y organizativos para enfrentar al Estado burgués.

El creciente descontento de las masas debe dar paso a fortalecer la lucha consciente y decidida contra el capitalismo, de donde se desprende la necesidad de la creación de organismos de combate popular. Las luchas del pueblo han enseñado que a la columna vertebral del Estado burgués se le puede derrotar, que a pesar de la relativa superioridad es posible hacerle frente y frenar su acción criminal, su impunidad y su carácter opresor.

Al instrumento que ejerce la violencia burguesa se le debe atajar con la denuncia y la acción política combativa de las masas, frenar la militarización con la construcción del poder político de pueblo que se defiende con la acción revolucionaria armada de las masas, éstas tienen el legítimo derecho a hacer uso de la autodefensa armada bajo mecanismos de organización proletaria, desarrollar en todo momento combate político contra el régimen.

¡Con la guerra popular! ¡El EPR triunfará!

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