Foto: Lulú Urdapilleta
(@lulurdapilleta)
Por Diana Delgado
Desde hace casi una década, Nadia López García escribe poemas y canciones
de rap con el objetivo de eliminar la discriminación, al tiempo que es
activista a favor de los derechos de las mujeres
Las familias guardan secretos. A Nadia López García le tomó 15 años
darse cuenta de que su madre hablaba mixteco a escondidas para evitar que la
joven sufriera algún caso de discriminación por ser hija de indígenas.
Once años después de aquel hallazgo, Nadia aprovechó la herencia en vida
que le hizo su madre para crear un universo de letras —expresadas en poemas o
en canciones de rap— para convertirse en una protectora de la lengua mixteca y
hacer activismo a favor de mujeres y niños.
Sin embargo, ser poeta y escritora en lengua indígena tiene un reto muy
particular: hacer que las personas escuchen, lean y se interesen por lo que
esta joven hace.
“Podemos escribir, pero en la
ciudad pocas personas hablan la lengua y a todos les llega la versión en
español. A eso agrégale que muchos de quienes hablan no leen ni escriben;
entonces, el reto de no dejar morir esa forma de ver la vida a través de las
palabras es mayor”, dice.
Apenas en
octubre pasado, Nadia, licenciada en Pedagogía por la UNAM, se hizo escuchar
más al ganar el Premio Nacional de la Juventud 2018 gracias a su trabajo con
indígenas que viven en la Ciudad de México y por dar clases de mixteco a niños
con el fin de que las tradiciones y lengua de su pueblo no desaparezcan.
El día
que recogió el premio, Nadia llegó con una falda que sus tías le hicieron, una
blusa que bordó su abuela y un rebozo que su mamá le regaló. Se paró frente a
autoridades federales y dijo “ser joven es resistir, pero ser joven indígena es
resistir doblemente”.
El inicio
de la resistencia
Nadia
considera que su historia de vida es un desafío al futuro. Hija de jornaleros,
la ahora joven de 26 años de edad pasó su infancia trabajando en sembradíos.
Ya en la
adolescencia, Nadia se enamoró de la obra de Rosario Castellanos y, luego de
enterarse que la escritora mexicana estudió Filosofía y Letras en la UNAM,
decidió probar suerte y presentó el examen de admisión a la máxima casa de
estudios, donde fue aceptada y se convirtió en la primera mujer de su familia
en estudiar la universidad.
“Muchos
nacemos sin ninguna posibilidad, llegamos a lugares alejados, sin papás que
tengan una carrera universitaria, sin tíos que puedan ayudarnos económicamente.
Pareciera que nacimos y hay un cierto tope al que debemos llegar”, recuerda la
joven, quien consiguió una beca para estudiantes indígenas, al tiempo que
vendió dulces, trabajó como mesera y lavó ropa ajena para sostener su estancia
en la capital del país, a donde llegó con solo cinco mil pesos en la bolsa.
Redes
contra la discriminación
Una vez
instalada en la Ciudad de México, Nadia se percató de que los indígenas que
viven en la urbe acostumbran tejer redes entre ellos, porque eso es lo único
que puede hacerlos sentir cerca de sus tierras y de las familias que ya no ven.
“Aquí no
nos unimos para los casamientos. Nos unimos porque nos damos cuenta de que aquí
es donde más se discrimina, donde están los casos de racismo y exclusión, es
aquí donde te enfrentas a los otros que te señalan porque no eres como ellos”,
menciona.
Además,
Nadia ha padecido el racismo en su vida cotidiana, desde miradas o cuchicheos
en las calles cuando la ven con ropa tradicional o la escuchan hablar mixteco,
hasta la discriminación en eventos culturales, en los que los ponentes se
sienten “incómodos” por compartir mesa con ella o la cuestionan para ver si es
que entiende lo que discuten.
También
ha enfrentado resistencia a todo tipo de textos en lenguas indígenas. “Me dicen
‘se escucha bonito’, pero no se interesan más. Aquí no se hace crítica
literaria en lenguas”, sostiene.
Su labor
como activista
Nadia
López García puede presumir el Premio a la Creación Literaria en Lenguas
Originarias Cenzontle 2017, obtenido gracias al libro Ñu’ú
Vixo/Tierramojada, un poemario
con 15 piezas en español y mixteco que tratan el tema de la mujer, su erotismo,
la migración y las ausencias.
“Las
mujeres de mi cultura no tocan el tema erótico ni la sexualidad, eso tiene que
ver con el machismo, pero más con un miedo a expresarse con el cuerpo. Yo quise
romper con eso”, asegura.
Además,
Nadia compone rap en mixteco, vende mezcal, participa en recitales, da charlas
a mujeres indígenas e imparte talleres para niños. Está convencida de que esos
esfuerzos pueden hacer niños más conscientes sobre la diversidad cultural y
lingüística de México, donde tenemos 68 lenguas indígenas y 364 formas
diferentes de interpretarlas.
En ese
contexto, recibió, de manos de Enrique Peña Nieto el Premio Nacional de la
Juventud 2018, donde sentenció: “Soy Nadia, hija de una mujer que fue
monolingüe hasta los 15 años y que no concluyó su educación primaria, porque no
podía hablar en español. Una mujer que recibió castigos por hablar y pensar en
la lengua mixteca.
“Soy
mujer, soy indígena, soy migrante y soy joven, quizá todas las características
que dolorosamente presagian un futuro poco alentador”, subraya. “Estamos aquí
diciéndole a México: sí se puede (…) Soñemos juntos en distintas lenguas, por
un México más justo, más libre y más incluyente”.
Reportera que camina la CDMX. Ideática
y platicadora en sus ratos libres. Escribe de madrugada y duerme en el autobús.
Convencida que las personas están hechas de historias y no sólo de tripas y
huesos. De la vida aprendió a no tener sentimiento de escasez.
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