EL OPUS DEI, CABALLO DE
TROYA DEL LIBERALISMO
ENTRE
DOS MONEDAS FALSAS,
LA
MÁS SIMILAR A LA VERDADERA ES LA PEOR
Tocará a historiadores mas documentados que yo el juzgar con precisión
la influencia liberal del Opus en la evolución, o más bien, revolución política
y religiosa de España en estos últimos años, influencia que por lo visto, fue
muy importante.
Lo que quiero aquí es, sin pasión ni polémica, comparar la doctrina
abiertamente liberal de la Obra y de su fundador, con las enseñanzas eternas de
la Iglesia.
a) UN CONCEPTO AMBIGUO DE LA LIBERTAD
Desde hace dos siglos la Iglesia multiplica sus advertencias contra una
idea falsa y demoledora de “libertad”. No hay libertad fuera de la dependencia
de Dios. Estamos en una dependencia total de Dios tanto en nuestro ser como en
nuestro obrar. (Basta leer por ejemplo la encíclica de S.S. León XIII,
“Libertas”.) A nosotros criaturas nos toca obedecer a cada momento y en cada
acción a la voluntad amorosa de nuestro Creador, expresada por su ley natural,
por la ley evangélica y por las órdenes legítimas de nuestros superiores. En
esta obediencia y dependencia de Dios consiste nuestra perfección: “Sed
perfectos”. Escuchemos la doctrina tradicional y eterna de la Iglesia tan clara
y hermosa referente a la libertad: “Si ha de tener nombre verdadero de libertad
en la sociedad misma, no ha de consistir en hacer lo que a cada uno se le
antoja, de donde resultarían grandísima confusión y turbulencias opresoras, al
cabo, de la sociedad, sino en que, por medio de las leyes civiles, pueda cada
uno fácilmente vivir según los mandamientos de la ley eterna”. (“Libertas” núm.
11).
Si leemos ahora los escritos del fundador de “la Obra”, ¡qué diferencia!
¡qué lenguaje tan distinto y no exento de ambigüedad!
“Algunos
de los que me escucháis me conocéis desde muchos años atrás. Podéis atestiguar
que llevo toda mi vida predicando la libertad personal, con personal
responsabilidad. La he buscado y la busco, por toda la tierra, como Diógenes
buscando un hombre, y cada día la amo más, la amo sobre todas las cosas
terrenas: es un tesoro que no agradeceremos nunca bastante”. (José Mª
Escrivá de Balaguer, Sermón de Cristo Rey del 22-11-1970). ¿De qué libertad se
trata? No lo sabemos.
Y estas expresiones tan peligrosas: “La libertad personal
que defiendo y defenderé siempre con todas mis fuerzas” (“Amigos de Dios, núm.
26). “Libremente, sin coacción alguna, porque me da la gana, me decido por
Dios”. (“Amigos de Dios “núm. 35). “Soy muy amigo de la libertad, y
precisamente por eso quiero tanto esa virtud cristiana (la
obediencia). Debemos
sentirnos hijos de Dios, y vivir con la ilusión de cumplir la voluntad de
nuestro Padre.
Realizar
las cosas según el querer de Dios porque nos da la gana (1), que es la razón
más sobrenatural. El espíritu del Opus Dei, que he procurado practicar y enseñar
desde hace mas de 35 años, me ha hecho comprender y amar la libertad personal”. (“Es Cristo que
pasa” nº 17). Podríamos multiplicar los textos. Digamos solamente que si bien
“el padre suele añadir a esta palabra: “libertad” esta otra: “responsabilidad”,
si bien la libertad que nos alaba suele acabar bien (“Libremente, sin coacción
alguna porque me da la gana, me decido por Dios (2), sin embargo, todo este
lenguaje nos suena mal, nos suena ambiguo, nos deja una impresión
desagradable.
La libertad no consiste de ninguna manera en hacer “lo que me da la
gana”, sino en obrar según la recta razón. Por eso, dice Santo Tomás, el poder
pecar no es libertad, sino servidumbre. Nos gustaría que los hombres actuales
de la Iglesia y del Opus Dei nos hablaran más claro en vez de repetir estas
solemnes y enfáticas alabanzas de la libertad sin más precisiones (3)
b) MONS. ESCRIVÁ DE BALAGUER Y LA LIBERTAD RELIGIOSA
Sobre este tema de la libertad religiosa “e1 padre habló bien claro.
Refiere Salvador Bernal:
“En 1966 contó a un periodista, Jacques Guillemé-Brûlon, de “Le Figaro”,
lo que una vez había comentado -el padre Escrivá de Balaguer- al Santo Padre Juan
XXIII, movido por el encanto afable y paternal de su trato “Santo Padre, en
nuestra Obra siempre han encontrado todos los hombres, católicos o no, un lugar
amable: no he aprendido el ecumenismo de Vuestra Santidad”. El se rió
emocionado porque sabía que, ya desde 1950, la Santa Sede había autorizado al
Opus Dei a recibir como asociados cooperadores a los no católicos y aún a los
no cristianos.
Poco antes, el periodista le había preguntado sobre la “posición de la
Obra” ante la Declaración del Concilio Vaticano II acerca de la libertad
religiosa. La respuesta surgió bien clara: “En cuanto a la
libertad religiosa, el Opus Dei, desde que se fundó, no ha hecho nunca
discriminaciones: trabaja y convive con todos, porque ve en cada persona un
alma a la que hay que respetar y amar. No son solo palabras, nuestra Obra es la
primera organización católica que, con la autorización de la Santa Sede, admite
como Cooperadores a los no católicos, cristianos o no. He defendido siempre la
libertad de las conciencias. No comprendo la violencia: no me parece apta ni
para convencer ni para vencer; el error se supera con la oración, con la gracia
de Dios, con el estudio, nunca con la fuerza, siempre con la caridad.
Comprenderá que siendo ese el espíritu que desde el primer momento hemos
vivido, sólo alegría puede producirme las enseñanzas que sobre este tema ha
promulgado el Concilio”. (“Mons. J. Escrivá de Balaguer” Salvador Bernal).
El lector habrá notado enseguida la contradicción de este texto con la
Encíclica ” CUANTA CURA” de Pío IX que condena “esa opinión errónea, la más
fatal a la Iglesia Católica y a la salvación de las almas y que Gregorio XVI
llamaba delirio, a saber: que la libertad de conciencia y de cultos es un
derecho libre de cada hombre que debe ser proclamado y garantizado en toda
sociedad bien constituida”.
En “Amigos de Dios” núm. 171, el fundador del Opus Dei decía también: “Estamos obligados a
defender la libertad personal de todos, sabiendo que Jesucristo es quien nos ha
adquirido esa libertad; si no actuamos así, ¿con qué derecho reclamaremos la
nuestra?” (4) . Esta idea, la vuelve a repetir muchas veces a lo largo de
sus sermones: “Nuestra
fe cristiana además, nos lleva a asegurar a todos un clima de libertad,
comenzando por alejar cualquier tipo de engañosas coacciones en la presentación
de la fe”. (id. nº 36).
Esta doctrina del fundador del Opus Dei es enorme en sus consecuencias.
Es, por supuesto, una condenación de la Inquisición católica, pero también de
las Cruzadas (“No comprendo la violencia”). Es la condenación de los siglos de
Reconquista. Es la condenación, incluso, de la Cruzada nacional de 1936. Nuestros
lectores saben cuánto esa doctrina de libertad religiosa, que triunfó en el
Concilio Vaticano II, se aleja de la doctrina católica infalible. Esa
doctrina es herética (5). Esa libertad que defienden es la libertad de
la perdición que Gregorio XVI y Pío IX llamaban delirio y que está hoy día
llevando a toda una generación de jóvenes en el mundo entero a su perdición y
autodestrucción, por la inmoralidad, las sectas, la droga y otros venenos de
venta libre.
c) RELACIONES ENTRE LA IGLESIA Y EL ESTADO:
UN LIBERALISMO DIGNO DE LA MASONERÍA.
UN LIBERALISMO DIGNO DE LA MASONERÍA.
A la masonería no le molesta mucho, que se hable de Dios, de vida
espiritual, de oración, de mandamientos, con tal que todo esto se quede en un
plan privado o en las Iglesias. Lo que no puede soportar es que se saquen de la
Religión consecuencias públicas, sociales, deberes para los gobiernos, lucha de
éstos contra el vicio y el error. De ahí la separación de la Iglesia y el
Estado, el Estado oficialmente laico, sin religión, la liberad de cultos, de
prensa, de espectáculos, etc.
La Iglesia luchó con todas sus fuerzas contra esta rebelión del poder
civil y de las acciones contra Jesucristo. (6)
El Opus Dei no luchó. Su liberalismo en este punto es asombroso. Que el lector me
perdone si las citas se alargan un poco, ¡pero este punto es de una
trascendencia enorme!
“No escapan a Mons. Escrivá de Balaguer las consecuencias prácticas de
una espiritualidad verdaderamente laical… Y he aquí, en este punto, la
característica aversión de Monseñor Escrivá de Balaguer por todo tipo de clericalismo: “Pero a ese cristiano
(sabio) jamás se le ocurre creer o decir que él baja del templo al mundo para
representar a la Iglesia y que sus soluciones son las soluciones católicas a
aquellos problemas. ¡Esto no puede ser, hijos míos! Esto sería clericalismo,
catolicismo oficial o como queráis llamarlo. En cualquier caso es hacer
violencia a la naturaleza de las cosas”. (Citado por el Cardenal Sebastiano
Baggio en “Avenire”, Milán 26-7-75).
En el librito de propaganda “¿Qué es el Opus Dei?” (Edición 1972, 28),
nos dice: “Como
consecuencia del fin exclusivamente divino de la Obra, su espíritu es un
espíritu de libertad, de amor a la libertad personal de todos los hombres; y
como ese amor a la libertad es sincero y no un mero enunciado teórico, nosotros
amamos la necesaria consecuencia de la libertad, es decir: el pluralismo”.
En el Opus Dei el pluralismo es querido y amado, no sencillamente
tolerado y en modo alguno dificultado.
En 1964 le preguntaron en el teatro Gayarre de Pamplona:
“¿Qué posición tienen los socios del Opus Dei en la vida pública de los
pueblos? Mons. Escrivá inició su respuesta con un rápido y rotundo: “la que les de la gana”. En el abarrotado
teatro resonó una ovación cerrada…
¿Cómo puedo dar a entender a nuestros amigos, se le preguntó en Buenos
Aires, que tratar a Dios es más importante que hacer política? “Bueno, contesta el
“padre”, es
que no les puedes decir que no se preocupen de política. Porque justamente, por
amor de Dios, algunas personas se ocupan de política: ¡yo, no! Yo no trato de
ese tema, pero comprendo que haya ahí gente llena de rectitud: unos van por la
derecha, otros por la izquierda, otros por allá, y ninguno desacierta, todos
tienen buena voluntad…”
De modo que sí: que los buenos se preocupen de política, si les da
la gana…” (Monseñor Escrivá de Balaguer, por Salvador Bernal pág. 269).
Al leer esto me quedo estupefacto y pienso: pobre San Fernando, pobres
Reyes Católicos que se equivocaron haciendo política, y además, una política
del peor clericalismo, considerándose como los capitanes de Dios,
representantes de la Iglesia.
Pobre San Pío X que en Venecia hizo toda una campaña electoral sobre el
tema: ¡A la puerta todos los enemigos de San Marcos, luchando con todas sus
fuerzas contra el abstencionismo político de los católicos y consiguiendo el
rechazo total de los masones y socialistas del gobierno. ¡Pero claro, esto era
antes del Concilio Vaticano II! Si estos Reyes, si San Pío X hubieran conocido
a Monseñor Escrivá de Balaguer, no se habrían equivocado así y habrían dejado a
los católicos hacer la política “que les diese la gana”, y habrían dejado en
paz a los musulmanes, judíos o masones…
CONCLUSIÓN:
LOS CATÓLICOS DEBEMOS TENER HORROR A ESTE LIBERALISMO TAL COMO LO
DEFIENDE EL OPUS DEI
Hoy día el liberalismo triunfa no sólo en España con el Opus Dei, sino
también en Roma. Este liberalismo no es católico y no lo será nunca; Queremos
Que Dios reine en todo el mundo. ¿No lo decimos en el Padre Nuestro? Que
Jesucristo reine no sólo en los corazones, no sólo en la vida privada sino
también en la sociedad, en las empresas, en las escuelas. Queremos que el
crucifijo esté en las aulas. Queremos salvar nuestras almas y las de nuestros
niños y las de todos los hombres. Queremos pues, que el gobierno luche contra
el vicio y la corrupción en los jóvenes, prohíba el aborto y el terrorismo. Y
queremos luchar nosotros mismos, en la medida de nuestra influencia social o
política. Queremos que los Estados nos “coaccionen” suavemente para ser buenos
católicos siguiendo el consejo de Jesús (Lc. 14-23): “Obligadles a entrar para
que se llene mi casa”. Si esto es hacer política, haremos, entonces, la
política de los santos, la política de san Fernando y de San Luis, y si Dios
quiere, haremos otra nueva cruzada para salvar la civilización cristiana de
manos del comunismo, del judaísmo, y del islamismo y, salvar a España. Y
confiamos en que la Virgen victoriosa de Lepanto nos dé la victoria otra vez.
No dudo de que hay personas buenas y santas en el Opus Dei, pero
quisiera que vieran cómo les pueden engañar. Y quiero terminar con estas
palabras llenas de fe y de piedad de un gran defensor de la fe: “Cuanto más se
medita nuestra dependencia de Dios, más se medita nuestra dependencia de Nuestro
Señor Jesucristo, tanto más se tiene el deseo de ponerse bajo el dulce reino de
Cristo y de la Santísima Virgen María; no se tiene más que un deseo: y es el de
ver reinar a Cristo y a la Santísima Virgen María. Cuanto más se piensa en eso
más horror se tiene, un horror visceral, un horror instintivo, al
liberalismo…”.
En resumen: Las “libertades” defendidas por Mons. Escrivá de
Balaguer, desde San Agustín han sido llamadas por la Iglesia: “libertades de
perdición” o “delirios”.
El liberalismo del cual hace alarde el fundador del Opus Dei, ha sido
condenado infaliblemente como “el error más fatal a la Iglesia Católica y a la
salvación de las almas”. Y fatal lo ha sido para España, abriendo las puertas
al socialismo-comunismo y a una intensiva propaganda de descristianización.
NOTA:
Lecturas aconsejadas:
•”EL LIBERALISMO ES PECADO” por D. Felix Sardá y Salvany. Ediciones Stella C/ Ayala nº 21 MADRID. Este libro valió a su autor las aprobaciones más altas y expresas de la Iglesia y los encomios más preciados de sus Jerarcas en el siglo XIX.
•”EL CRITERIO” de Jaime Balmes. Un libro siempre actual sobre los fundamentos de la filosofía del buen sentido, antídoto probado contra los delirios de la filosofía moderna. (Ediciones Stella).
NOTAS:
(1) Subrayado en el texto original
(2) “Amigos de Dios”, nº 35.
(3) Sto. Tomás define la libertad: “Vis electiva me diorum servato ordine finis”. Es el poder escoger los medios convenientes, conservando el orden hacia el fin.
(4) ¿Con qué derecho? ¡Hombre! pero con el derecho de la verdad que sólo tiene derechos. El error no tiene ninguno. Tal es la doctrina tradicional de la Iglesia recordada por el Papa Pío XII: “Lo que no corresponde a la verdad y a la norma moral, no tiene objetivamente derecho alguno a la existencia, ni a la propaganda, ni a la acción”. (Pío XII Comunidad Internacional y Tolerancia. Doctrina Pontificia, Tomo I L BAC). La doctrina católica sólo aprueba la tolerancia del error y el mal, en la medida en que sea conveniente o necesario “para que no se impidan mayores bienes y en parte para que no se sigan mayores males”.
(5) Ver los artículos de Michel Martín, a quien no se ha contestado nunca. (Tradición Católica. nº 28, 9, 10, 11).
(6) Ver, en especial, el SYLLABUS , de Pío IX y la Encíclica “QUAS PRIMAS” de Pío XI que instituyó la fiesta de Cristo Rey.
Lecturas aconsejadas:
•”EL LIBERALISMO ES PECADO” por D. Felix Sardá y Salvany. Ediciones Stella C/ Ayala nº 21 MADRID. Este libro valió a su autor las aprobaciones más altas y expresas de la Iglesia y los encomios más preciados de sus Jerarcas en el siglo XIX.
•”EL CRITERIO” de Jaime Balmes. Un libro siempre actual sobre los fundamentos de la filosofía del buen sentido, antídoto probado contra los delirios de la filosofía moderna. (Ediciones Stella).
NOTAS:
(1) Subrayado en el texto original
(2) “Amigos de Dios”, nº 35.
(3) Sto. Tomás define la libertad: “Vis electiva me diorum servato ordine finis”. Es el poder escoger los medios convenientes, conservando el orden hacia el fin.
(4) ¿Con qué derecho? ¡Hombre! pero con el derecho de la verdad que sólo tiene derechos. El error no tiene ninguno. Tal es la doctrina tradicional de la Iglesia recordada por el Papa Pío XII: “Lo que no corresponde a la verdad y a la norma moral, no tiene objetivamente derecho alguno a la existencia, ni a la propaganda, ni a la acción”. (Pío XII Comunidad Internacional y Tolerancia. Doctrina Pontificia, Tomo I L BAC). La doctrina católica sólo aprueba la tolerancia del error y el mal, en la medida en que sea conveniente o necesario “para que no se impidan mayores bienes y en parte para que no se sigan mayores males”.
(5) Ver los artículos de Michel Martín, a quien no se ha contestado nunca. (Tradición Católica. nº 28, 9, 10, 11).
(6) Ver, en especial, el SYLLABUS , de Pío IX y la Encíclica “QUAS PRIMAS” de Pío XI que instituyó la fiesta de Cristo Rey.
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