por Roberto Morales
Tan
ocupados andamos los veracruzanos con el miedo a
la inseguridad, que poca o ninguna importancia damos a la
raquitica atención de salud que se recibe en los hospitales del estado, a menos
que suframos en carne propia la falta de médicos y enfermeras y la alarmante
carencia de instrumentación especializada.
En las megalomanías del régimen
fidelista se pusieron a diestra y siniestra primeras piedras y se inauguraron
hospitales de norte a sur del estado. Hoy en el silibino informe duartista,
heredero del ex gobernador Fidel Herrera Beltrán, se presumen de inauguraciones de
hospitales, que más bien son refritos de aquellos estrenos para engordar las
cuentas alegres.
En una nota publicada ayer martes en
los impresos, difundida antes en los portales electrónicos, el director general
de la Comisión de Espacios de Salud del Estado, Pedro Medina Martínez, reveló
que de los 14 hospitales que dejó a medio construir la pasada
administración, resta por concluir nueve, mientras que cinco ya están en
operación.
“De los 14 hospitales que estaban
inconclusos de la administración pasada hemos inaugurado cinco hospitales. Son
Naolinco, congregación de Allende, en Coatzacoalcos, Álamo, Temapache y Alto
Lucero. Fueron aproximadamente 500 millones de pesos”, dijo entrevistado en el
puerto de Veracruz.
Medina Martínez se queda corto.
Tomando como ejemplo la situación del hospital Pedro Coronel de
Las Choapas, que se sabe es la que priva en la mayoría de los
nuevos hospitales, no solamente su edificación quedó a medias, sino que a pocos
años de su inauguración ya presenta daños en su estructura. Los equipos
especializados para cirugías y atención especializada que allí se encontraban
cuando Fidel Herrera hiciera el recorrido inaugural, pocos minutos después
desaparecieron. Eran prestadas, para el lucimiento en las fotos de primera
plana que saldrían en los periódicos.
A varios años de esa farsa, en el
Pedro Coronel no se cuenta con las especialidades médicas indispensables para
la adecuada atención de los derechohabientes y el personal de enfermería y
servicios auxiliares es insuficiente, al grado tal, que el equipo médico tiene
que rendir hasta tres veces más de lo que debería en condiciones normales.
Quizá esto explique, que no justifique, el alto número de muertes que por
negligencia médica se atribuyen a los nosocomios de la entidad.
Palabras más, palabras menos, el punto
toral del problema institucional de salud es el dinero. No lo hay, y cuando se
dispone de él, es usado para otros fines, sujeto a los criterios de los
políticos que cíclicamente se apoderan de las instancias de gobierno, donde se
decide qué hacer con los recursos.
La asignación de recursos obedece a
las prioridades de quienes controlan el gobierno de Veracruz, en un extremo el
gobernador Javier Duarte, y en el otro los grupos políticos con los que ha
pactado y quienes le ayudan a mantener la gobernabilidad.
De esa correlación de fuerzas surge el
reparto del pastel, la entrega de secretarías del gobierno estatal y cuotas de
poder, que a menudo son también las cuotas financieras. Para todos hay y para
todos alcanza.
Así es como gran parte de los recursos
se destinan a mantener una burocracia cara, con salarios exorbitantes y gastos
ilimitados, proyectos faraónicos y negocios encubiertos, que termina mermando
el presupuesto en detrimento de áreas prioritarias, entre ellas, el sector salud.
De ahí que exista insuficiencia de
recursos para construir hospitales, equiparlos y crear plazas de trabajo, lo
mismo para médicos especialistas, residentes y pasantes, que para personal
administrativo. Sin dinero es difícil aspirar a servicios de salud de calidad.
En la raíz del problema, reitero,
están los políticos. Pregúntenle a Fidel Herrera Beltrán si no. Siendo
gobernador arrancó 14 hospitales y los dejó a medias, algunos inaugurados al
vapor, con equipo e instrumental prestado, sin médicos, sin personal
administrativo, con sólo una barnizada para difundir que se cumplió con las
metas trazadas. O sea, una despreciable farsa.
Los políticos no le ven a las
instituciones un fin social. Ávidos de dinero, ambiciosos sin límite, ven en
cada hospital, en cada clínica, en cada acción de salud, un productivo negocio.
Fomentan el contratismo porque produce un jugoso porcentaje. Las obras de
construcción, ampliación, suministro de equipo, instrumental médico, son
asignadas a proveedores y constructores que previamente pagan el diezmo.
A los hospitales de Veracruz les
aquejan muchos males, pero sobre todo, están infectados de Corruptitis,
que limita sus funciones y provoca deficientes servicios a la población.
Por la Corruptitis, se carece de
médicos especialistas. El presupuesto no da para crearles plazas de trabajo
porque los políticos que despachan en la cúspide de la pirámide burocrática, se
asignan salarios de lujo, se van de gira con cargo al presupuesto, disponen de
choferes, asistentes, asesores y hasta les alcanza para darle su mesada a la
amante.
Javier Duarte, dos años después, viene
concluyendo los 14 hospitales que Fidel Herrera dejó a medio camino,
inaugurados sin estar concluidos. De ellos, cinco ya los entregó y faltan nueve
que se hallan en proceso de construcción.
Las Choapas es un botón de muestra
para evidenciar las grandes carencias del sector salud veracruzano. En el
hospital Doctor Pedro Coronel Pérez, las quejas van desde el servicio de
urgencias, atendido por un solo médico, hasta las discrepancias entre galenos
sobre cómo realizar un alumbramiento, por parto o por cesárea, mientras la
paciente se tuerce de dolor.
Así le ocurrió a una joven de 16 años,
a quien su ginecólogo sugirió que se aliviara de manera natural, mientras que
el cirujano aconsejaba que lo hiciera por cesárea, debido a que se trata de una
menor de edad. Y mientras llegaban a un punto de acuerdo, la sorprendieron los
dolores de parto.
El área de urgencias a menudo es
atendida por un solo médico. Ante el cúmulo de pacientes que requieren el
servicio, no se da abasto. Por las noches, es peor y los pacientes con
problemas cardíacos o de diabetes corren el riesgo de entrar en crisis.
En enero pasado, el titular de la
Secretaría de Salud de Veracruz, Pablo Anaya Rivera,
ofreció que se inyectarían recursos al hospital Pedro Coronel Pérez, que se
cubrirían las plazas de médicos y personal administativo y que se subsanarían
las carencias. Lo cierto es que el nosocomio ha estado en el ojo del huracán,
máxime que una menor de edad, que habría de dar a luz, murió presuntamente
porque le dañaron un riñón al intentar aplicarle la anestesia en la columna
vertebral.
El hospital Doctor Pedro Coronel Pérez
tiene ya cuatro años funcionando. En ese lapso se ha distinguido por sus
carencias que lo mantienen lejos de ser considerado de “primer nivel”.
Fidel Herrera se ufanaba de haberle
invertido 145 millones de pesos. “Es la obra que más me ha
costado… en infraestructura de hospitalización éste hospital es la joya de la
corona”, decía el ocurrente ex gobernador.
Pero por falta de presupuesto, el
hospital Doctor Pedro Coronel Pérez provoca críticas y quejas de la ciudadanía,
pues no cumple con sus mínimos de calidad; ha sido escenario de conflictos
intergremiales, violencia y una abierta disputa entre grupos antagónicos.
Así está, en general, el sector salud
veracruzano, sumido en el olvido, medio brindando servicio a la sociedad, sin
equipamiento, sin instrumental, sin médicos especialistas, sin personal
administrativo, agravando los problemas de los pacientes y en algunos casos, suscitando su
muerte.
Y no va a cambiar
mientras los políticos, dueños de las decisiones sobre presupuestos y
proyectos, continúen privilegiando sus negocios, la infección por Corruptitis,
y no se apliquen recursos que urgen a la parte hospitalaria, como lo demanda la
sociedad.