El insurgente Año
24 Nº 198 enero de 2020 Pág. 2
EDITORIAL
El trato a las
víctimas de la violencia desde el gobierno no ha cambiado, se mantiene la misma
actitud diferencial según fortuna y apellido de abolengo; quienes tienen un
origen campesino, popular o proletario pasan a ser una cifra más en la
estadística oficial, en tanto que a las que son de familias pudientes se les da
atención de Estado y en los hechos se les brinda todo tipo de garantías, un
hecho más que confirma que la violencia tiene un carácter de clase.
La violencia contra
las masas oprimidas y el intenso proceso de despojo legalizado está
intrínsicamente vinculado al proceso de explotación y opresión capitalista, en
la medida que persista ninguna reforma moral o policíaca lo resolverá; la
solución está a la vista, resolver de manera radical la contradicción que
existe entre los propietarios de los medios de producción y quienes no tienen
más que su fuerza de trabajo para vivir. Plantear que el problema de la
pobreza, la violencia y la desigualdad socioeconómica se resuelve con una
actitud tolerante es errónea.
Los problemas que
enfrenta México tienen una base económica y no se resuelven con peroratas
morales, es ingenuo suponer que la corrupción es el origen de todos los males
económicos, políticos y sociales que laceran al país. Desde una posición
progresista y humanista no se puede tolerar la explotación y la opresión, por
eso resulta pueril pedir tal actitud con el argumento baladí de que “en todas
las familias hay diferencias”; la explotación y la opresión capitalista tiene
origen en la explotación del hombre por el hombre que engendra la propiedad
privada de los medios de producción, dicha relación no la determina una actitud
moral, sino las relaciones económicas que se desprenden del modo de producción.
Si persiste la
inconformidad y la protesta popular es el indicativo de que la política de
gobierno afecta intereses populares, cuando esto sucede hay razones de sobra
para ejercer el legítimo derecho a la protesta, a la rebelión y a la
revolución. Luchar por una verdadera transformación de la sociedad que
beneficie a las masas trabajadoras y destierre al basurero de la historia la
explotación capitalista no es cosa de necios, incrédulos, desquiciados,
nerviosos, conservadores, rebeldes sin causa o radicales de izquierda, sino de
revolucionarios conscientes de una nueva revolución.
La revolución
socialista en nuestro país es un reclamo y necesidad histórica que no pasa por
los buenos deseos de los políticos del régimen oprobioso, obedece a la
exigencia popular de resolver de raíz la explotación y opresión del pueblo. Por
cuanto ha hecho el actual gobierno no existe tal transformación a favor de los
intereses populares.
¡Con la guerra
popular! ¡El EPR triunfará!
¡Por nuestros
camaradas proletarios! ¡Resueltos a vencer! El insurgente
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