Por Martí Batres/ La Silla Rota
Desde el
porfiriato a la fecha la cultura política de México no ha cambiado y con Peña
Nieto el hecho queda más que patente. Durante la dictadura muchos opositores al régimen
sucumbieron ante la represión o frente a los encantos del dinero,
los cargos públicos o el halago de la prensa controlada por el régimen.
Al viejo
dictador se le atribuyen frases que resumen muy bien las dos caras de su
régimen. La represiva con “fusílenlos
en caliente” y la de la cooptación económica de los
opositores con “joyas” de la filosofía política como “ese gallo quiere maíz” o
“perro con hueso en la boca, ni muerde ni ladra”.
El
breviario ideológico de Porfirio le queda a la medida al PRI de hoy, al
gobierno de Peña Nieto y, por supuesto, a la inmensa mayoría de legisladores y legisladoras
que han cedido a los encantos de los
fistoles de oro, los carros último modelo y una serie de
prebendas que se coronan con los irregulares depósitos bancarios millonarios
para las distintas bancadas representadas en el Congreso.
Estas
“subvenciones extraordinarias” pueden ser manejadas con total impunidad por los
coordinadores
parlamentarios de cada partido ya que no son fiscalizados. Son un jugoso
“regalo” que se da en contexto de la aprobación de las
reformas de Peña Nieto entre las que destaca la privatización del petróleo.
Estas
reformas hubieran sido imposibles sin el Pacto por México que significó la
transformación del Congreso de la Unión en una simple oficialía de partes donde
se vota lo ya aprobado en una
mesa aparte entre los dirigentes de PRI, PAN y PRD y los personeros de la
Presidencia de la República.
Así las y
los legisladores aprueban dictámenes que ni siquiera han leído, el debate no
existe en ninguna de las dos cámaras, surge la existencia de “manos oscuras”
que cambian redacciones… y ahora se conoce que también hay manos oscuras que
depositan subrepticiamente millones de pesos a las cuentas de las bancadas.
Mientras,
lo que se ve, es
una pléyade de diputados y senadores domesticados, que aplauden o abuchean
dentro de los márgenes establecidos por “el Pacto”, indolentes
con el país y sonrientes como quien se ha sacado la lotería, como quien observa
la desgracia desde un mullido sillón con una copa de vino en la mano.
No son
más de 20 los diputados que realizan su trabajo con decoro, que no negocian sus
protestas, que votan de la misma manera en la que piensan, que son
leales al país. Mientras, el fantasma de Porfirio Díaz se pasea por la mayoría
de las curules recordándonos el significado del verbo maicear.
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