Adolfo Gilly
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Estados Unidos está y seguirá envuelto en la
guerra de Irak y en otros conflictos en Medio Oriente, África y Asia:
Palestina, Libia, Siria, Afganistán, Pakistán… y a esa superpotencia el
gobierno de Enrique Peña Nieto le acaba de entregar el petróleo de México y de
abrir el acceso a la propiedad de los recursos estratégicos del territorio
nacionalFoto Reuters
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Mientras los
combatientes del Estado Islámico de Irak y Siria (en inglés, ISIS: Islamic
State in Iraq and Siria) continúan conquistando territorio, este grupo ha ido organizando en silencio una estructura administrativa efectiva, compuesta sobre
todo de iraquíes en edad madura que dirigen las secretarías de finanzas, armas,
gobiernos locales, operaciones militares y reclutamiento, informa The
New York Times en su edición de este 28 de agosto.
Al frente de esta organización está Abu Bakr al-Baghadadi, quien se
declara califa del Islam entero. Según el mismo periódico, el califa fue
seleccionando durante años su equipo dirigente mientras estaba preso en una
cárcel de Estados Unidos en Irak: Tenía cierta preferencia por los
militares, y su equipo dirigente incluye muchos oficiales del disuelto ejército
de Saddam Hussein, entre ellos los tenientes coroneles Fadel al-Hayali y Adnan
al-Sweidawi.
“Esa estirpe de esta dirección […] permite explicar sus éxitos en los
campos de batalla. Sus dirigentes enriquecieron sus conocimientos militares con
técnicas terroristas refinadas a través de años de combatir a las tropas
estadunidenses, sumados a sus profundos conocimientos y contactos locales. […] En esas
academias se graduaron estos hombres antes de convertirse en lo que hoy son”.
Un sorprendente
mapa interactivomuestra los avances de esta fuerza armada en la
región clave ubicada entre los ríos Tigris y Éufrates.* * *
Estados Unidos está y
seguirá envuelto en esta y otras guerras en Medio Oriente, África y Asia:
Palestina, Libia, Siria, Afganistán, Pakistán… La lista, un verdadero
tembladeral, es larga y compleja. Ahora bien, esta potencia militar está viendo
tornarse inseguras o aleatorias sus fuentes lejanas de abastecimiento de
petróleo y otros recursos indispensables para su maquinaria bélica. En
paralelo, ha visto crecer o recuperarse la capacidad militar y la influencia
territorial de otras potencias: China, Rusia, India, Alemania, Japón, Pakistán,
con sus intereses, clientelas y zonas de influencia económica, política y
militar.
A esa superpotencia envuelta en guerras el gobierno de Enrique Peña
Nieto, representante de las grandes finanzas mexicanas –y no de una mafia
política cualquiera, como suele decirse–, le acaba de entregar el petróleo de
México y de abrir el acceso a la propiedad de los recursos estratégicos del
territorio nacional. No al otro lado del Atlántico o del Pacífico, sino aquí
nomás, en su misma frontera, reciben este regalo la Casa Blanca y el Pentágono.
México queda así amarrado a la estrategia militar de la vecina potencia y a los
intereses de sus centros financieros.
La Constitución de 1917 ha sido destruida. Hemos quedado como país sin
ley (aunque abrumado de leyes y reglamentos), a merced de los ejércitos del narco y
de la gran delincuencia cuyos capitales forman parte natural e indivisible de
las finanzas en tierra mexicana. Dicho crudamente, nos han ubicado como país
satélite de Estados Unidos.
Tras la reforma energética son además visibles los inicios de una
ofensiva para despejar el territorio de resistencias y oposiciones: contra los
pueblos indígenas, las organizaciones sindicales y populares, los maestros y la
educación, la autonomía universitaria, la UNAM y el Politécnico, y contra toda
comunidad y fuerza organizada que pueda resistir y oponerse al curso de
desastre que el gobierno del PRI y sus aliados están imponiendo a la nación
mexicana.
Una sólida mayoría de la población, dicen las diversas encuestas, está
en contra de la reforma energética y en particular de la entrega del petróleo
mexicano a Estados Unidos y al capital privado. Pero esa mayoría no dispone hoy
de instrumentos organizados suficientemente poderosos y resueltos como para
resistir esta ofensiva. La pobreza, la desocupación, la caída salarial, la
criminalidad organizada; la represión policial y militar a los movimientos
sociales; la claudicación o sumisión de dirigentes sindicales y políticos
aliados al régimen; la subordinación y la corrupción en las instituciones de
justicia; el monopolio cerrado e ilegal de la televisión y otros medios
informativos; el abandono en que se encuentran la educación pública, los
servicios de salud, los medios de trasporte, y el incontrolado aumento de la
corrupción institucionalizada, son factores para que la amplitud de aquella
resistencia social no alcance hoy formas organizadas.
* * *
El general Lázaro
Cárdenas llegó la Presidencia de la nación en diciembre de 1934, después de
haber recorrido en su campaña el país entero convocando a la organización de
las fuerzas del pueblo. En su mente estaba la recuperación del petróleo y de la
soberanía nacional frente a las empresas y sus gobiernos. Pero no comenzó por
allí. Como ya lo había hecho en su gobierno en Michoacán, dirigió su acción a
atender las más urgentes y angustiosas necesidades de este pueblo y alentar
desde el poder su confianza en sí mismo y en su fuerza social.
En 1935 se desató una marea de organización de los trabajadores
asalariados: sindicatos de empresa se trasformaron en grandes sindicatos por
industria, entre ellos el sindicato nacional en la industria petrolera, y
organizaciones surgieron donde no había ninguna. Una ola de huelgas y
movimientos reivindicativos encontró respuestas favorables en las juntas de
conciliación y arbitraje y en la institución judicial, y en esas instancias la
casi totalidad de los conflictos por aumentos salariales y contratos colectivos
fueron resueltos en favor de los derechos y demandas de los trabajadores. El
llamado se convertía así en una realidad de todos los días.
A la organización de los trabajadores siguió en 1936 una reforma agraria
radical y la entrega a los campesinos, bajo la forma de ejidos colectivos o con
parcelas individuales, de unos veinte millones de hectáreas de buena tierra
antes en poder de los terratenientes y de las empresas extranjeras. Con el
ejido venían la escuela, los maestros rurales, la educación primaria para
todos, los créditos para la siembra, la cosecha y la tecnificación de los
cultivos, la discusión colectiva de los proyectos y los problemas del ejido. Y
en no pocos casos, armas para defender estas conquistas contra la violencia de
los terratenientes y sus guardias blancas.
México apoyó en esos días a la República Española con recursos y
armamento, y dio después asilo al exilio republicano. Abrió sus puertas a los
perseguidos políticos. Defendió la independencia de Etiopía invadida por el
fascismo italiano. Se negó, el mismo 18 de marzo de 1938 de la expropiación petrolera,
a reconocer la anexión de Austria por el nazismo alemán. El 2 de octubre de
1938, ocupada Checoslovaquia por las tropas de Alemania, el presidente mexicano
anotaba en su diario: Los países imperialistas se habrán de encontrar
algún día con fuerzas superiores que los detendrán en su loca carrera de
conquista y atropellos. A esas alturas el petróleo ya había sido recuperado
para la nación.
* * *
Fuerzas organizadas
de la oposición política realizan en estos días dos campañas de recolección de
firmas con la finalidad de alcanzar los millones de firmantes necesarios para
que, según manda la ley, se efectúe un referéndum nacional que exija e imponga
la derogación de la reforma energética que enajena el petróleo mexicano.
A pesar de que ambas campañas corren por separado –una encabezada por el
Movimiento Regeneración Nacional (Morena), la otra por el Partido de la
Revolución Democrática (PRD)– los informes dicen que ya se habría reunido la
cantidad necesaria de adherentes para que la Suprema Corte de Justicia disponga
la realización del referéndum.
No tengo por qué dudar de la veracidad de esos informes. Tengo, empero,
una pregunta, ya formulada por muchos, entre ellos los doscientos intelectuales
que, junto con Elena Poniatowska, Daniel Giménez Cacho, Miguel Concha y otros,
firmaron un reciente desplegado: ¿Por qué dos campañas y no una? ¿Por qué no un
solo documento, si el propósito y los contenidos son los mismos? La duplicación
desorienta y desalienta las adhesiones. Ninguno de los organizadores de estas campañas
ha dado una respuesta satisfactoria o razonablemente fundamentada.
Debo agregar que, aun así, parece difícil que una campaña así, por
millones de firmas que reúna, pueda tener éxito ante la coalición de intereses
de quienes desde el poder del Estado han impuesto estas reformas, si aquélla no
va sostenida y acompañada por significativas y duraderas movilizaciones
organizadas para abordar, entrelazar y resolver las cuestiones más angustiosas
de estos tiempos amargos: pueblos indios, salarios, salud, derechos laborales,
educación, recursos naturales, migrantes,guerra sucia, represión, narco y
delincuencia, feminicidios, corrupción… El listado puede ser tan largo como el
memorial de agravios del pueblo mexicano.
El más reciente de esos agravios es la entrega del petróleo al capital
financiero, al aparato militar de Estados Unidos y a los ricos de todos los
colores: funcionarios, empresarios o rentistas.
No va el petróleo primero o el petróleo después. Va todo junto, en el
orden en que las movilizaciones se sumen, se unan o se sucedan en un gran
sobresalto de los espíritus, los anhelos y los agravios de este país en este
tiempo del despojo de nuestros derechos, nuestros bienes y nuestras vidas,
devorados por los monstruos de las finanzas y de la guerra. Tal es la dimensión
del desafío.FUENTE: LA JORNADA
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