Más que retomar la navegación, Enrique Peña Nieto parece encaminarse al naufragio.
Cualquiera puede verlo: El repudio nacional es aplastante y el riguroso escrutinio internacional lo ha hecho pomada.
El colapso actual es una suma de crisis: Económica y política, de violencia y seguridad, de corrupción e impunidad, de credibilidad y confianza. No hay un solo indicador positivo del que pueda ufanarse el gobierno.
El peso se aproxima a los 15 por dólar y se multiplican las matazones. Ya van 41 mil muertos en sólo 23 meses y a ese paso superará la herencia de sangre de Felipe Calderón.
Supura la herida de Ayotzinapa y nadie duda que la Casa Blanca de las Lomas se edificó sobre la corrupción.
Tan mal anda Peña que ha tenido que rendirse a Televisa.
Y no porque esta empresa haya informado a los mexicanos de los asuntos de corrupción e incompetencia del gobierno –más bien ha sido fiel a su historia de omisión cómplice–, sino porque si se lo propone, puede llevarlo literalmente al despeñadero.
Es sabido que Televisa pega para que le paguen y no es gratuito que un cómico y un conductor de noticias, Eugenio Derbez y Carlos Loret de Mola, se hayan vuelto críticos de Peña, más allá de deslindar del gobierno a esa engañifa llamada Teletón.
Algo gordo hay para que, apenas unas horas después de esta crítica en el Teletón, Peña se arroje a los pies de Emilio Azcárraga, como ocurrió en Boca del Río, Veracruz, en el Tercer Encuentro de Comunicación, organizado por Grupo Televisa.
“Para algunos, déjenme decir, pudiera –Emilio lo entenderá y quienes están aquí como miembros de Televisa– pensar que es equivocado hacer un reconocimiento a esta gran empresa mexicana. Pero para el presidente de la República es motivo de orgullo tener una empresa mexicana productora del mayor número de contenidos de habla hispana, que proyecta a nuestro país no sólo en las naciones de habla hispana, sino en el mundo entero.
“Es un medio –agregó Peña– que proyecta a México en el mundo y esto a los mexicanos nos enorgullece. Por eso mi gratitud y reconocimiento por la organización de este tercer encuentro”.
Tamaña apología a Televisa no puede ser fortuita en un contexto de rechazo popular y de abandono de casi todos los apoyos, de por sí escasos, que lo llevaron a la Presidencia de la República.
El mismo, discursivamente y en los hechos, parece gobernado por ánimos cambiantes que van de la impericia a la amenaza, de la impotencia a la furia, pero también de la prepotencia a la claudicación, como con Televisa.
Sólo con ánimos inestables se entiende que, tras una ausencia de meses en Guerrero, haya pedido superar la tragedia de Ayotzinapa –el famoso #Yasuperenlo– y más aún en un discurso improvisado en Coyuca de Benítez, donde hace 19 años policías estatales asesinaron a 17 campesinos en Aguas Blancas.
Y menos podrá superarse cuando hay funcionarios que, como Aurelio Nuño, jefe de la Oficina de la Presidencia, se comportan como pendencieros de arrabal:
“No vamos a ceder aunque la plaza pública pida sangre y espectáculo ni a saciar el gusto de los articulistas. Serán las instituciones las que nos saquen de la crisis, no las bravuconadas”.
Por ahora, la tabla de la que se aferra Peña es Televisa…
Comentarios en Twitter: @alvaro_delgado
No hay comentarios:
Publicar un comentario