Por José Miguel Cobián
Todos los días leo información de la Secretaria de Turismo estatal y de la presidenta municipal de Veracruz respecto del apoyo y promoción al turismo en el primer puerto de México. Y como siempre, una cosa es lo que se dice y otra muy diferente la realidad cotidiana.
Un botón basta de muestra y los demás a la camisa: Una tarde de esta semana, estaba tomando un café en el parroquia frente a los muelles y observando de soslayo a una comensal con su chofer, que en otra mesa estaban y se notaba a leguas que eran turistas.
La dama en cuestión estaba muy interesada en conocer detalles del puerto, lugares a donde ir, y sobre todo, que alimentos consumir que fueran típicos pues quería una experiencia completa de Veracruz. Sobra decir que las canillas, el lechero, los huevos tirados, y algunos otros platillos invadieron su mesa.
En esa estaba cuando de repente se para violentamente de la mesa a discutir con un joven afuera del café, y regresar a los diez minutos con el rostro desencajado de coraje, pidiendo la cuenta y que se llevaran los platillos a medio consumir.
Un grupo de habitúes de la tercera edad le preguntaron qué pasó y así todos conocimos el trato a los turistas por parte de la empresa de parquímetros que allá opera. Multa de $110.00 por haberse pasado unos minutos sin darse cuenta.
Los jarochos siempre amables, enviaron al Guffi a pagar la multa (con dinero de la dama). El Guffi es un betunero que tiene 20 años trabajando en el café parroquia. Quien recibió una buena propina por evitarle el trámite burocrático a la turista.
Yo alcancé a escuchar que jamás volvería al puerto, y que ni por error volvería al centro en los días que faltaban para regresar. Al parecer trabaja en una agencia de viajes, pues ofreció que jamás recomendaría a Veracruz entre sus clientes, conocidos, colegas y amigos, pues el trato al turista es terrible.
Me acerqué al joven que puso los candados en la camioneta de la dama y le pregunté si no había tolerancia para placas de fuera de Veracruz, y me dijo que tienen supervisores que una vez reportado un vehículo, verifican que el candado sea puesto en menos de dos minutos, y en caso contrario lo suspenden, ante la sospecha de algún arreglo con el automovilista, con lo cual pasa cuatro días sin trabajar y sin goce de sueldo. Amablemente le sugerí que cambiara de trabajo, pues además de las mentadas, su integridad física podía correr riesgos ante alguien menos tolerante que su última víctima.
De regreso a mi mesa, comenté con mi amigo Emilio las posibles soluciones al problema observado. Desde que el propietario del restaurant tuviera gente verificando que autos son de clientes del café, y cuidarlos para que no se les pase el tiempo sin echar otra monedita, hasta insistir al ayuntamiento de Veracruz sobre platicar con la empresa concesionaria, para que hubiera algo de tolerancia, un aviso preventivo o algo así, para los turistas, pues resulta ridículo que en un lugar que vive del turismo en buen parte de su economía, se agreda al turista por olvidar regresar a echar unas monedas al parquímetro. Ahora resulta que algo que supuestamente debía de beneficiar a los comerciantes y prestadores de servicio, los va a perjudicar, pues ahuyenta a sus posibles clientes.
Ya se compuso un poco la corrupción en policía y tránsito de Veracruz y Boca del Río, para beneficio de los viajeros, pero ya se tiene otra plaga en los vigilantes de los parquímetros.
@jmcmex
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