LEOPOLDO GAVITO NANSON - MARTES, MAYO 08, 2012
Decía el sabio Reyes Heroles, el viejo, que en política lo que parece, es.
Pasado el evento eufemísticamente llamado “debate” organizado el domingo por el IFE, es claro que en el país existe un miedo generalizado a la libertad y a la incertidumbre implícita en la vida democrática. Eso hace de México un país sin reflejos democráticos y, consecuentemente, intrínsecamente antidemocrático. Eso es evidente en el comportamiento de las instituciones y los actores protagonistas de la hipotética democracia mexicana.
Los partidos políticos han secuestrado y monopolizado en sus patentes toda posibilidad de representación, detalle sustantivo y gravísimo para el ejercicio democrático. El IFE, teóricamente ciudadanizado, que en apariencia representaría la autoridad garante de los procedimientos, contenidos y ejercicios democráticos, es una institución mustia, acartonada y sin carácter para garantizar a la ciudadanía la libertad y frescura consustanciales a las democracias. Iniciada la segunda década del siglo XXI el país se debate aún en la basura de la simulación y las apariencias.
Hace seis años el IFE encabezado por Luis Carlos Ugalde avaló el fraude contra México y su incipiente construcción democrática. La investigación de José Antonio Crespo demostró con datos del propio IFE que había razones sobradas para que las elecciones fueran anuladas por el simple hecho de que el número de inconsistencias habidas, sólo en la revisión de la mitad de las actas de las casillas, era superior a la diferencia total de votos que dieron el triunfo a Felipe Calderón. Pero el IFE hizo nada y Calderón tomó posesión escurriéndose por la puerta de atrás de Banderas del recinto legislativo.
Se ha dicho que la democracia mexicana es una democracia sin demócratas. En realidad es bastante menos que eso; sólo es una democracia simulada.
El “debate” del domingo es prueba palmaria de ello. Un remedo de debate perfectamente estéril que aporta e informa nada al electorado. Determinado en sus reglas por los partidos políticos que lo hicieron, como de costumbre, tan rígido que con dificultad llegó a una mera exposición de ideas sin continuidad salpicada ocasionalmente por alusiones con pretensión de discusión. Al final los atributos físicos de una edecán convirtieron las notas de color en la discusión principal. Casi natural que así sucediera. Un debate sin debate precedido por el debate sobre el debate y que al final no pasó de ser, si acaso, un remedo de debate.
Eso fue posible porque las así llamadas autoridades del IFE renunciaron a su papel de autoridad y permitieron que los partidos políticos esterilizaran toda amenaza de exposición, intercambio y discusión de ideas con contenido. En resumen, basura.
Luego, múltiples analistas se dijeron sorprendidos del idiota funcional de Gabriel Quadri. Personaje que hablaba de los políticos como si fueran adversarios de los ciudadanos y de la democracia. Imbécil. Los políticos suelen ser los protagonistas de los procesos democráticos, los ciudadanos hacen la democracia. Los avances democráticos habidos en el país no son graciosa concesión de los gobiernos sino logros de los ciudadanos que dejaron las entrañas en las selvas y desiertos del país en los 70 y dieron con sus huesos en los reclusorios, previo paso por cárceles clandestinas. Luego, un largo y sinuoso proceso de ciudadanización de los organismos electorales, malograda a la primera oportunidad por quien según Quadri, nada tiene que ver con el partido que lo abandera.
Al día siguiente del affaire de la edecán, el consejero Alfredo Figueroa entrevistado por Carmen Aristegui apenas balbuceó el nombre del productor televisivo del debate pero “olvidó” el nombre de la casa productora. Sorprendente. Pudo recordar sin embargo que habían acordado que la edecán vistiera traje sastre. Luego, alguien se divierte con todo este escándalo de una mujer que aparece nueve segundos y desvía la atención del remedo de debate decidido por los partidos y aprobado por una autoridad omisa y evidentemente antidemocrática. No es en absoluto improbable que en poco menos de dos meses la autoridad electoral vuelva a salir con una batea de babas ofensiva como hace seis años.
Por lo pronto, amparados en misteriosas y doctorales lucubraciones los integrantes de Tribunal Federal Electoral prohibieron al IFE realizar un conteo rápido por “no abonar a la certeza” de la jornada. Lo dicho, las autoridades electorales defensoras de la democracia son incapaces de procesar la incertidumbre democrática y subestiman, además, al resto del electorado.
Tal es la calidad de las autoridades electorales. Funcionarios gatopardistas dedicados a que en el fondo todo permanezca igual. Con el mezquino argumento interpuesto por el PRD de que el IFE está obligado a dar certeza jurídica del proceso y los conteos rápidos no ofrecen tal certidumbre, entonces se cancela el conteo rápido.
Eso debería ofender a la totalidad del electorado por la subestimación en el mejor de los casos paternalista que hacen de él las autoridades.
En México no hay una democracia incipiente; hay simulaciones de procedimientos democráticos más o menos aceptables para un electorado lastrado por reflejos autoritarios.
*Es Cosa Pública
leopoldogavito@gmail.com
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