La pobreza extrema. Foto: Miguel Dimayuga
MÉXICO, D.F. (Proceso).- La bebé murió por diarrea. Cada biberón con fórmula para lactantes que ingirió contenía agua contaminada. La mamá pensaba que la mezcla líquida era mejor que la leche que su propio organismo generaba. Además, en el pueblo esa es la moda. En esa comunidad indígena, una de tantas perdidas a lo largo del territorio nacional, inmersa en la miseria extrema, no había plantas potabilizadoras.
Este tipo de muertes se repite en muchas localidades rurales. Sólo en el sexenio pasado la lactancia materna se desplomó 50% entre las familias más pobres. Ese abandono del amamantamiento es –a decir de expertos del Instituto Nacional de Nutrición Salvador Zubirán– una de las primeras causas de la desnutrición y muerte infantil.
Por eso no se entiende que la Cruzada Nacional contra el Hambre, impulsada desde la Secretaría de Desarrollo Social (Sedesol), deje en manos de trasnacionales la capacitación nutricional de la población marginada.
Está por definirse cuáles serán las compañías productoras a las que el gobierno federal comprará los alimentos que se distribuirán entre casi 5 millones de personas de los 400 municipios donde se combatirá el hambre.
En conferencia de prensa, Rosario Robles, secretaria de Desarrollo Social, anunció que en las redes sociales se promoverán actividades como las siguientes: por cada like que reciba la página de Facebook de la cruzada, empresas productoras de leche donarán 250 mililitros a niños de las comunidades atendidas. Habrá concursos de cortometraje y fotografía, un concierto musical en el que la asistencia constará de “un kilo de ayuda”, así como subastas en Twitter.
Para el viernes 19, adelantó, el expresidente de Brasil Luiz Inácio Lula da Silva –surgido de las filas de la izquierda y famoso por su programa Fome Zero (Hambre Cero), modelo en el mundo del combate a la desigualdad– dictará una conferencia magistral. También vendrá el director de la Organización para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés), José Graciano da Silva, quien dirigió en Brasil el Fome Zero.
A decir de varios expertos, sin embargo, el programa mexicano parece ser una copia deslucida del brasileño, pues no ataca causas estructurales de la pobreza, como los bajos salarios, pero sí reproduce sus errores, como el criticado convenio que el gobierno del país sudamericano firmó con Nestlé, aunque la sociedad civil terminó por echarlo atrás.
En una carta dirigida a Lula y fechada en 2004, la organización Red Ibfam señaló: “45% del valor de un salario mínimo es lo que una familia brasileña necesita disponer, todos los meses, para alimentar a un niño con biberón en los primeros meses de vida, calculando apenas la compra de leche artificial. Si consideramos que pocas familias disponen de ese dinero y que muchas tampoco tienen condiciones sanitarias en sus casas, y que nuestros niños no amamantados están recibiendo una mezcla letal de agua contaminada y leche excesivamente diluida. La caída de la práctica de alimentación está directamente relacionada con la promoción de leches artificiales y biberones. Por eso manifestamos nuestro repudio a la participación de empresas como Nestlé en el programa Hambre Cero”.
Alejandro Calvillo, director de la asociación civil El Poder del Consumidor, dice a Proceso: “La mayor parte de las comunidades tienen potencial para resolver gran parte de su problema alimentario mediante la producción local de alimentos. Las campañas contra el hambre tendrían que empoderar a las comunidades y no pedirle a Nestlé que llegue a enseñarles a hacer postres. ¿Van a solucionar el hambre con trufas? Eso habla de la falta de criterio en esta cruzada”.
Comenta que cuando Brasil excluyó a Nestlé, desarrolló un programa de “olla escolar” que tuvo muchos beneficios, pues establecía por ley que alumnos y maestros consumieran en las escuelas alimentos frescos y saludables provenientes en 30% de los productores locales. Con eso, insiste, se protegía la salud de los niños y la economía local.
Las dudas
Con el banderazo de salida de camionetas cargadas de alimentos y la repartidera de despensas, el lunes 1 arrancó en Chihuahua la Cruzada Nacional contra el Hambre del gobierno de Enrique Peña Nieto.
Al día siguiente, en la Ciudad de México la titular de la Sedesol, Rosario Robles, anunció la ambiciosa campaña promocional de esta estrategia, incomprensible incluso para los operadores de la propia secretaría, a la que se acusa de tener fines electoreros y favorecer a las trasnacionales.
Lo que hasta el momento se ha informado es que la estrategia consiste en reorientar 70 programas sociales de diversas secretarías de Estado para que atiendan a la gente que padece hambre en los municipios seleccionados.
Los cinco ejes de la estrategia son: acabar con el hambre; eliminar la desnutrición infantil; aumentar la producción de alimentos y el ingreso económico de los campesinos y pequeños productores; reducir las pérdidas poscosecha y de alimentos durante su almacenamiento, transporte, distribución y comercialización, e impulsar la participación comunitaria para erradicar el hambre.
Frgmento del reportaje que se publica en la edición 1902 de la revista Proceso, actualmente en circulación.
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