Jorge E. Lara de la Fraga/ Espacio Ciudadano
Quienes disienten suelen beneficiar a los demás, mientras los conformistas se benefician a sí mismos…”
En el marco de los festejos alusivos al Día del Maestro (2013), el gobernador Javier Duarte de Ochoa afirmó que Veracruz es el Estado con los mayores logros educativos en el país, que 120 mil alumnos de educación básica se sumaron a los niveles de excelencia en la prueba Enlace durante 2012, que los alumnos de la Universidad Tecnológica del Centro de Veracruz obtuvieron el reconocimiento como la mejor del país y que además se incorporaron mil 53 planteles al programa Escuela de Calidad. Asimismo el Titular del Ejecutivo, en referencia al bono otorgado al magisterio, indicó que “merced a una inversión superior a losdos mil cien millones de pesos se hará efectivo tal estímulo especial hacia una profesión de la que todos sentimos enorme satisfacción y orgullo”. Para rematar elocuentemente: “Los maestros son el pilar del progreso, del desarrollo y de la prosperidad de Veracruz…”
Durante algunos días de mayo hubo alborozo y alegría en la aldea jarocha; se efectuaron eventos multitudinarios en Boca del Río y Xalapa; se llevaron a cabo desayunos, comidas y cenas; se sortearon obsequios diversos y hasta un desplegado firmado por varios dirigentes sindicales salió a la luz pública, para enfatizar el reconocimiento a los atributos del gobierno en turno y para significar la voluntad política de la administración, en el afán de superar problemas y obstáculos para transitar en pos de la ansiada reforma educativa. En medio de esa verbena, de tal feria de elogios y de reconocimientos justos a ameritados mentores, no escuché para nada las escalofriantes estadísticas oficiales que ubican a nuestra entidad en el nada honroso cuarto lugar nacional en rezago educativo, sobre el entendido de que de los casi 5 millones y medio de pobladores con más de 15 años de edad que habitan en Veracruz, la mitad de ellos no tiene concluida la educación básica.
En el desglose de esos pendientes críticos, el INEA consigna que de esa población veracruzana en estado de emergencia el 11.5% es analfabeta, el 17.2% no tiene primaria terminada y el 21.1% permanece sin secundaria terminada; con el agregado de que la deserción y la reprobación en la educación básica y media superior siguen siendo los serios problemas; todo lo anterior sin dejar de mencionar que los índices de eficiencia terminal en los niveles mencionados son bajos, especialmente en las zonas rurales e indígenas. Para decirlo pronto, Veracruz, al igual que Oaxaca, Guerrero, Michoacán y Chiapas, son los espacios geográficos de la República en circunstancias críticas en el escalafón formativo.
Lo que quiero destacar en este comentario es que como gobernantes y como gobernados debemos de ser cautos, prudentes y objetivos. Si bien en nuestro estado existe, hasta el momento, estabilidad y conformidad magisterial (algo muy diferente a lo que ocurre en otras entidades), no prevalecen todavía aquí las condiciones sociales, económicas y culturales para “echar las campanas al vuelo” o para proferir que vivimos en Jauja o en el recinto de las maravillas. Les encarecería respetuosamente a las autoridades, a los representantes populares y a los dirigentes sindicales a que dirijan sus ojos y su pensamiento a esas colonias y comunidades marginadas donde los niños carecen de lo indispensable, padecen hambre y no tienen los recursos materiales, humanos y pedagógicos para superarse de manera correcta. También les recomendaría que no olviden los desajustes económicos que padecen el IPE y el Seguro del Magisterio. También los exhortaría a que no dejen al margen esas prédicas y leyendas que emanaron de una manifestación pública efectuada el 15 de mayo en nuestra Ciudad Capital, donde se manifestó con precisión: “El maestro marchando, también está enseñando; Bombón, te quiero en mi salón, para una evaluación; El maestro callado, seguro diputado; La reforma educativa es una reforma laboral disfrazada y La reforma atenta contra los derechos de la docencia…”.
Expresan los enterados que desde los años 70 del siglo XX, México enfrenta un proceso de deterioro de su sistema educativo que se ha profundizado con la aplicación de reformas curriculares y administrativas fallidas. No hay sector de la sociedad a la que no le interese la educación en nuestro país, pero resulta que en el vigente proceso reformador no fueron tomados en cuenta los verdaderos educadores en la elaboración de las propuestas innovadoras. De seguro, algo de importancia podrían haber aportado esos docentes comprometidos y responsables que están cotidianamente frente a los dinámicos grupos de alumnos.
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