1 de abril de 2015

LA “PINCHE” PERIODISTA

TEXTO IRREVERENTE


Por Andrés Timoteo
La escritora Elena Poniatowska estuvo ayer en Francia, invitada por la Casa de América Latina en París, para hablar de sus obras literarias.  Fue presentada como la “Princesa Roja” sobrenombre con el que se le conoce por ser descendiente  de Estanislao Poniatowski, el último rey de Polonia aunque ella se reivindica como una cronista mexicana. Poniatowska, dijo su presentador,  porta esa distinción de todo escritor que se ha convertido en la referencia de los suyos  pues “encarna no solo el talento sino el espíritu de un país”.
 
Ella es una personalidad en el contexto político y da colorido a toda una generación, afirmó el profesor emérito de La Sorbonne, Jean-Paul Duviols,  quien guió la charla. El también expresidente de la Asociación de Amigos de México en Francia  citó dos párrafos del discurso pronunciado por Elena Poniatowsk  en el paraninfo de la Universidad de Alcalá de Henares de España cuando le otorgaron el Premio Cervantes de  Literatura 2014:
 
“(Soy) una  Sancho Panza femenina que no es Teresa Panza ni Dulcinea del Toboso  ni Maritornes ni la princesa Micomicona que tanto le gustaba a Carlos Fuentes sino  una escritora que no puede hablar de molinos porque ya no los hay,  y en cambio lo hace de los andariegos comunes y corrientes que cargan su bolsa de mandado, su pico o su pala, duermen a la buenaventura y confían, confían en una cronista impulsiva que retiene lo que le cuentan.
 
Niños, mujeres, ancianos, presos, dolientes y estudiantes  caminan al lado de esta reportera que busca, como lo pedía María Zambrano, ir más allá de las propia vida, estar en las otras vidas.  El poder financiero manda no solo en México sino en el mundo, los que los resisten, montados en Rocinantes y seguidos por Sancho Panza, son cada vez menos.  Me enorgullece caminar al lado de los ilusos, los destartalados,  los candorosos”.
 
En un francés fluido - pues hay que recordar que la escritora nació en París donde vivió hasta los diez años cuando partió junto con sus padres a México en uno de los buques contratados por el entonces cónsul den Marsella, Gilberto Bosques, que salvó a miles de europeos de la persecución nazi- Poniatowska dijo sentirse orgullosa de ser periodista y relató lo que su tía, la poeta Pita Amor, le lanzó alguna vez, a guiso de burla y reproche, cuando ella había optado por convertirse en reportera.
 
“Me decía: Yo soy la reina de la noche. No te compares a  tu tía de fuego, no te compares a tu tía de nada. Yo soy la dueña de la tinta americana y tu… una pinche periodista”, contó entre risas pero reiteró lo que el año pasado dijo ante  la prensa ibérica cuando recibió el Premio Cervantes de Literatura: “Voy a ser  periodista hasta que me muera”.
 
La escritora siempre ha defendido el oficio del periodista. Muchos de sus galardones recibidos también  los ha dedicado a los reporteros, los cuales –dice y lo dice bien- siempre están en el nivel más bajo de la cadena de reconocimientos: se les explota, se les da un salario indigno, se les regaña, se les exige, les grita el jefe de redacción y a veces les grita también el entrevistado, y cuando llevan una noticia que ocupa la primera plana nadie les reconoce el mérito, todos guardan silencio.
 
Poniatowska  también ha propuesto desde hace tiempo que la existencia de periodistas honestos debe ser consagrada como un derecho humano. Es decir, tener reporteros probos y veraces debería estar dentro de las garantáis constitucionales porque la sociedad no puede desarrollarse ni alcanzar la democracia sin estar informada y la información debe allegarse por fuentes confiables que no la manipulen o la falseen para halagar al poderoso o minimizar las voz del pueblo.
 
Durante la plática entre Poniatowska y Duviols se comentaron  una treintena de libros, entre ellos algunos que ya son clásicos en la literatura mexicana como La noche de Tlatelolco, Hasta no verte Jesús mío, Tinísima, Las Soldaderas, El tren pasa primero, Querido Diego, te abraza Queila, La piel del cielo y Paseo de la Reforma, y en cada uno de ellos, cuyas potadas se exhibieron en una pantalla, la escritora ofreció pormenores ya sea de los protagonistas, las anécdotas al redactarlos  y los títulos o las  ilustraciones escogidos para los mismos.
 
Por cierto, del libro La noche de Tlatelolco, la cronista confirmó, a pregunta de su entrevistador, que éste no fue publicado en 1968, año en que sucedió la masacre de periodistas sino tres años más tarde, en 1971. Eran los tiempos de censura y claro tanto la periodista y la casa editorial se arriesgaban a sufrir la represión de parte del presidente en turno, autor de esa masacre estudiantil. “Si (no se publicó en el mismo año) porque se espero que (Gustavo) Díaz Ordaz dejara el poder y que llegara el nuevo presidente”.
 
Al concluir, Elena Poniatowska la dedico su estancia en París a los 43 normalistas de Ayotizinapa, Guerrero que están desaparecidos desde el 26 de septiembre del año pasado. Llamó a los mexicanos a “tomar nuestra vida de la mano y hacerlo por encima de los partidos políticos” para poder superar este tipo de injusticias y exigir que haya un equilibrio en la sociedad mexicana en la cual hay “un precipicio entre las clases sociales”. Hizo una breve descripción de las condiciones de pobreza extrema en las que viven los normalistas de Ayotzinapa y su deseo de convertirse en maestros rurales como medio para superar su condición de marginalidad y también para ayudar a sus comunidades.
 
Refirió a las manifestaciones que tanto en las calles y plazas públicas y también en las redes sociales que demuestran que todos los mexicanos están “absolutamente indignados por Ayotzinapa. “Ayer Francia, hoy México y después el mundo”, manifestó al aludir a los casos dramáticos que han obligado a los pueblos a rebelarse para hacer cambiar las cosas, la situación de injusticia.
 
“Yo quisiera decir sus nombres y si ustedes están de acuerdo, después cuenten conmigo del uno al cuarenta y tres”, agregó. Fue leyendo el nombre de cada uno de los alumnos de la Escuela Normal “Raúl Isidro Burgos” y al concluir la lista, la escritora junto con el coro de voces de todos los ahí presentes comenzó el  conteo: uno…dos…tres…hasta el 43 y al final vino el grito: ¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!. El público agregó las consignas que en México se han repetido hasta el cansancio:¡ Justicia!, y ¡Fuera Peña!.

FUENTE : NOTIVER

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