La
antigua Catedral de Notre Dame, en París, Francia, tiene como gran atractivo el conjunto de gárgolas de piedra en
las alturas.
LA IMAGEN ARQUETÍPICA DE LA GÁRGOLA
El Medievo hereda
gran parte de los símbolos de los griegos y romanos, mediante la tradición y la
mitología. La interpretación didáctica que se hace de los animales y otros
seres procede de esta tradición, aunque muchos hayan sido marcados por las
distintas culturas, gustos, intereses o el paso del tiempo. Aún así muchos
animales reciben un significado difícil de rehuir ya que se convierten en
estereotipos e imágenes heredadas. Los mensajes de la mitología llegan a
nosotros de una forma innata, reflejándose en los miedos que se transmiten a
través de la cultura.
El simbolismo en el mundo medieval occidental es
“fuente de conocimiento” (Sebastián, 1994, p. 17).
Ese conocimiento se
basa en la capacidad que tienen los símbolos de transmitir mensajes a través de
las distintas épocas y fases de la cultura y la sociedad. La gárgola se
convierte en imagen arquetípica, que forma parte de los elementos o pautas
fijas del inconsciente, en el desarrollo de muchas de las historias orales del
Medievo y actuales de nuestra sociedad. Este conocimiento se basa en los
estudios de Carl Gustav Jung, retomados por Joseph Campbell para el desarrollo
de una teoría acerca del recorrido que las narraciones llevan a lo largo de la
historia, que han funcionado en la antigüedad y siguen funcionando en nuestra
sociedad. Se trata del camino del héroe, aunque también podemos hablar del mito
o de las unidades culturales del inconsciente colectivo. “Los arquetipos
influyen y caracterizan a narraciones enteras y a épocas históricas”
(Sebastián, 1994, p. 23).
El mito, que ofrece
soluciones válidas para toda la humanidad1, es el nexo de unión entre culturas
y tradiciones que toman elementos comunes a lo largo del tiempo y la geografía.
“La tradición de las «formas subjetivamente conocidas» coincide de hecho con la
tradición del mito, y es la clave para la comprensión y el uso de las imágenes
mitológicas” (Campbell, 1959, p. 25). Encontramos a las gárgolas dentro de las
categorías de estas pautas, en este caso en forma de personaje, en ocasiones
como ser vivo y en ocasiones como ornamento interrogador. El imaginario innato
crea una facilidad inconsciente para reconocer al monstruo y sus propiedades.
La gárgola también
participa de este innatismo y representa un estereotipo de ambigüedad para el
simbolismo gótico y para la actualidad. El monstruo se convierte en umbral y
vehículo en el camino de renacimiento del héroe o del creyente hacia la
inmortalidad del alma. Y este tratamiento de la gárgola o el monstruo, a nivel
genérico, se seguirá heredando en el mundo audiovisual de distintas formas:
Unas veces el
monstruo surge para cuestionar al héroe para que encuentre el valor y la pureza
de corazón, como el oráculo del Sur en La Historia Interminable; otras veces
será necesario vencerlo, como San Jorge o San Román de Rouen; otras veces el
monstruo es un aliado en nuestro camino, al servicio del bien, como Ludo en
Dentro del Laberinto. (Yáñez, 2014, p. 59).
Arte, Individuo y Sociedad
2016, 28(2) 553-565 555 Begoña Yáñez-Martínez
La gárgola en la
cultura visual actual Esto plantea la primera cuestión a tener en cuenta en el
análisis que pretendemos llevar a cabo, y es que la visión de la gárgola desde
su monstruosidad debe ser interpretada desde esa intervención divina o superior,
ya que si no somos capaces de ver esta intervención caeremos en el
desconocimiento y en el peligro de simplificarlas a un obstáculo en el camino,
en lugar de una preparación sagrada para la renovación. Esta renovación se
plasma con unanimidad en las portadas de las catedrales, con su lección
didáctica, primera interrogación al creyente para acceder a un espacio sagrado.
La gárgola no goza de un estudio tan en profundidad como han recibido las
portadas, más cercanas en el espacio y en el conocimiento; por ello su
interpretación se presta a opiniones y adaptaciones más dispares. En cualquier
caso la propia portada o umbral principal, constará de la presencia a ambos
lados de gárgolas colosales que nos introducirán en una prueba final, de
renovación. En las entradas de las catedrales se consigue esta interpelación
mediante el Juicio Final, o la intercesión de la Virgen o los santos. Las
gárgolas confieren a la catedral la posición de umbral del más allá, en este
caso la interrogación se traslada a las alturas, cumpliendo igualmente su
función de cuestionamiento necesaria para el nacimiento a la nueva vida.
Consideramos que esta participación de la gárgola en el camino del héroe es la
que da pie a su uso actual en nuestra cultura.
Las historias siguen jugando un
papel importante y didáctico en el comportamiento del hombre. Desde las
antiguas enseñanzas, en forma de leyenda, cuentos infantiles, parábolas, etc.,
se han recibido los mensajes educativos que guían el camino de cada oyente. Las
manifestaciones visuales de estas historias o de estos personajes han reforzado
la enseñanza y han ayudado a que perduren hasta nuestros días. La manera de
pensar hacia el mito no ha variado significativamente hasta hoy, heredamos del
hombre primitivo los razonamientos hacia los sueños y nos retrotraemos a
nuestros pensamientos innatos constantemente, influidos por nuestra cultura y
los citados estereotipos heredados.
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