En
entrevista para Contrapeso Ciudadano, Arce opinó sobre las declaraciones de Pedro Salmerón Sanginés, quien renunció al Instituto Nacional de
Estudios Históricos de las Revoluciones de México (INEHRM) tras las críticas
recibidas por calificar como “jóvenes valientes” a los miembros de la Liga que
asesinaron al empresario Eugenio
Garza Sada el 17 de septiembre de
1973.
Pese a no coincidir con las declaraciones del historiador,
Arce opina que es necesario generar un debate sobre las condiciones que
llevaron a algunos jóvenes de aquella época a luchar por la vía armada, así como
sobre las consecuencias que pueden provocar el dogmatismo y la violencia.
«Esta
discusión debería darse de manera amplia, democrática, sin buscar culpables o
inocentes, sino realmente que sirvan para educar a las nuevas generaciones de
por qué el dogmatismo puede llevar a la violencia, que es uno de los riesgos
que está viviendo nuestro país». René Arce
“Lo que hace Salmerón es abrir un debate. Y que lo mejor era eso: que se
convocara a un debate, no solamente promover su despido ya que reclamaron los
del sector industrial”.
Arce también recordó que en el actual gobierno y en el partido en el
poder existen personajes que durante la década de los setenta participaron en
ambos lados de la guerrilla. Al respecto, consideró que quienes estuvieron
involucrados deberían expresar su punto de vista para construir una cultura
democrática desde el debate:
“Ahí adentro del actual gobierno hay gente que participó de un lado y
del otro. A mi lo que me sorprende es que se queden callados. Me gustaría
escuchar en ese debate a quienes vienen de esa línea revolucionaria
violenta que están en la cuarta transformación. Y a los otros, los que
vienen de la línea que abandonó el dogmatismo. Y también los que
estuvieron en el lado represor. [En Morena] hay gente que estuvo en el
Estado de aquella época y que fue parte de ese gobierno represor que también
generó condiciones antidemocráticas. Ese el debate. ¿Por qué no lo hacen?
Porque a algunos les da vergüenza y a otros les da miedo entrar en ese debate
interno, y me parece que eso no ayuda a la democracia”, consideró.
La violencia no se justifica
Arce explica que durante la década de la guerrilla no existían
libertades democráticas en México: los movimientos estudiantiles de 1968 y 1971
habían sido reprimidos; no había alternativas electorales y no se permitía la
libertad sindical: “en fin, había un sistema autoritario que cerraba las
posibilidades de participación política. Por eso hubo quienes pensaron que ante
ello la otra opción era la vía armada, la vía violenta, la vía revolucionaria.
Y bueno, pues impregnados de un dogmatismo de carácter marxista-leninista, se
prensaba que las condiciones estaban creadas y dadas para asaltar el poder”.
No obstante, aclara: “Pero la verdad es que esas condiciones
pueden explicar, mas no justificar la violencia que se cometió en aquella
época”.
“Yo en lo particular no estoy de acuerdo con las opiniones de Salmerón, creo que hubo quienes estuvimos equivocados en los medios que escogimos para llegar a un fin, y que no podemos justificar. Podemos explicar las condiciones que se daban en su momento, pero no justificar esos medios para alcanzar un fin, sobre todo habiendo en ese momento otras alternativas como la que emprendió el compañero Heberto Castillo en con la búsqueda de la creación de un partido político, o el mismo Partido Comunista Mexicano, que decidió apartarse del uso de la violencia como recurso para llegar al poder”, explicó Arce.
“Cometimos errores terribles que costaron la vida no sólo a personajes como este industrial [Garza Sada], que en sí ya representa una cuestión muy grave, sino también a mucha gente sencilla, del pueblo, que portaba un uniforme de policía. Simplemente ciudadanos que se oponían a cualquiera de estos métodos violentos y que fueron dañados”, recuerda.
El Estado no ha sido juzgado
Sin embargo, la violencia no fue generada de forma unilateral. Para combatir a la guerrilla, el gobierno de Luis Echeverría creó la llamada “Brigada Blanca”, un organismo conformado por elementos de la extinta Dirección Federal de Seguridad, la Policía Judicial Federal y distintas policías locales con el fin de “cazar” a los miembros de la Liga Comunista 23 de Septiembre.
Al respecto, Arce enfatiza que “así como no es justificable la actuación de los jóvenes que tomaron la vía de las armas, tampoco es justificable que el Estado haya hecho de la tortura y el secuestro el método para acabar con el movimiento”.
Además, considera que quienes integraron esos grupos paramilitares deben ser juzgados: “A nosotros nos juzgaron, pero el Estado no ha sido suficientemente juzgado. El comité que investigó esos casos no llegó al fondo”.
Cabe recordar que durante la década de los setenta, el ahora director de la Comisión Federal de Electricidad, Manuel Bartlett, se desempeñó como director general de Gobierno de la Secretaría de Gobernación en la presidencia de Luis Echeverría. Mientras tanto, en la misma década, el hoy diputado de Morena, Porfirio Muñoz Ledo fungió como subsecretario en la oficina de la Presidencia y ocupó diversos cargos en el Fondo de Cultura Económica.
“Hubo quienes estuvieron en el gobierno en aquel momento y hoy están en la cuarta transformación. De ahí la incongruencia”, considera Arce, al tiempo que opina que quienes estuvieron ahí “tendrían que decir qué pasó”.
Las enseñanzas
Arce, quien en su momento fue considerado por la DFS como líder regional en Oaxaca de la Liga comunista 23 de Septiembre, relata que fueron dos factores los que lo llevaron a abandonar la lucha armada: por un lado, la pérdida de familiares a causa de la violencia; y por otro, un amor por la lectura que le permitió abrirse a la pluralidad y abandonar un entorno dogmático.
Tras su paso la guerrilla, se unió al Partido Revolucionario de los Trabajadores, que en 1982 postuló a Rosario Ibarra de Piedra a la presidencia de la República. Hoy, reconoce el valor de personajes como Arnoldo Martínez Verdugo, Gilberto Rincón Gallardo, Valentín Campa y Heberto Castillo, quienes entendieron “que el mecanismo era abrir con reformas políticas democráticas la posibilidad de, por la vía pacífica, por la vía electoral, acceder al poder”.
Ellos, en su opinión, “marcaron el camino que hoy algunos otros están usufructuando, gracias al trabajo que en condiciones muy difíciles emprendieron al inicio de los setentas”.
“En aquella época quienes estábamos del otro lado los calificamos de reformistas. Incluso los amenazábamos con lastimarlos o ajusticiarlos por hacer pactos con el Estado con el gobierno. Y bueno, pues al final ellos tuvieron la razón… quienes estábamos equivocados éramos nosotros. Nos equivocamos en su momento, y hay que decirlo abiertamente. No nos debe dar pena decir que nos equivocamos”.
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