La primera mujer periodista mexicana
Gustavo Ramón Cortez
García*
Como no debemos olvidar a las grandes mujeres que forjaron nuestra
historia, me permito rememorar a una mexicana que nos dio patria. María de la
Soledad Leona Camila Vicario Fernández de San Salvador nació el 10 de abril de
1789, en la ciudad de México. Hija de un español y una criolla, tuvo una
familia rica que pudo costearle una educación similar a la que tenían los
hombres, algo raro en esa época. Gracias a una sólida formación y al apoyo de
sus padres, quienes mueren cuando tenía 18 años, motivo por el que queda bajo
la tutela de su padrino, pudo crecer conforme a su lema de vida: “Me llamo
Leona y quiero vivir libre como una fiera”.
Entusiasta por la lectura y la
escritura, también valora el trabajo doméstico. Mujer de férreo carácter, desde
un principio comulga con la causa de la independencia, algo que proclamaba sin
empacho desde el balcón de su casa. Junto a su primo y hermana, la marquesa de
Vivanco toma parte en la concepción del proyecto insurgente, además de ayudar
al movimiento libertario en todo lo posible: distribuye correspondencia
rebelde, recibe en su casa a los jefes, ayuda a las familias de los apresados,
recluta hombres, anima a los jóvenes para que ingresen a las fuerzas
liberadoras e invierte su propia fortuna en armas. Aunque la lucha es feroz en
todos los ámbitos y la iglesia católica elabora un edicto para que los fieles
delaten a quien ayude a los insurgentes, incluso si fuera un familiar, Leona
envía dinero e información a los insurgentes sobre los movimientos políticos y
militares que observaba en la capital del virreinato.
Su principal medio de
expresión era la escritura, vía en la que fue una invaluable líder, y gracias a
la que estableció una comunicación en clave, mediante informes publicados en el
periódico El ilustrador americano. Los heraldos secretos también serían una
alternativa para mandar y recibir noticias, conducto que sirvió para que los
conjurados tuvieran los documentos que Quintana Roo despachaba desde los campos
de batalla. Difunde la noticia de que en México están acuñando su moneda los insurgentes
y bautiza con seudónimos de guerra a José María Morelos, Miguel Hidalgo e
Ignacio López Rayón. Cuando intenta convencer a los mejores armeros vizcaínos
de participar en la guerra de independencia, es delatada como conspiradora,
detenida y recluida en su casa, donde queda bajo la vigilancia de su tutor.
Leona, de espíritu rebelde, escapa y huye a San Juanico, Tacuba, donde reúne a
varias mujeres, entre ellas su ama de llaves, para luchar por la causa
insurgente. Participa en algunos combates y continúa difundiendo, como una
corresponsal de guerra, noticias respecto a lo que sucede en el frente de
batalla.
A pesar de haber tenido dos hijas en plena campaña insurgente, jamás
abandona su convicción ideológica: sacrifica todas sus comodidades materiales a
cambio de mantener una congruencia entre su pensamiento y acción. El Congreso
de 1822 decide que Leona Vicario recibiera como reconocimiento a su labor por
la causa independentista y como restitución a una parte de sus bienes
incautados por el gobierno virreinal, las propiedades de la calle Santo
Domingo, esquina con Cocheras, hoy Brasil esquina con Colombia, así como las
propiedades nueve y 10 de esta última calle. Leona Vicario murió el 21 de
agosto de 1842, a los 53 años.
En 1900 trasladan sus restos a la Rotonda de los
Hombres Ilustres, y en 1925, al Ángel de la independencia, donde reposan junto
con los de otros caudillos de ese movimiento. Hoy es considerada no solo como
heroína de la independencia, sino también como la primera periodista de México.
*Estudiante de psicología, Centro Universitario Guadalajara Lamar.
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