28 de febrero de 2012

GARZÓN: ESPAÑA ANTE LA HISTORIA


Por José Martínez M. (*) 
Se autoriza reproducción con crédito al autor
México, D. F., a 27 de febrero de 2012

Para mi general y amigo
José Francisco Gallardo Rodríguez
En los últimos días, los ojos del mundo se centraron en el proceso judicial en contra del juez Baltazar Garzón. La prensa mundial también se ocupó del caso. No es para menos. Es la primera vez que se procesa a un juez por defender los derechos humanos y que se ha distinguido por perseguir crímenes internacionales. 

Por tal motivo, la semana pasada cientos de miles de personas salieron a las calles a protestar contra el Tribunal Supremo de España y en defensa del asesor del Tribunal Penal Internacional de La Haya y miembro del Comité Europeo para la Prevención de la Tortura y los Tratos Inhumanos y Degradantes.

No es poca cosa el palmarés de Baltazar Garzón, con más de una veintena de doctorados Honoris Causa por varias universidades españolas y del extranjero y una reputación ganada a pulso por procesar a conspicuos sátrapas y genocidas como Pinochet. Y otros a quien tenía en la mira como a Silvio Berlusconi, el ex primer ministro de Italia a quien en 2001, solicitó al Consejo de Europa desaforar cuando éste se desempeñaba como miembro de la asamblea parlamentaria del Consejo.

El caso Garzón me recuerda al proceso que en su momento enfrentó en Francia el capitán Alfred Dreyfus y un tanto el caso del general José Francisco Gallardo Rodríguez, por proponer en México un ombudsman para las Fuerzas Armadas. ¿Por qué? El abuso de poder y la conjura de los poderes fácticos.

La revelación del escándalo en Yo acuso (J’accuse), un artículo de Émile Zola en 1898, provocó una sucesión de crisis políticas y sociales inéditas en Francia que, en el momento de su apogeo en 1899, revelaron las fracturas profundas que subyacían en la Tercera República Francesa. Dividió profunda y duraderamente a los franceses en dos campos opuestos, los pro y los contra a Dreyfus y reveló la existencia en la sociedad francesa de un núcleo de violento nacionalismo y antisemitismo difundido por una prensa sumamente influyente. El caso se convirtió en símbolo moderno y universal de la iniquidad en nombre de la razón de Estado. 

El caso Dreyfus tuvo como origen un error judicial, sobre un trasfondo de espionaje y antisemitismo, en el que la víctima fue el capitán Dreyfus que marcó un hito en la historia del antisemitismo. Enjuiciado por un tribunal militar por el delito de alta traición, Dreyfus fue condenado a prisión perpetua y desterrado en la Colonia penal de la Isla del Diablo en la costa de la Guayana francesa.

Convencida de la arbitrariedad de la condena, la familia del capitán, con su hermano Mathieu al frente, intentó probar su inocencia y para ello recurrieron a los servicios del periodista Bernard Lazare. Simultáneamente, el coronel Georges Picquart, jefe del servicio de contraespionaje, comprobó, en marzo de 1896, que el verdadero traidor había sido el comandante Ferdinand Walsin Esterhazy. El Estado Mayor se negó, sin embargo, a reconsiderar su decisión y sacó a Picquart de Francia destinándolo al norte de África.

A pesar de las intrigas del ejército para evitar la revisión, en 1898 el Tribunal Supremo reabrió el caso y al año siguiente anuló la sentencia que condenó a Dreyfus, ordenando realizar un nuevo Consejo de Guerra, que se efectuó en Rennes ese mismo año. Contra todo pronóstico, Dreyfus fue condenado otra vez, ahora a diez años de trabajos forzados, aunque en este fallo el tribunal mencionó que existían «circunstancias atenuantes». 

Diez días después, agotado y con su salud quebrantada por cuatro largos años de prisión en condiciones inhumanas, Dreyfus aceptó el indulto que le concedió el presidente Émile Loubet. En 1906 su inocencia fue reconocida oficialmente por la Corte de Casación a través de una sentencia que anuló el juicio de 1899, sin reenvío para realizar un nuevo juicio, y decidió la rehabilitación del capitán Dreyfus, decisión inédita y única en la historia del derecho francés. 

Rehabilitado, el Capitán Dreyfus fue reintegrado al ejército con el rango de Comandante, participando luego en la Primera Guerra mundial. Con la dignidad en alto, Dreyfus falleció en 1935.

La siguiente es la carta abierta de Émile Zola al presidente de Francia M. Felix Faure y publicado por el diario L’Aurore el 13 de enero de 1898 en su primera plana a favor del capitán Alfred Dreyfus: 

“Yo acuso al teniente coronel Paty de Clam como laborante –quiero suponer inconsciente– del error judicial, y por haber defendido su obra nefasta tres años después con maquinaciones descabelladas y culpables. Acuso al general Mercier por haberse hecho cómplice, al menos por debilidad, de una de las mayores iniquidades del siglo. Acuso al general Billot de haber tenido en sus manos las pruebas de la inocencia de Dreyfus, y no haberlas utilizado, haciéndose por lo tanto culpable del crimen de lesa humanidad y de lesa justicia con un fin político y para salvar al Estado Mayor comprometido. Acuso al general Boisdeffre y al general Gonse por haberse hecho cómplices del mismo crimen, el uno por fanatismo clerical, el otro por espíritu de cuerpo, que hace de las oficinas de Guerra un arca santa, inatacable. Acuso al general Pellieux y al comandante Ravary por haber hecho una información infame, una información parcialmente monstruosa, en la cual el segundo ha labrado el imperecedero monumento de su torpe audacia. Acuso a los tres peritos calígrafos, los señores Belhomme, Varinard y Couard por sus informes engañadores y fraudulentos, a menos que un examen facultativo los declare víctimas de una ceguera de los ojos y del juicio. Acuso a las oficinas de Guerra por haber hecho en la prensa, particularmente en L’Éclair y en L’Echo de Paris una campaña abominable para cubrir su falta, extraviando a la opinión pública. Y por último: acuso al primer Consejo de Guerra, por haber condenado a un acusado, fundándose en un documento secreto, y al segundo Consejo de Guerra, por haber cubierto esta ilegalidad, cometiendo el crimen jurídico de absolver conscientemente a un culpable. No ignoro que, al formular estas acusaciones, arrojo sobre mí los artículos 30 y 31 de la Ley de Prensa del 29 de julio de 1881, que se refieren a los delitos de difamación. Y voluntariamente me pongo a disposición de los Tribunales. En cuanto a las personas a quienes acuso, debo decir que ni las conozco ni las he visto nunca, ni siento particularmente por ellas rencor ni odio. Las considero como entidades, como espíritus de maleficencia social. Y el acto que realizo aquí, no es más que un medio revolucionario de activar la explosión de la verdad y de la justicia. Sólo un sentimiento me mueve, sólo deseo que la luz se haga, y lo imploro en nombre de la humanidad, que ha sufrido tanto y que tiene derecho a ser feliz. Mi ardiente protesta no es más que un grito de mi alma. Que se atrevan a llevarme a los Tribunales y que me juzguen públicamente. Así lo espero. Émile Zola”, París, 13 de enero de 1898. Esta carta le costó a Zola el exilió en Londres, donde vivió en secreto. 

El del general José Francisco Gallardo fue un caso sin precedentes en la justicia mexicana. En pleno salinato, la represión en su contra partió cuando el militar presentó una tesis de maestría titulada “La necesidad de un ombudsman militar en México”. 

El delito consistió en haberla publicado en la revista Forum, una modesta publicación mensual. Por ese motivo, Gallardo estuvo más de diez años en prisión. Se le fincaron innumerables delitos, 16 averiguaciones previas, 9 causas penales, 7 autos de formal prisión y más de 20 delitos imputados. 

Gallardo interpuso 17 amparos en materia penal y 20 en materia administrativa contra actos de la autoridad militar a lo largo del proceso que se le siguió desde 1993. Ante el abuso de la autoridad su caso fue atraído por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la cual emitió una recomendación al gobierno mexicano para que fuese liberado. 

La Suprema Corte de Justicia de la ación concedió amparo al general Gallardo Rodríguez a fin de mantener su grado militar, el cual le había sido cancelado por la Secretaría de la Defensa Nacional. Las autoridades militares le exigieron la entrega de las patentes o constancias de sus grados militares a fin de proceder a su cancelación, en cumplimiento de una sentencia del Supremo Tribunal Militar. 

Además, le habían prohibido que no usara las insignias de General Brigadier, retirado su salario y apercibido que no firmara con su grado de general, ya que de hacerlo se haría acreedor al cargo de usurpación de funciones.

Un claro ejemplo de abuso de poder de las autoridades militares. El caso Gallardo dejó en claro tras una resolución de la Suprema Corte de Justicia de la Nación que ninguna institución de Estado, ni el Ejército, debe eximirse de la crítica y del escrutinio social. 

El debate en torno al caso Gallardo motivó que la Comisión Interamericana de Derechos Humanos de la Organización de Estados Americanos, dictaminara que la autoridad militar utiliza las instituciones de justicia para un fin distinto para el cual fueron concebidas, realizando actos con apariencia legal; al debate se sumaron la Organización de las Naciones Unidas, Amnistía Internacional, Human Rigths Watch, Pen Internacional el Centro por la Justicia y el Derecho Internacional, el Departamento de Estado de Estados Unidos, las comisiones de derechos humanos del Congreso de la Unión y las organizaciones no gubernamentales mexicanas, todas bajo el pronunciamiento por la desaparición de la jurisdicción militar para esclarecer los crímenes del pasado y terminar con las graves y sistemáticas violaciones a los derechos civiles. 

Ahora el caso Garzón pone ante la historia a España como nación. De manera inaudita la justicia española –si se le puede llamar así– por primera vez procesa a un juez por defender los derechos humanos. Dos de las principales organizaciones defensoras de los derechos humanos en el mundo, Amnistía Internacional y Human Rights Watch, hicieron un llamado al gobierno de España, las que coincidieron en señalar que “la obligación de cualquier Estado es perseguir cualquier violación de derechos humanos y no se puede juzgar a ningún juez por hacerlo”.

Los principales diarios del mundo reaccionaron con indignación ante el proceso a Garzón. La inhabilitación de Baltazar Garzón “es una persecución por motivos políticos”, tituló The Guardian. “Una injusticia en España”, apuntó The New York Times. Le Figaro, tituló su portada “Superjuez”, The Times lo calificó como “El juez de las cruzadas”. 

Baltazar Garzón se convirtió en una figura emblemática de la justicia. Su actuación rebasó las fronteras. Combatió al crimen organizado, lo mismo que al terrorismo, los abusos del poder y crímenes de lesa humanidad. A principios de los noventa se enfrascó en combatir a los cárteles de las drogas, encabezó las operaciones antidrogas “Nécora” y “Pitón” desarticulando a dos poderosas bandas de narcotraficantes que operaban en Galicia. Fue nombrado delegado del Plan Nacional sobre la Droga, alcanzando el rango de secretario de Estado. 

En cuanto al terrorismo fue implacable con los grupos vinculados a Euskadi Ta Askatasuna (ETA) por lo que los partidarios de País Vasco y Libertad lo señalaron de criminalizar a las organizaciones independentistas, entre ellas a varias editoriales y periódicos de la izquierda nacionalista vasca. Lo cuestionaron por guardar silencio ante más de 200 casos documentados de tortura de los separatistas. 

Sin embargo, Garzón también actuó con mano firme ante las organizaciones de la ultraderecha y las mafias políticas vinculadas al Partido Popular, que fue lo que desató una campaña de odio en su contra y un proceso judicial sin precedentes que lo llevaron a partir del 14 de mayo de 2010, ha ser suspendido cautelarmente en sus funciones de juez de la Audiencia Nacional por decisión del Consejo General del Poder Judicial. El motivo: haber ordenado unas escuchas en la cárcel de Carabanchel entre los acusados de una gran red de corrupción, conocida como caso “Gürtel” y que involucra a decenas de políticos vinculados al gobernante Partido Popular, que encabeza el presidente Mariano Rajoy. 

El empresario Francisco Correa Sánchez, el Carleone español, dirigía varias empresas muy estrechamente vinculadas al Partido Popular (PP), entre ellas Special Events, que durante algunos años organizó importantes eventos del partido cuyo gobierno lidera Mariano Rajoy.

En su alegato Garzón hizo saber que a instancias de la Fiscalía Anticorrupción, las escuchas se hicieron para evitar que los acusados siguieran delinquiendo y lavando dinero desde la prisión. Los integrantes del Tribunal Supremo acusan a Garzón del delito de “prevaricación” por haber ordenado las escuchas, que esta autoridad considera “ilegales” por lo que exigen una pena de 11 años de inhabilitación y pérdida definitiva del cargo que ostenta.

No obstante el punto medular del proceso en su contra lo constituye, además, el haberse declarado competente desde el año 2008 para investigar las desapariciones ocurridas durante la guerra civil española y el franquismo. 

Garzón tocó las fibras más sensibles de la ultraderecha española, que ahora detenta el poder político y, que para su desgracia, le ha jugado una vendetta con el proceso judicial en su contra que ha puesto a España en el escándalo por todo lo que ello representa, para un país que demuestra que aún no cicatrizan las heridas de su pasado reciente y que pone en jaque a sus instituciones y a la democracia española.

Detrás de las acusaciones a Garzón ante el Tribunal Supremo están los grupos fascistas aglutinados en torno a la ultraderechista Falange Española de las JONS (Juntas de Ofensiva Nacional Sindicalista) y las no menos fascistas y ultraderechistas Manos Limpias, y la asociación Igualdad e Identidad. 

Garzón no está solo, son varios los magistrados del Tribunal Supremo que defienden su causa y que saben que se trata de un caso de ignominia. En palabras del ex fiscal Anticorrupción, Carlos Jiménez Villarejo, el caso Garzón puede ser resumido así: “Es un golpe a la democracia 35 años después de la muerte del dictador, la extrema derecha ha conquistado una victoria que ha sido posible por un Tribunal Supremo sensible a esa persecución y un Consejo General del Poder
Judicial cómplice”. 

En palabras de la organización Human Rights Watch resume así el caso Garzón: “Ahora, la justicia misma se ha convertido en una víctima de España. El juez Garzón ha luchado por hacer justicia para las víctimas de graves atrocidades cometidas en el extranjero y ahora está siendo castigado por intentar hacer lo mismo en su propio país… Los verdaderos crímenes aquí son las desapariciones forzadas y los asesinatos, no el intento de un juez de investigarlos”.
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*José Martínez M., es periodista y escritor. Es Consejero de la Fundación para la Libertad de Expresión (Fundalex). Es autor del libro Carlos Slim, Los secretos del hombre más rico del mundo, y otros títulos, como Las enseñanzas del profesor. Indagación de Carlos Hank González. Lecciones de Poder, impunidad y Corrupción yLa Maestra, vida y hechos del Elba Esther Gordillo.

26 de febrero de 2012

El panteón privado de ‘Los Zetas’ en Veracruz

Ricardo RaveloLos primeros días de este mes se descubrieron varias fosas con los restos de al menos 14 personas asesinadas por Los Zetas en un predio de Acayucan, Veracruz. Capturado poco antes del hallazgo, el jefe de los sicarios en esa sureña región de la entidad, El Pollo H, confesó los crímenes sin empacho; pero resulta que el predio donde estaban las fosas clandestinas tiene un dueño, al menos nominalmente: un ganadero que se vio forzado a abandonar la finca para salvar su vida y la de su familia, y sobre el que ahora se ciernen las sospechas.
25 de febrero de 2012
 
ACAYUCAN, VER.- “Yo soy gente de trabajo y me sigo preguntando por qué me pasó esto tan horrible. Se robaron mi tranquilidad y temo que un día vengan y me maten. Esta gente ya no respeta nada. Hoy les pagas y al rato vienen y masacran a toda tu familia. Así no puede uno vivir tranquilo.”

Habla René Reyes Ramírez, ganadero y dueño del rancho La Poma Rosa, a dos kilómetros de esta cabecera municipal. Sicarios del cártel de Los Zetas lo secuestraron y luego lo despojaron de su propiedad para usarla como cementerio clandestino.

En entrevista con Proceso, René Reyes narra lo que padeció hace un año y medio, cuando lo secuestró “un grupo de encapuchados” que, según se supo después, eran sicarios al servicio de Los Zetas afincados en el corredor petrolero Coatzacoalcos-Acayucan, en el sur de Veracruz.
 
Cuenta que lo plagiaron en pleno centro de esta ciudad. “Ese día”, recuerda, “tomé mi camioneta y fui al pueblo a dar una vuelta, como siempre lo hacía; de pronto me interceptaron estas personas y me llevaron a la fuerza”.
 
–¿Qué le dijeron? –se le pregunta.

–¿Qué me van a decir? Lo que le dicen a la gente que secuestran. Que cooperara o me mataban. Me llevaron a dar vueltas y más vueltas. No sabía ni dónde estaba porque me vendaron los ojos y me golpearon. Luego me llevaron a una casa y ahí estuve tres días. Querían que les diera dinero, que le dijera a mi esposa que llevara una cantidad y se las entregara para que me dejaran libre.

–¿Cuánto le pidieron?

–No quiero hablar de ese tema.

En medio de la constante amenaza de muerte, siempre encañonado, los plagiarios le exigían el dinero para dejarlo libre. Pero había un problema: su esposa no tenía acceso a su cuenta bancaria. Reyes negoció con Los Zetas: les pidió que lo liberaran y se comprometió a liquidar el pago tan pronto reuniera el dinero. Sus plagiarios aceptaron pero le advirtieron que si no pagaba, los matarían a él y a toda su familia.

Una vez liberado le contó lo ocurrido sólo a su esposa. Luego vendió unas vacas, pidió prestado, dispuso de lo que tenía en una cuenta bancaria y finalmente pagó. Pero la pesadilla no terminó ahí. Los Zetas le exigieron que les entregara el rancho, localizado a un kilómetro y medio de su casa. No se pudo negar. (Extracto del reportaje que aparece esta semana en la revista Proceso 1843, ya en circulación)

23 de febrero de 2012

El fantasma de la lucha de clases

Adolfo Sánchez Rebolledo
Dice el historiador Josep Fontana que desde la Revolución Francesa hasta los años 70 del siglo pasado las clases dominantes de nuestra sociedad vivieron atemorizadas por fantasmas que perturbaban su sueño, llevándolas a temer que podían perderlo todo a manos de un enemigo revolucionario” (“Más allá de la crisis”, Rebelión, 8/2/12). En ese extenso periodo los asalariados tuvieron que exigirlo todo: desde la libertad de reunión hasta la jornada de ocho horas o el ejercicio del voto, por no hablar de la contratación colectiva, el derecho de huelga o al “salario digno” al que todavía hoy alude utópicamente la OIT. Son esas “concesiones” las que marcan el progreso, la humanización de las relaciones capitalistas y con ello las formas de convivencia civilizadas más democráticas. La posguerra despertó nuevas inquietudes: la derrota del fascismo fortalecía en Europa al mundo del trabajo, inclinado al socialismo en una sociedad cada vez más polarizada entre dos extremos; pero la inteligencia de los hombres de Estado, que habían aprendido del New Deal –y los recursos a su disposición–, permitió un pacto político social que contuvo el “peligro” comunista, atemperando las desigualdades a favor de las grandes masas mientras crecían la productividad, el consumo y las ganancias del capital. Las cosas salieron tan bien que se creyó que el nuevo orden europeo –el floreciente Estado de bienestar– sería un estadio irreversible, más equilibrado y justo, sin grandes enemigos internos. Sin embargo, la propia guerra fría confirmaba que los temores de fondo del viejo capitalismo anticomunista (y sus actores) seguían presentes, prestos a convertirse en políticas de fuerza y no sólo frente a la amenaza proveniente del exterior.
 
La vieja pesadilla apenas comenzó a desvanecerse en los años 70, cuando, apunta Fontana, se hizo evidente “que ni los comunistas estaban por hacer revoluciones” ni tampoco podían ganar la guerra fría. La crisis de los años 70 borró del mapa la actualidad de la revolución en los países desarrollados y probó que el Estado soviético, con todo y sus colmillos nucleares, era un tigre de papel sometido a una desconocida enfermedad terminal que acabaría extinguiéndolo. Lo que sigue es historia conocida: los gobiernos de Reagan y Thatcher, luego de la crisis del petróleo, iniciaron la gran reforma neoliberal, cuyo objetivo no era otro que volver a poner sobre sus pies al capitalismo, que buscaba elevar sus ganancias. No sería sencillo desmontar las conquistas laborales y sociales, pero se puso toda la carne en el asador para lograrlo, desde la destrucción del sindicato hasta la reducción de los derechos más emblemáticos. El mundo del trabajo perdió densidad y peso político. Simultáneamente se fomenta el libre comercio, la innovación tecnológica y se “deslocalizan” las industrias, tejiendo un red global que antes no existía. El resultado, apunta nuestro autor, es que los salarios reales bajaron 7 por ciento de 1976 a 2007 en Estados Unidos, y lo han seguido haciendo después de la crisis. En otras palabras, el mundo se hizo aún más desigual que en el pasado.

La euforia antiestatista devino culto obligatorio al mercado y el individualismo hizo parecer ridículas las obsesiones igualitarias del pasado. El éxito de la revolución neoliberal alcanzó el cénit con la caída del Muro de Berlín, presentada como la confirmación absoluta de su pertinencia, de modo que el pensamiento crítico se reduce al mínimo o se queda como expresión testimonial de los sueños utópicos. Es en ese momento cuando surge la “la gran divergencia”, es decir, el proceso que, según Krugman, llevó al enriquecimiento del ya famoso uno por ciento a cuenta del empobrecimiento del resto de la humanidad. Lo extraordinario de esta situación, dice Fontana, es que la gran divergencia no es, como se repite, el resultado lógico, fatal, de la actividad del mercado, sino una construcción política puesta en juego para fortalecer, justamente, el peso específico de las grandes empresas que usan al Estado y la ley para reciclar sus privilegios. Dicho de otro modo, más allá de la crisis y sus secuelas, estaríamos ante una “transformación a largo plazo de las reglas del juego social”, que afirmaría el poder del uno por ciento frente a la precarización universal del trabajo. Atrás quedaría “una época caracterizada por la esperanza y el potencial tecnológico” y se instalaría una “nueva era de desigualdad”, gobernada por una oligarquía financiera. El resultado, hablando de Europa en particular, sería –según Fontana– “un golpe de Estado oligárquico en que los impuestos y la planificación y el control de los presupuestos están pasando a manos de unos ejecutivos nombrados por el cártel internacional de los banqueros”.
 
La dureza de las políticas de austeridad, los ataques a los derechos sindicales en España, la represión creciente a las disidencias “indignadas” en el globo entero, en fin, la crueldad del ajuste impuesto a Grecia, son ejemplos de hasta qué punto los grupos dirigentes actúan convencidos de que pueden imponerse sin desatar una situación de permanente ingobernabilidad haciendo irreversibles o permanentes las medidas adoptadas contra la crisis. Pero en este punto se olvidan de lo que los clásicos ya sabían antes de Marx: la lucha de clases existe.

El Baldón: No more Weapons. Del orgullo a la vergüenza

Por: José Miguel Cobián
Los cubanos están muy orgullosos del mensaje escrito en una pared frente a la embajada americana en la Habana. Es mensaje dice algo parecido a ¨señores imperialistas, los cubanos no les tenemos miedo¨.

Ese pequeño perredista que todos llevamos dentro, se puso muy orgulloso cuando vió al presidente Calderón en un discurso en Chihuahua, y en lugar de una mampara, estaba una pared con un mensaje en inglés: ¨No more weapons¨. El análisis a bote pronto, fue que por fin, Don Felipe del niño Jesús Calderón Hinojosa había decidido dejar de ser un lacayo de los poderes económicos al norte del río bravo, y aunque fuera en la parte final de su sexenio, estaría a punto de convertirse en un estadista… Allí comenzó el momento de orgullo.

Pasados unos minutos, seguí con la reflexión del asunto del llamado a ¨no más armas¨, y me acordé que estamos en un período inter-campañas, en el cual los candidatos no pueden hacer proselitismo. Luego pasé al asunto de que Andrés Manuel y Josefina pueden pelear la presidencia a Enrique, siempre y cuando uno de ellos despunte del otro en las encuestas, y se dé el fenómeno de voto útil, contra el PRI, por lo cual aquéllos simpatizantes del tercer lugar, al verlo alejado de la posibilidad de triunfo, votarían por el segundo lugar, logrando que éste gane la elección. Así, esa frase de izquierda de un presidente de derecha, me hizo ver que es para consumo interno, para atraer la simpatía del perredista, del petista y del que simpatice con eso que hoy se llama movimiento ciudadano, en caso de que Andrés Manuel sea superado en las encuestas por Josefina. Sobre todo porque el pequeño panista que todos llevamos dentro, no dejaría de votar por su partido ante una declaración de este tipo. En ese momento, el orgullo desapareció, y llegó la indignación de ver ese letrero de ¨no more weapons¨, como un producto para consumo nacional de la izquierda indecisa. Manipulación pura.

Siguiendo con el análisis, me puse en los zapatos de los güeros allende la frontera, y me pregunté cuál sería la respuesta a esta petición y la manera tan extraña de presentarla. De entrada supe que los americanos no tomarían en cuenta esto, entendiendo ellos que el objetivo es consumo interno en medio de una campaña política en la cual no se puede hacer política ni proselitismo pero el presidente de una manera inteligente y sutil la hace, violando también la ley que juró respetar y hacer respetar.

Enseguida pensé en la economía del sur de Texas, que se ha visto beneficiada gracias a la venta de armas personales a México. Un estado importante dentro de la unión americana, que no ha sufrido recesión ni crisis, y que ha visto incrementado el número de armerías de una manera brutal, al grado de que hay una proporción de mil a uno con respecto al resto de los estados… Como sabemos que Money Talks, es decir el dinero ordena, entendemos que estas armerías no serán cerradas, y si acaso, habrá algún obstáculo legal superable, para que sigan con su negocio, pues es bien sabido que los USA pone los consumidores, el dinero y las armas, y en México ponemos la sangre, los muertos y heridos, el sufrimiento y la inseguridad. Vaya ecuación para nuestro país.

Por último me imaginé a un grupo de conservadores texanos, en su reunión mensual del Tea Party, riendo a carcajadas por la ocurrencia del presidente Calderón. Pensando en la pobreza del control político y militar que ejerce el sr. presidente (así con minúsculas) en su territorio. Pues si un país tiene que suplicar y exigir a otro, que proteja sus fronteras, entonces se convierte en el hazmerreír de la comunidad internacional.

México debe de proteger sus fronteras, así como USA protege las suyas. Ese es el camino más fácil para controlar el tráfico de armas. Que los texanos vendan todas las armas que quieran, para eso hay un país con soberanía al sur, que impide que esas armas entren a su territorio. Claro, suponiendo que en el tráfico de armas no salieran beneficiados tantos altos mandos mexicanos, que se han hecho millonarios haciéndose de la vista gorda ante tal cruce de todo tipo de armamento.

Conclusión: México no para el tráfico de armas por corrupción y por incapacidad de quien debe de proteger nuestras fronteras. Tenemos unas fronteras más permeables que un colador del 10, lo cual significa que somos muy vulnerables a cualquier tipo de infiltración y ataque. Lo que nos salva es nuestra falta de presencia a nivel internacional, nuestra propia insignificancia, que hace que seamos simples peones en la guerra de los grandes. Pero gozamos haciendo el ridículo a nivel internacional con tal de engañar a los propios mexicanos, haciendo creer que el problema de las armas en México es culpa de USA, en lugar de asumir que no cerramos nuestras fronteras porque no podemos, no queremos y a algunos no les conviene económicamente. Lo demás es cuento.

Al llegar a este punto de la reflexión, pasé del orgullo a la indignación y de ahí a la vergüenza.

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Paternalismo no resolverá pobreza; se estancó economía durante 2 años, acepta Rafael Arias

En los últimos años el comportamiento económico de Veracruz no ha sido satisfactorio y es apenas en 2012 que comienzan a darse señales de recuperación económica, tal como lo había previsto a la crisis de 2008 ¦ Foto AVC Noticias
Jair García
Luego de una recesión económica durante 2008 y 2009, el estado apenas está alcanzando los niveles de crecimiento previos a esa etapa, sin embargo desde entonces el número de pobres en la entidad creció en 600 mil, ante lo cual no se puede hacer frente sólo con programas asistencialistas, pues eso es caer en puro paternalismo que los condena a seguir en la misma situación, mencionó el investigador de la Universidad Veracruzana, Rafael Arias Hernández.
 
Recordó que en el sexenio pasado, como director del Comité de Planeación para el Desarrollo de Veracruz, señaló en su momento que el país y particularmente la entidad atravesaba por un periodo de nulo crecimiento económico y, al contrario, se registraba una recesión, pero su postura fue minimizada en ese entonces.
 
Señaló que la economía veracruzana venía creciendo a un ritmo “excelente” de 8.5 por ciento al año desde 2006, pero al llegar a 2008, al combinarse varios factores como la crisis mundial, afectó bruscamente a Veracruz e incluso durante 2009 reportó un decrecimiento de casi 2 por ciento.

El investigador de la UV dijo que en los últimos años el comportamiento económico de Veracruz no ha sido satisfactorio y es apenas en 2012 que comienzan a darse señales de recuperación económica, tal como lo había previsto a la crisis de 2008.

“Mi investigación de los ciclos de la economía veracruzana abarca desde 1994 a 2010 y hemos tenido dos años de recesión en Veracruz y, a pesar que se ha hecho un esfuerzo para sostener un ritmo de crecimiento, éste no ha sido suficiente”, agregó.

Rafael Arias Hernández destacó la importancia de evaluar el desempeño de toda la administración estatal para asegurar lo que está bien y cambiar lo que no funciona. Mencionó que durante el sexenio pasado el único error que tuvo en sus estudios y proyecciones fue que él calculó que crecería el número de pobres en Veracruz en 500 mil, pero finalmente son 600 mil los que reportó el Consejo Nacional para la Evaluación de políticas públicas (Coneval).
 
Frente a este panorama resaltó que se tiene que vigilar la asignación de los programas sociales asistencialistas de los tres niveles de gobierno, “los padrones tienen que entregarlos los tres y conocerlos para que funcione el buen gasto y evitar caer en el paternalismo que sólo condena a las siguientes generaciones a vivir en la misma situación de pobreza”, refirió.

Lerda aplicación de la justicia en la sierra de Zongolica; mujeres, principales víctimas

Fernando Inés Carmona
Astacinga, Ver.- En esta sierra, la procuración e impartición de justicia no existe para las mujeres indígenas, “es letra muerta”. Es más, la discriminación de género provoca que las denuncias interpuestas en instancias judiciales “estén estancadas” y, en el peor de los casos, sean los propios alcaldes e incluso presidentas municipales “las que les nieguen el auxilio, aun cuando se trate de agresiones a balazos”.
 
En este sentido, Juan Vega Zamudio, vicepresidente del centro pro derechos humanos Voces de las Altas Montañas, expone a La Jornada Veracruz tres casos “de los muchos que existen en el anonimato” de mujeres que no sólo son objeto de agresiones físicas y emocionales sino que, incluso, en el Ministerio Público son marginadas por el simple hecho de ser mujer.

El primer caso trata de una mujer del municipio de Astacinga, ella se llama Agustina, prefiere omitir los apellidos, “primero le fue negado su derecho a recibir alimentos para sus tres menores hijos, después fue robada, acosada, detenida arbitrariamente cuando defendía su único patrimonio”.
 
La historia no termina ahí, “ahora fue baleada por la espalda y el hecho de que aún esté con vida habla de su fortaleza como mujer. Su principal agresor tuvo que recurrir a la sombra de la noche para atacarla, junto con otras personas más, de manera alevosa”.
 
Lo grave de este caso es que meses antes de la agresión “pidió el apoyo de servidores públicos de su municipio pero por el hecho de ser mujer la menospreciaron y cuando denunció los hechos fue víctima de trámites e investigaciones que ahora permanecen rezagadas”.
 
Otro caso: “Josefina es una mujer campesina de casi 80 años de edad, a su edad siembra en su parcela alimentos para su autoconsumo. Ella debe defender terrenos de su propiedad, pero para hacerlo debe caminar hasta dos hora y media para llegar a las oficinas del Ministerio Público porque en su comunidad no encuentra el apoyo del ayuntamiento”.
 
El último caso, se trata de María Salomé. Ella caminaba junto con su hijo en brazos rumbo al jardín de niños, fue atropellada por un vehículo cuyo conductor se dio a la fuga. Quedó inconsciente con la pelvis y piernas rotas. Su marido tuvo que hipotecar su terreno para garantizar el pago de sus curaciones, además de comprar una silla de ruedas. Los hechos fueron denunciados pero desde hace ocho meses no se le dio el curso correspondiente. La denuncia está estancada sin que el responsable sea consignado”.

Ante esto, se autopregunta: ¿es normal que una investigación dure tanto tiempo? O ¿tendrá algo que
 
ver que la víctima es una mujer indígena?
 
Esta situación es resultado de la vulnerabilidad derivada de la impunidad con la que se conducen hombres cobardes, pero además por la ineptitud con la que se imparte y procura la justicia en la sierra de Zongolica.

¿Explotación o informalidad?

Leib Ciliga
El derrumbe de las ideologías de izquierda dejó un vacío en la crítica que no ha podido ser colmado. Resulta incorrecto hablar de vasallaje y de explotación. Ahora ocupan su sitio la pobreza y los pobres, los indignados y los «del 1 por ciento». Eufemismos y, se diría antes, hipocresías. Podrá uno indignarse por la existencia de muchos pobres y pocos ricos. También por las desigualdades, por el poderío de los banqueros con sus ambiciones y fraudes a cuestas. La indignación y la crítica resultan insuficientes si el objeto de análisis es desviado hacia los sujetos, los pobres y los ricos, en vez de enfocar el estudio sobre las relaciones sociales que los producen.

Para entender la situación mexicana requerimos recordar que las crisis que han empobrecido a las mayorías y enriquecido a unos cuantos han sido el resultado, centralmente, de algunas decisiones gubernamentales. Por su profundidad y extensión, destaca en primer lugar la equivocada política económica del gobierno federal, la que hoy buscan algunos partidos volver a aplicar. Se le suman las equivocaciones y despropósitos de los gobiernos de los estados y los ayuntamientos. El reconocimiento de la existencia de pobreza y de los pobres es muy reciente. Data del gobierno de Carlos Salinas de Gortari, cuando el número de los excluidos había crecido exponencialmente y se habían convertido en una amenaza sistémica, más allá de las luchas y reivindicaciones neo-zapatistas. Anteriormente se estudiaba, desde la «izquierda» la marginación, los «pendientes de justicia de la Revolución Mexicana», la situación de la clase obrera y los abusos de la burguesía nacional. El éxito mediático del programa Solidaridad y la creación de una secretaría de Estado dedicada exclusivamente a estudiar y tratar de eliminar la pobreza es una decisión del gobierno «neoliberal» del PRI de Carlos Salinas, cuando el escenario es cubierto por la globalización económica y es reconstruida la burguesía mexicana, llamada desde entonces la clase empresarial. Se olvida, a pesar de que fue hace muy poco tiempo.

También suele esconderse del análisis que los pobres producidos por el gobierno también fueron la base para la estabilidad financiera y la recuperación económica del país. El crecimiento de una nueva clase media y la disminución de la pobreza, aunque muy pocos acepten estas nuevas realidades, fueron posibles gracias al control casi absoluto que el PRI ejerció sobre trabajadores de la ciudad, campesinos y clases medias. Las amargas medicinas que les aplican los gobiernos a griegos, españoles, italianos, portugueses y franceses nos resultaría a los mexicanos un tratamiento para gripa o indigestión. A muchos se les olvida, algunos ni siquiera lo saben y muchos más ni lo vivieron, que tres generaciones de mexicanos nos quedamos con el bate al hombro, ponchados en home, cuando emprendimos nuestras carreras productivas y anhelos de construir una vida mejor.

Los pactos para aplicar las medidas correctivas a sus propios errores los hicieron los gobiernos del PRI con el sometimiento de los trabajadores. En realidad, desde siempre, la clase trabajadora no ha formado parte activa de un acuerdo nacional democrático sobre la producción, la productividad y la competitividad del sistema productivo nacional/internacional. Por estas razones no existen sistemas de seguridad social universales (desempleo, salud, jubilaciones), ni sistema educativo de alta calidad de cobertura nacional. Lo que existe es gracias a la «generosidad de la Revolución Mexicana para con su pueblo», a la «magnanimidad de los gobernantes y de los empresarios».

El problema de la distribución de la riqueza en México no será resuelto si no son modificadas las relaciones que unen a trabajadores con propietarios o empresarios. No es únicamente un problema de obsolescencia de la Ley Federal del Trabajo. Al país le urge que empresarios y trabajadores creen organizaciones realmente competitivas, sin importar que su producción sea exclusivamente para mercados nacionales o internacionales. La realidad puede ser moldeada por las leyes si éstas no contradicen severamente las relaciones sociales. La llamada economía informal es en realidad ilegal, y su existencia no se limita a los puestos en las banquetas, en negocios criminales o clandestinos. La ilegalidad aparece lo mismo en empresas formales que en las instituciones públicas a través de contratos amañados para evadir pagos en seguridad social y al fisco y compras ilícitas y aviadores y un largo etcétera.
 
Un ejemplo de capital social competitivo, es decir de organización empresarial racional que a todos beneficia es el siguiente. General Motors, la empresa gigantesca, símbolo del poderío norteamericano del capitalismo industrial entró en quiebra, por la obsolescencia de sus procesos productivos y la calidad superior de sus competidores, especialmente los japoneses. GM se acogió a los procedimientos legales de liquidación de empresas al tiempo que iniciaba una nueva concepción de competitividad y se reorganizaba gerencialmente para lograrlo. ¿Resultados? «El mayor fabricante de vehículos, General Motors, reportó una ganancia récord de 7 mil 600 millones de dólares al cierre de 2011, un incremento de 62 por ciento respecto al nivel de 2010, lo que marca un récord en su historia. Los trabajadores se verán beneficiados con un cheque de 7 mil dólares por concepto de utilidades». (Negocios, Reforma, 17/II/2012).

Contraste ésta con la situación de Mexicana de Aviación, con la de Luz y Fuerza del Centro, con Pemex, con CFE, con Televisa, con TV Azteca, con Telmex. GM es una empresa pública, en el sentido de que sus decisiones, sus errores y aciertos, sus resultados y sus compromisos son conocidos por todos los interesados, principalmente sus trabajadores y accionistas. La «publicidad» de GM en este sentido es mucho mayor que la de cualquier institución pública mexicana. En su momento tuvo que reconocer su quiebra, exhibir sus balanzas contables, anunciar el despido masivo de empleados, indicar con toda claridad que plantas y procesos serían cancelados y cuáles cancelados, aceptar la intervención del gobierno para supervisar sus decisiones.

En México lo que vivimos es la expoliación de riquezas naturales y humanas sancionadas por las leyes, puesto que esta situación endémica no ha sido resuelta. El problema no es la informalidad como tal, sino la ilegalidad y la corrupción que hacen de la explotación, la relación predominante en nuestras empresas e instituciones: por eso en nuestro país sólo 26 por ciento de la riqueza producida es entregada al «factor trabajo» y el resto al «capital». En Francia, desde finales del siglo XIX, correspondía al trabajo 75 por ciento del PIB. El nuevo modelo de desarrollo capitalista ha modificado esa proporción a favor del capital, problema que tendrá que ser resuelto. Este es el gran desafío mundial del capitalismo: cómo volver a beneficiar a las mayorías sin perder competitividad. ¿Qué haremos en México?

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