Por José Miguel Cobián
Normalmente no le dedicamos dos colaboraciones seguidas al mismo tema, sin embargo el gobernador César Duarte de Chihuaha, de extracción priísta se lo ha ganado a pulso. Primero sugirió a nivel nacional que los jóvenes que no estudian ni trabajan tuvieran tres años obligatorios en el ejército. Hoy se publica que afirma también que habría que llevar a la cárcel con penas de dos años de prisión, a los jóvenes que no aceptaran incorporarse al ejército, y además decide las edades, que van de 18 a 30 años…
Estulticia, pendejéz o quizá soberbia o necedad… Una mala idea, que fue recibida por el público con críticas al por mayor. Que hizo recordar los tiempos de la ¨leva¨ en que los revolucionarios o el ejército se llevaban a todos los hombres del pueblo para incorporarlos a sus filas, y así vivían, peleaban y morían sin saber ni siquiera cuál era la razón de hacerlo, simplemente porque en caso de no obedecer, entonces pasaban al paredón de fusilamiento.
¿Dónde está la diferencia con un estado totalitario? Si el gobernador César Duarte fuera panista uno podría entender mejor su postura, pues la derecha siempre busca privar de libertades a la población a cambio de conservar el status quo, pero en este caso, o está desesperado, o no sabe qué hacer y le queda muy grande el puesto, o ya chaqueteó, o es soberbio y bruto y necio.
En un país como México, con tantas carencias, con tantos problemas, no se vale enrarecer aún más la situación política y social con declaraciones así. En lugar de ayudar perjudica, y el primero que lo debería saber es el propio gobernador de Chihuahua. César Duarte sabe que no alcanzarían las cárceles de su estado si los jóvenes iniciaran una resistencia civil pacífica y todos se entregaran para cumplir sus penas de dos años de prisión por no querer estar en el ejército.
Pocas veces he visto una situación tan tonta, tan obvia, en la cual el gobernante comete un suicidio político, como esta. Seguro en las próximas elecciones ganará otro partido político, muy probablemente el PAN, pues Chihuahua tiene gente pensante, y a pesar de los problemas en ciudad Juárez, los Chihuahuenses analizan su situación y saben que no se puede tasar a toda la población con el mismo rasero.
No se duda en la posibilidad de que César Duarte haya visto las estadísticas de los nuevos miembros del crimen organizado, y notara que las edades están en el rango que él establece como obligatorio para estudiar, trabajar o entrar al ejército. Pero de allí a que ante la falta de capacidad del gobierno estatal y federal de darle oportunidades de estudio y trabajo a los jóvenes, se les trate a todos como criminales en ciernes hay un abismo.
Seguro algunos jóvenes se integran al crimen organizado, pero no son la mayoría, que si lo fueran, México sería un territorio convulso de violencia y ausencia de estado de derecho –y eso todavía no pasa-. Ante la incapacidad de controlar a unos cuantos, se busca aplicar la famosa ley del embudo, en donde todos se friegan para resolverle un problema al gobierno en turno.
Si la clase política mexicana está terriblemente desprestigiada, y si muchos mexicanos pensamos que seis años son muchos para poder remover a un incapaz de la silla del águila, ahora también nos damos cuenta de que en algunos casos, -Chihuahua en primer lugar-, seis años de gobierno del estado es mucho para personas como César Duarte.
Lamentable el ridículo y escarnio público al que se somete el gobernador de Chihuahua y al que somete a su estado y a su partido el PRI, pues parece que se asume de manera voluntaria, cegado por la soberbia natural del poder político, y ante el nulo apoyo y crítica constructiva de sus asesores. Esta decisión de comentar en público esta tontería de la ¨leva¨ obligatoria, llevará al gobernador de Chihuahua a la muerte política, aunque en México todo puede suceder.
Esperemos que la cordura reine, y que nadie más se una a esta tonta idea. Y no es que quien esto escribe esté en contra del ejército o de que los jóvenes se enrolen, eso está bien cuando se hace de manera voluntaria, y el ejército es una institución con virtudes y defectos pero necesaria y respetada, sobre todo en tiempos de desastres naturales. Lo grave es buscar obligar a alguien a entrar a la institución armada por tres años, y luego dejarlo en la más absoluta indefensión económica. Ni es legal en México el obligar a un joven a hacer lo que no quiere, ni es defendible nuestro modelo económico que no permite que los mexicanos tengan un trabajo decentemente remunerado, y con posibilidades de mejorar su nivel de vida. Allí está la peor indecencia de este país, y allí también el origen de que muchos jóvenes prefieran el lado oscuro ante la nula posibilidad de desenvolverse en el ámbito de la luz, que por cierto anda muy escasa. Ni la luz de la inteligencia, ni la luz entendida como recursos económicos se notan en nuestro país. La luz de la inteligencia debiera llegar a las altas esferas del poder, porque allí como lo demuestra César Duarte, están más a oscuras que un ciego en noche sin luna.
No hay comentarios:
Publicar un comentario