Atildado, bien planchadito, Gerardo Buganza Salmerón no solía mostrar la descompostura hasta que comenzó a dar la cara por asuntos no propios de su encargo, la Secretaría de Gobierno de Veracruz, y ahora peor con aquello de que un sobrino carnal anda a la sombra, quizá bien, quizá no, agazapado o en el mundo de los sin ruido, levantado por el crimen organizado o en manos policíacas por presuntos vínculos con los señores de la droga. El sabrá.
Su desmesura llegó esta vez de la mano de una noticia que impactó el seno familiar: la aprehensión de José Barquet Buganza, hijo de su hermana Inés y del empresario José Barquet Viñas, señorón éste de Córdoba, dueño de la firma dulcera La Josefina, el jueves 18, supuestamente a manos de la Marina-Armada de México y por una presunta implicación criminal.
Pepe Barquet, detenido o extraviado, no fue lo que alertó a medio gobierno sino que en los informes de prensa se aludía a la aprehensión del “sobrino del secretario Buganza”, justo cuando el gobernador Javier Duarte de Ochoa, poseído del espíritu justiciero que tanto divierte a los veracruzanos, se adornaba con su ya reiterado “caiga quien caiga”, a propósito de tres empresarios cordobeses, María Selva Perdomo Pinal, Reynaldo Bernardi Manica y Oswaldo García, a quienes en operativos por separado la Marina les halló pistolas, granadas, equipo de radiocomunicación y droga.
Aquello era una ironía vil. El que caía, según la información del periódico Notiver, el 20 de octubre, era el sobrino del secretario de Gobierno de Veracruz. Otro medio, El Mundo de Córdoba, advertía que José Barquet Buganza había sido puesto a disposición del Ministerio Público Federal, en la mira su constructora y sus vínculos con el ayuntamiento de Tezonapa, donde le fluían las obras y disponía de vehículos oficiales con los que se balconeaba en un alarde de ostentación. Crecía así la especulación aunque oficialmente no había confirmación.
Del tío Buganza y la Marina debía esperarse una reacción inmediata ante el rumor explosivo. Pero no. Tardíamente, un día después, quizá mientras lo buscaban entre las mazmorras y cuarteles, bajo el colchón o en las macetas, el domingo 21 replicaron y en sendos boletines desmintieron la aprehensión del joven empresario.
“La Secretaría de Marina rechaza categóricamente que haya detenido al empresario José Barquet Buganza en el municipio de Córdoba, Veracruz, como equivocadamente se asienta en notas periodísticas de diversos medios de comunicación“, dijo tajantemente la SEMAR. “Lo anterior con la finalidad de no crear confusión ante la opinión pública”.
Más explícito, Buganza Salmerón refriteó las palabras del gobernador, el “caiga quien caiga”, el “nadie está por encima de la ley, ni por encima de la aspiración legítima de todos los veracruzanos de vivir en paz y tranquilidad”. Salve el sobrino y su prestigio.
Pero hubo una frase que a la postre tiene al secretario de Gobierno en la mira de todos. “El funcionario informó —decía el comunicado— que su sobrino realiza su vida cotidiana”. Se advertía que Buganza Salmerón sabía, el domingo 21, que el sobrino José Barquet se hallaba bien, pues, dicho por él, “realiza su vida cotidiana”. ¿Sería cierto?
Quizá no. El martes 23, El Mundo de Córdoba preguntaba: “¿Dónde está Pepe Barquet? Es una incógnita su paradero”. Y citaba palabras del Secretario de Gobierno, sacadas con tirabuzón, del sábado anterior, previo al desmentido de la SEMAR.
“No tengo, ni he tenido contacto con él. Simplemente su mamá está preocupada, porque no sabe dónde está. Y como saben, el papá está separado de mi hermana hace muchos años, y simplemente mi hermana está con esa preocupación como madre, humana, de qué pasó”.
Dijo otra:
“Podemos decir que hasta hoy no sabemos nada… Y por eso te doy la cara y te contesto”.
Un día después expresó que su sobrino “realiza su vida cotidiana”. Pero en Córdoba, nadie sabe si a José Barquet se lo llevó la policía federal, lo levantó el crimen organizado o se lo tragó la tierra. ¿En qué bola de cristal lo vio, pues, el secretario Buganza?
Es un enigma qué clase de “vida cotidiana” lleve Pepe Barquet, si se pierde por días dejando en ascuas a doña Inés, lejos de todo y de todos, o si la expresión del ingeniero Buganza es un maquillaje ante la sospecha de que está desaparecido o fue levantado, en manos de alguna corporación policíaca federal o en las garras del crimen organizado, dando tiempo a un operativo de rescate, alardear luego de efectividad policíaca o sencillamente decir que aquí nada ocurrió.
Vaya episodio del poder en apuros, tan sólo porque en medio de la intangible cruzada duartista contra los malosos corrió la versión de que el sobrino del secretario Buganza había sido aprehendido por vínculos con el crimen organizado.
¿Y si fuera cierto?
Archivo muerto
Embroncado, Arturo Bermúdez Zurita salta de las acusaciones de Miguel Angel Yunes Linares al escándalo por la compra de chalecos antibalas con sobreprecio. Yunes detonó una bomba mediática cuando recordó que el secretario de Seguridad Pública de Veracruz había reconocido ser amigo de la banda del narcotráfico Los Zetas y de empresarios ligados a ese grupo delincuencial, a quienes, como era su deber, no denunció y, por lo tanto, encubrió. Ahora, María Elena Morera, de la agrupación por la seguridad Ciudadanos por Causa en Común, lo exhibe por el precio excesivo pagado por el gobierno por los chalecos antibalas para la policía veracruzana. Refiere que mientras a Veracruz le vendieron cada unidad en 27 mil 800 pesos, Quintana Roo y Nuevo León —extensión del fidelismo— pagaron 24 mil y 22 mil respectivamente. Y todavía peor, la policía federal los adquiere a 14 mil 295 pesos. Bermúdez, su área de prensa, justifica el pago excesivo con un argumento de fantasía: los chalecos adquiridos son los llamados Samurai, marca Petris, que protegen tórax, cuello, nuca, garganta, hombro y brazos. Diría el poeta alvaradeño: son una chingonería, digna de robocop, y alguien se llevó un billete, vía comisión… Ser torpe es malo, pero ser transa es condenable. Pues torpe y transa resultó Roberto Salas Gutiérrez, el secretario particular del alcalde de Coatzacoalcos Marco César Theurel Cotero — “Te rompo tu puta madre”— que no dio una para crear una nueva estructura política y sí mil problemas a su alrededor. Salas y su clan hicieron una grande. Recibieron 80 mil pesos por facilitar los permisos para instalar una antena de radiocomunicación entre las colonias Trópico de la Ribera y Nueva Calzadas. Tenían que sacarle la anuencia a los vecinos, con el que cuento de que ahí construirían un parque popular. Lo intentaron pero hubo quien descubrió la farsa. Ahí murió el proyecto y Roberto Salas, que se siente impune, se resiste a devolver los 80 mil a la empresa de telecomunicaciones, so riesgo de un mitote en el palacio municipal. Salas no está solo en la transa; lo acompañan el “abogado” Omar Wreden Sandoval, ligado al director del Jurídico Municipal, Benito Argüelles Calzada; la promotora social y empleada del ayuntamiento, Amalia Rodríguez, operadora del marcelismo; el líder sindical, que no defiende a los trabajadores, Gersaín Hidalgo, y Manuel Mecott, recomendado de la abuelita impune, Guadalupe Porras David, suegra del alcalde… Vestidos con túnica blanca, sobre sus sienes una corona de laurel, copas de vino entre los dedos, patricios romanos de vodevil, el pequeño clan escenifica sus locuacidades con esmero demencial. Beben, cantan y bailan, rodeados de chicas y chicos, ahí, en lo que la nómina oficial comienza a llamar La Casita de la Pradera, una casa non sancta, diríase en latín puro. Ameniza la velada un tribuno de nombre Charleston, no con cítara ni lira sino con guitarra, que es para lo único que sirve. Lo siguen con sus cantos otros césares impostados: Manuel, Edgar, Javier, Ricardo, Gabriel, Harry. Alcanzan lo sublime cuando a la faramalla se incorporan las chicas y los chicos invitados, sangre nueva pero sobre todo carne de pasión, algunos de ellos rayando en la niñez. ¿Es pederastia? ¿No era eso de lo que acusaba la pandilla fidelista a Miguel Angel Yunes Linares en la campaña de 2010?… Si alguien ha visto una camioneta Jeep Liberty, color gris, año 2009, con un golpe en el parabrisas, favor de avisar al ingeniero José Antonio Parra Cortázar, su propietario. La última vez que supo de ella fue en octubre de 2011, justo cuando el ex secretario de Obras Públicas Municipales, Adrián Pérez Martínez, fue cesado y se trasladó a Xalapa. Por esa Liberty se había concertado un precio razonable, de lo cual Parra sólo recibió 50 mil pesos. O sea, el vehículo sigue siendo suyo pero circula con documentación apócrifa en el centro del estado… Un año hace ya de la partida de José Ignacio Ordóñez Rodríguez, cronista adjunto de Coatzacoalcos. Se le rinde homenaje a su labor, a su tenacidad, a su empeño por rescatar la historia de su —nuestro— querido Puerto México, impulsor del Museo del Faro, en Villa Allende; fundador del Ateneo y la Asociación Historiográfica; autor del libro Apuntes de Endenantes; promotor de eventos culturales, siempre al lado del cronista oficial, el doctor José Lemarroy Carrión, con quien conformó una gran dupla. Días antes de su partida, se le condecoró como Ciudadano Distinguido de Coatzacoalcos en el marco del Mosaico de Culturas. Había recibido el “Tepuztlahcuilolli”, Premio Nacional de Crónica, el máximo galardón otorgado entre los cronistas de México. Fue también un comentarista del acontecer de Coatzacoalcos, su vena periodística. Defendió como nadie la antigua catedral de San José, a la que logró insertar en el catálogo de monumentos artísticos del Instituto Nacional de Bellas Artes para evitar su demolición, y que hoy las manos irresponsables de quienes no tienen raíces ni amor por este puerto la han convertido en escombro. Ojalá Coatzacoalcos diera más hijos como Nachito Ordóñez, ejemplo para las nuevas generaciones… ¿Quién es el contratista favorito del director de la Comisión de Agua y Saneamiento de Coatzacoalcos, Eduardo García Luna? Una pista: se apellida Madrazo…
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