La rapiña en el
anonimato de muchos embriaga a los individuos, los envalentona y vuelve sólo
una masa que se mueve en bola. En lo cotidiano, cuando el mar está en calma, la
masa está ahí, una masa acrítica que alimenta este sistema de explotación y
consumo. Esta rapiña nos deja al descubierto la putrefacción del capitalismo
atroz. Es como si la fuerza del viento hubiera quitado la envoltura que recubre
la falaz democracia, dejando al descubierto la mentira cotidiana, el ansia de
poseer, el individualismo, el vacío.
Deja ver el enojo de una masa que reconoce y detesta a los poderes
económicos dominantes. Esta rapiña es una forma de tomar revancha; hoy tocó a
la masa, robarles, hacerles daño a los que legalmente roban, explotan,
contaminan y se enriquecen a costa de la masa.
La calma volverá.
Todo regresará a la normalidad, es decir a la norma. Quienes saquearon las
tiendas pensarán nos los chingamos, pero ni la televisión ni el celular o la
computadora que robaron los hará felices. Volverán a ser parte del engranaje
del engaño, regresarán a las tiendas como consumidores, continuarán
insatisfechos. Los supermercados abrirán nuevamente sus puertas; saben que esos
que los saquearon volverán y seguirán enriqueciéndolos. ¿Cuántos ciclones
tendremos que esperar para que nos sacudan la conciencia?
Adriana Cruz Muñoz
Luis Valdivia
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