Enrique Calderón Alzati publicó esta semana en La Jornada una
carta dirigida al presidente del Consejo Nacional de Morena, Andrés Manuel
López Obrador y a Cuauhtémoc Cardenas Solórzano, donde llama a los líderes de
izquierda a la unidad en la lucha por la transformación del país.
Calderón
Alzati, además de ser articulista de La
Jornada, es doctor en Ciencias de la Computación, fundador de la
Fundación Arturo Rosenblueth y director General del Proyecto Galileo.
A continuación reproducimos textualmente su carta.
Muy estimados y ejemplares
amigos:
Me dirijo a ustedes ante
la grave situación que afronta nuestro país como producto de la ineptitud, la
irresponsabilidad, la corrupción y el desprecio al pueblo de México por parte
de quienes detentan hoy el poder, adquirido mediante la compra de votos y de
autoridades electorales, corrompiendo a las instituciones y al sistema político
en su conjunto, poniendo en riesgo el patrimonio de la nación e incluso su
misma existencia y soberanía, para hacerles un llamado a unir sus esfuerzos en
esta hora decisiva en que la existencia misma de la nación está en riesgo.
A la protesta
generalizada como respuesta a la desaparición de los jóvenes normalistas de
Ayotzinapa, a la desaparición del estado de derecho y al descuidado y arrogante
manejo de la tragedia por parte de quienes debieran velar por el bienestar y la
prosperidad del país, se suma el enojo generado por la ambición desmedida de
quienes, utilizando la fuerza y el poder como único argumento, pretenden
subastar los recursos naturales más importantes que constituyen el patrimonio
nacional, incluyendo los energéticos, los minerales y el agua, mediante la
violación y destrucción de las leyes con la complicidad del Congreso, de las
televisoras, de los partidos políticos y de la Suprema Corte de Justicia de la
Nación, haciendo de todos ellos el mayor y más peligroso grupo de delincuencia
organizada que existe en el país.
Respecto de la
indignación, a la par de las voces de los más diversos líderes de opinión,
tanto nacionales como internacionales, alertando al mundo del grave peligro que
se cierne sobre México, la respuesta del gobierno mexicano no deja duda de los
niveles de corrupción que permean en los altos niveles gubernamentales,
incluyendo al Presidente mismo y a su grupo más cercano de colaboradores, sin
que éstos parezcan inmutarse ante la magnitud de los escándalos que son hoy
conocidos por propios y extraños.
Para la nación entera,
los nombres de Cuauhtémoc Cárdenas Solórzano, como de Andrés Manuel López
Obrador, constituyen un referente de liderazgo nacional, del primero como
heredero natural del general Lázaro Cárdenas y como el gran líder de la
sociedad civil que en 1988 logró agrupar a la izquierda, derrotando en las
elecciones al gobierno y a su candidato natural, quienes tuvieron que recurrir
al primer fraude electoral de la historia moderna para conformar el gobierno
espurio de Carlos Salinas, que tanto daño hizo al país.
De Andrés Manuel
conocemos todos su pasión y entrega, apreciamos su voluntad inquebrantable de
lucha contra los malos gobiernos que hemos padecido en estos últimos 14 años,
liderazgo que representa las mayores cifras de votos obtenidos y reconocidos
pese a nuevos fraudes cometidos con la complicidad de las mismas autoridades
electorales, reflejando con ellas y de manera clara el apoyo y la simpatía
otorgados por la mayoría de los votos auténticos, sufragados en las dos últimas
elecciones, especialmente por los que menos tienen y particularmente en el sur
del país. Conocemos su esfuerzo y su empeño actual luego de su delicada crisis
de salud como producto de su esfuerzo y compromiso con la nación.
Es por ello que dirijo
esta carta a estos dos grandes líderes nacionales con que cuenta hoy la
izquierda mexicana y el país en su conjunto, considerando que es la suma de
liderazgos la que puede hacer la diferencia en la situación actual,
magistralmente descrita la pasada semana por dos hombres de relevancia mundial,
mediante unas cuantas palabras.
Les pido imaginar por un
momento el entusiasmo que produciría en todo el país el conocimiento de un
compromiso de trabajar unidos, en forma coordinada, por objetivos específicos
que respondan a lo que hoy demanda la sociedad mexicana, deseosa de un cambio
de fondo en el modelo actual de nación, y pensar en lo que se puede lograr, con
el apoyo de ese amplio sector de la sociedad que los ha apoyado en sus
respectivas campañas políticas.
No menosprecio los
esfuerzos ni la voluntad de lucha de quienes hoy en sus diferentes trincheras y
regiones del país han levantado la voz para mostrar su desacuerdo ante la
conducción del gobierno, sino todo lo contrario, sabiendo sin lugar a dudas que
se trata de personas igualmente valiosas que están dando lo mejor de sí y
haciendo un esfuerzo con estos mismos fines. Sin embargo, considero que todos
los esfuerzos que de manera aislada se vienen haciendo resultan insuficientes
para hacer frente a las dimensiones de la lucha que habremos de realizar para
derrotar a los enemigos de México, que hoy como en los tiempos de Juárez
constituyen un verdadero peligro para la nación, con el propósito de
derrotarlos y de llevarlos a juicio por los delitos de conspiración y de
traición contra México, en alianza con intereses extraños a nuestro país.
Tampoco es esto un
llamamiento a la lucha armada. Espero y deseo que esto no ocurra jamás en
nuestro país, luego de las cruentas luchas fratricidas que tuvieron lugar a
partir del asesinato del presidente Francisco I. Madero, sino utilizando como
arma la misma Constitución mancillada por ellos, así como los enormes recursos
de comunicación que hoy tenemos a nuestro alcance.
Necesitamos, por el bien
de todos, lograr una transformación del país, sin violencia, sin derramamientos
de sangre. Erradicar la corrupción que nos asfixia, la cultura de la impunidad,
la falta de compromiso, la sobra de arrogancia, el miedo y el conformismo de
los que piensan que nada puede hacerse y el desprecio de quienes se sienten a
su gusto con el estado actual de las cosas.
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