La calidad de un gobernante se debe medir en función de su
capacidad para unificar a toda una colectividad, su honradez, su humildad que
lo hagan un dirigente del pueblo, porque el carisma, la retórica
(demagogia) y la imagen, en estas circunstancias deberían ser secundarias;
basta de excelentes actores (o nefastos políticos) que fingen conciencia ética
dependiendo de sus intereses económicos y políticos.
Jaime Rodríguez el “Bronco”, político independiente desde hace
unos cuantos meses y dependiente del PRI durante poco más de 30 años,
perteneciendo al equipo de Carlos Salinas de Gortari, conocido por su
sexenio de asesinatos a opositores, fraudes y corrupción; y al de Ernesto
Zedillo, mandato caracterizado por las matanzas y la profundización de la
crisis económica, este político ‘solitario’ también formó parte de los priistas
que apoyaron incansablemente la campaña de Peña Nieto… tanto tiempo de lado de la
derecha, jamás defendió las candidaturas independientes, hoy con un ‘aire de
raza’, es un elitista que discrimina a las clases más desfavorecidas y defiende
como todo un empresario a las altas esferas del poder económico.
Jaime
Rodríguez ha usado las esperanzas de la ciudadanía para beneficiarse
políticamente de ello, fingiendo vislumbres de ‘humildad’, asegura que ‘viene
empujando fuerte desde abajo’, pero sin haber conocido la pobreza, el hambre,
la muerte por desnutrición y la humillación, el calificado por los chiapanecos
como ‘el nuevo Donald Trump mexicano’, inició desde ya (casi disimuladamente)
campaña presidencial, discriminando a una de las entidades más ricas del país,
con la población más pobre a nivel nacional.
Parece
que Rodríguez tiene estudiado todo el territorio nacional en cuanto al tema
económico, parece ser que dinero-ganancias-dinero es su principal ambición, y
por ello se refiere a Chiapas con ofensas, insultos y difamación que se resumen
en pedir una baja al presupuesto (uno que ni siquiera es para los chiapanecos),
con esto emerge un sentimiento de humillación histórica frente a la
“prepotencia” de este sujeto que no conoce los anales del estado, que
demuestran que desde la anexión a México, ha padecido el saqueo
desproporcionado, que continúa perpetrándose desde todas las esferas de poder
(municipal, estatal y federal).
Ridículo
y grotesco hablar de la nula aportación de Chiapas, cuando es la caja chica de
la federación, dicha entidad no pagó por comida, techo digno y salud a su
población indígena, pero sí abrió sus puertas a los empresarios (como él)
nacionales y extranjeros que hoy gozan la depredación de todos sus recursos
naturales y mineros (por mencionar algunos).
No
olvidemos que Chiapas concentra poco más del 30 % del agua del país, por lo que
ha sido acaparada para la construcción de un sinnúmero de presas
hidroeléctricas, que han provocado diversos conflictos y muerte a los
verdaderos propietarios, además de generar el 54 % de la energía eléctrica que
consume el territorio nacional (incluido Nuevo León), más la comercializada a
Guatemala.
Pese
a la manifiesta afrenta del político de ‘pueblo’ con caballo pura sangre,
Chiapas debería tomarle la palabra e ir más allá, que el congreso los libere,
que ellos puedan tomar el control de sus incontables riquezas, dejando de lado
los constantes fraudes electorales, los dueños legítimos que ahora sufren
despojo y violencia podrían tomar posesión de sus territorios,
indudablemente sería una región de primer mundo, dejando muy atrás a Nuevo León,
sin dudarlo los políticos, principalmente los de su antiguo partido,
resentirían la pérdida económica.
Hoy
hablar de una disminución de presupuesto es golpear vil y descaradamente a la
gran parte de población pobre que en aquella entidad sobrevive, tomando en
cuenta que los recursos no son destinados al 100 % para ellos, algunos ni
siquiera los alcanzan, aún así este político ignorante y deshumanizado que a
penas es un gobernador electo ya condena a un pueblo que ha padecido masacres y
crisis económicas a la copiosa estrechez; sin duda alguna la supuesta
independencia de un político no puede asegurar credibilidad y honestidad, mucho
menos que sea democrático y que conozca la conciencia social.
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