Reporteras de Xalapa se hicieron de
palabras con el diputado federal del Partido del Trabajo (PT), Gerardo
Fernández Noroña, mientras daba una conferencia de prensa en un restaurante del
centro de la ciudad FOTO: JUAN DA
VID CASTILLA
Por Aurelio Contreras Moreno - 28
octubre, 2019 en Opinión
Aurelio Contreras Moreno / Si hay algo que detestan los regímenes autoritarios,
es la existencia de una prensa y periodistas que ejerzan la crítica y
cuestionen los excesos en que los gobiernos de ese talante incurren desde el
poder.
La aversión es no solo porque prefieran
la lisonja fácil y la vulgar cortesanía que adula al incapaz y al corrupto,
sino porque odian tener que rendir cuentas de sus actos ya que, bajo la falaz
cobertura de un momentáneo –y por ende, efímero- apoyo popular, pretenden ser
intocables, infalibles. Casi sagrados.
Los autoritarios jamás aceptarán que se
equivocan. En una coyuntura en la que no ejerzan un poder omnímodo, buscarán
justificar todos y cada uno de sus yerros con los pretextos más audaces e
inverosímiles. Cuando no hay contrapeso alguno a sus designios y caprichos,
someterán a quien ose señalar sus desaciertos y aplastarán a los que revelen
sus corruptelas.
En México tenemos una larga tradición de
gobiernos autoritarios que, en mayor o menor medida, han buscado conculcar la
libertad de expresión y de crítica en los medios. En la época del PRI
omnipotente, pensar en una prensa libre era utópico, y quienes intentaban
informar lo que ocurría en una versión diferente a la oficial eran vejados,
hostigados, boicoteados, desaparecidos o asesinados, mientras que la prensa
“leal” era recompensada con canonjías, privilegios, cargos y mucho, mucho
dinero.
Poco de eso ha cambiado. Los periodistas
que apuestan por informar y analizar en lugar de ensalzar y condescender con
quienes ostentan el poder siguen siendo objeto de presiones, ataques, insultos,
boicots y agresiones de todo tipo, incluidas las que directamente se les
infringen en el desempeño de su labor.
Este fin de semana, el discurso del
gobierno de la autodenominada “cuarta transformación” giró en torno de lo
“innecesario” que resulta que los reporteros de la fuente presidencial cubran
las giras de Andrés Manuel López Obrador por el interior del país, lo cual vino
a ser reforzado por un accidente automovilístico en Sonora en el que varios
enviados que viajaban en una camioneta vieja a un acto en Guaymas resultaron
severamente lesionados.
En lugar de preocuparse porque quienes
cubren sus actividades lo hagan en condiciones dignas y seguras, el Presidente
pidió a los medios mejor “no arriesgar” a sus periodistas y usar las
transmisiones vía redes sociales de sus actividades. Plan con maña, porque lo
que intenta en realidad es descartar cualquier visión que se aleje de la
versión oficial, monopolizar el discurso y eliminar la pluralidad de enfoques
en la información.
A la “4T” no le gusta ser cuestionada ni
interpelada por los medios, como también puso de manifiesto el diputado federal
del Partido del Trabajo, Gerardo Fernández Noroña, quien este lunes se puso al
tú por tú –como es su costumbre- con reporteras en la ciudad de Xalapa, capital
del estado de Veracruz, al ser cuestionado, entre otros temas, sobre la
agresión con gas pimienta a los presidentes municipales que la semana pasada
exigieron una audiencia con e Presidente a las puertas de palacio nacional, y
sobre el primer lugar nacional e feminicidios que ocupa la entidad veracruzana.
Enojado por las preguntas, el rijoso
legislador -emblema del lopezobradorismo en su más pura expresión- aventuró que
los periodistas en Veracruz “siguen igual porque defienden los intereses de los
que los dominan. Siguen igual porque cuestionan a quien está comprometido con
la gente. Y a quienes han hecho un daño horrible no los tocan ni con el pétalo
de una crítica”, generalizó, demostrando su supina ignorancia sobre lo que han
tenido que padecer muchos periodistas en el estado, incluido el desplazamiento
y la muerte.
Sin duda, gobernantes como Javier Duarte
y Miguel Ángel Yunes mostraron siempre una aversión similar hacia la prensa que
los cuestionaba, los fiscalizaba y les exigía cuentas. En el caso del primero,
particularmente, las consecuencias de ese aborrecimiento fueron letales.
Sin embargo, las injurias que todos los
días los gobernantes y representantes populares surgidos de la “4T” lanzan
contra los medios abonan para pavimentar ese mismo camino sangriento que ya se
recorrió en el pasado. Con el agravante de que muchos de esos que ahora se
sienten intocables y no toleran cuestionamiento alguno, antes se “colgaron” de
la violencia contra los periodistas para promover su carrera política.
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