PACHA, CAMINO AL INFINITO
BOLIVIA ES SINÓNIMO
de movimientos políticos y sociales. Mineros, estudiantes, cocaleros, vendedores,
indígenas, campesinos, hasta los limpiabotas o boleros están organizados en
torno a demandas económicas principalmente. Bolivia, pueblo altamente
politizado, en el cual sus habitantes defienden sus intereses mediante la
organización de masas, y los poderosos y su gobierno responden con represión y
brutalidad.
ESTE ES EL
ESCENARIO de un film en el cual un pequeño lustrador de calzado a partir del
robo de uno de sus zapatos cuando duerme en una banca y de la pérdida de su
cajita de grasas y utensilios de trabajo robada durante una cascarita de futbol
en Plaza Murillo, deambula entre onirismos sin saber si está vivo o muerto,
vive una vida de sueños acaso vuelto a la realidad con una proclama de
vanguardia obrera: “Pueblo despierta”, que choca con el lema de agencia
turística “El viaje de tus sueños”.
LA PELÍCULA DE
HÉCTOR “Pacha, camino al infinito”, 2011, una producción boliviana/ mexicana,
que enseguida nos lleva a reminiscencias del neorrealismo italiano de “El
limpiabotas”, y la parte final de “Milagro en Milán”, ambas de Vittorio de
Sica, tiene como protagonista al aymara Tito que, con cierta resonancia
Rulfiana, al igual que Juan Preciado el personaje de “Pedro Páramo”, sucumbe en
el último tercio de la película, desangrándose a la manera del Comandante
Guevara pero se levanta para recordarnos las conocidas infamias del mundo
(Vietnam, Irak y otras) a través de lancetazos en montaje vértigo.
PACHA NOS
INTRODUCE, con alucinante música vernácula y dramática que acentúa la cruda
realidad de la pobreza y con correspondencias revolucionarias, al país de los
oprobios, las injusticias y las desigualdades, donde el Che fue asesinado,
convertido en auténtico símbolo de lucha para todos los activistas, y que aquí
aparece plasmado en el cajoncito del limpiabotas como estampa divina, lo mismo
ocurre con el uso del pasamontañas y su vinculación con el EZLN y los boleros
andinos.
AQUÍ SURGE UNA
DUDA, ¿el uso del pasamontañas es una prenda utilizada para ocultar la calidad
ínfima, humillante, la última escala social de los trabajadores? Si así fuere
sólo en Bolivia ocurre este fenómeno pues ni en Italia (“El limpiabotas”), en
México (“El bolero de Raquel”) o en otros países, el lustrador de zapatos tiene
connotaciones hirientes, y pienso en los boleros de Texcoco que se muestran tan
orgullosos de su trabajo "dando grasa" a los parroquianos, O pienso
en Rico Mac Pato que comenzó su fortuna como bolero, O en Miguelito el
personaje de "Coco", que combina su afición al canto con su oficio de
bolero.
ME DA LA IMPRESIÓN
que su uso va más por el lado ideológico y de identidad que el de ocultamiento
de personalidad. Hay una escena donde un lustrador maduro que tiene en su cajón
de grasas, trapos, cepillos y pinturas, las imágenes de varios héroes
nacionales, aunque al interior se pergeña la silueta de Evo Morales (la
película es antes de Evo), el bolero no lleva máscara alguna y tan digno como
el que más. Por otro lado, la inmensa mayoría de los boleros son jóvenes. En
rigor, no pienso que las máscaras sean para ocultar sino para conferirse
identidad.
EN TODO CASO EL
PASAMONTAÑAS, desde el punto de vista del director, se convierte en testimonio
vivo de la lucha organizada encarnada de una u otra manera en Tito, el niño
descalzo que deambula en los sueños intentando recuperar un zapato y su
cajoncito de bolero, a veces solo, otros conducido por una chola misteriosa, en
rigor, una parca, la muerte, recorriendo los paisajes más hermosos de Bolivia
como el Salar de Uyuni, el Lago Titicaca o los litúrgicos senderos incas en las
montañas. Él nos recuerda que el país andino es mucho más que paisaje, y sí,
mucho más que el paisaje de la miseria es la nación de la organización y la
lucha, de la rebeldía y la conciencia popular, no importa quien muera lo que
vale es la resistencia social que anuncia que va llegando el poder del pueblo
en medio de gases lacrimógenos, represión y muerte.
"PACHA"
UN FILM CUYA ESTRUCTURA rompe con las categorías de espacio/ tiempo, por más
que se sitúe en el entramado de la “Guerra del gas”, es la mirada de un mexicano
con fuerte carga zapatista mostrada al final del film cuando un granjero hace
explícito al llamar al protagonista “Zapatista”, en tres vertientes, por
lustrador de zapatos, por el movimiento del EZLN y por su emblema más conocido
el pasamontañas.
ES COMPRENSIBLE QUE el director nos de apenas una visión epidérmica de
la realidad boliviana, sin embargo esto es lo valioso y atrevido, interpretar
una realidad distinta desde los cánones de la militancia política mexicana.
Habría que ver cual fue la recepción de los cinéfilos bolivianos al film de
Héctor Ferreyra.
Por
Salvador Díaz
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