Los dos
principales partidos políticos de derecha en México, PAN y PRI, están en coma,
no entienden cómo ser oposición y, a la vez, defender el proyecto neoliberal
instaurado desde el gobierno de Miguel de la Madrid en 1982, que rechazaron más
de 30 millones de ciudadanos el pasado 1 de julio.
Por Luis Díaz Luna
A lo largo de 36 años, tanto el PAN como el PRI le
dieron cabida a los tecnócratas para tomar las decisiones más importantes en el
ejercicio del gobierno, excluyendo a sus políticos de carrera para, así, partir
el pastel con los hombres del dinero, fomentando el capitalismo de cuates, la
corrupción y el alza en la pobreza.
Horas
después de que López Obrador ganara la Presidencia de la República, éste dejó
en claro que se debe separar el “poder político del económico”. El presidente
electo, a lo largo de los años en la arena política, ha entendido cuál es la
principal problemática del país, la desigualdad y la intromisión de los hombres
del capital en las decisiones gubernamentales.
Desde 1982, tanto el PRI como el PAN, privatizaron y remataron las empresas paraestatales, así como también, por medio de concesiones, a empresas nacionales y extranjeras, por ejemplo, han depredado el ecosistema nacional con la explotación de las minas. Prueba de ello es el derrame de ácido en el río Bacanuchi, en Sonora.
Desde 1982, tanto el PRI como el PAN, privatizaron y remataron las empresas paraestatales, así como también, por medio de concesiones, a empresas nacionales y extranjeras, por ejemplo, han depredado el ecosistema nacional con la explotación de las minas. Prueba de ello es el derrame de ácido en el río Bacanuchi, en Sonora.
El PAN y el PRI han sido los culpables de las constantes devaluaciones del peso, sin embargo, en su defensa, se amparan en que lo ocurrido tiene que ver con factores externos y no por las pifias cometidas en su gestión. La desigualdad social, la violencia, los salarios bajos y la corrupción son algunas de las muchas razones por las que la ciudadanía ya no quiere continuar con gobiernos que sólo benefician a un sector muy pequeño.
Todo lo anteriormente referido tienen al PAN y al PRI desfondados y sin fuerzas, pues carecen de argumentos sólidos para hacer frente a la idea de gobierno que plantea López Obrador, basada en la austeridad y desvinculando el poder político del económico.
Ante ello, resulta irónica la mal llama marcha fifí, que más bien debió titularse la marcha de la derecha, pues los ciudadanos que recorrieron Reforma para reclamar a López Obrador la cancelación del NAIM y la consulta que la decidió, implícitamente no se manifestaron contra el próximo gobierno, con sus actos, apoyaron a los que históricamente han saqueado el país.
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