En opinión de Aurelio Contreras Moreno
Sábado, Noviembre 2, 2019 - 12:58
Redacción MXPolítico.-
La megalomanía del presidente Andrés Manuel López
Obrador, propia de los políticos que en realidad son muy pequeños, afloró con
rabia durante la conferencia mañanera de este jueves.
Descolocado porque tres periodistas lo cuestionaron sobre las inconsistencias,
las medias verdades y las mentiras completas que su gobierno ha dicho en las
múltiples versiones ofrecidas sobre el fracasado operativo de captura del
narcotraficante Ovidio Guzmán hace dos semanas en Culiacán, el Presidente de
México fue abierto sobre lo que piensa del trabajo periodístico en el país que
tiene en las manos.
Citando a Gustavo Madero -hermano del ex presidente Francisco I. Madero,
y quien en su tiempo se dedicaba a atacar, incluso físicamente, a los
periódicos donde se publicaban críticas a aquel gobierno-, López Obrador afirmó
que los medios en México “le muerden la mano a quien les quitó el bozal”, como
si la libertad de expresión hubiera nacido, por generación espontánea, a partir
de que él arribó al poder.
De un plumazo, el señor López pretendió borrar décadas de lucha por un
periodismo libre. Ése que se ejercía –con las particularidades y limitaciones
de la época- en el Excélsior de Julio Scherer cuando era presidente Luis
Echeverría Álvarez. Al primero le costó su expulsión del diario, orquestada por
el segundo, con muchas de cuyas políticas, valga señalar, se identifica y
coincide sorprendentemente el autollamado gobierno de la “cuarta
transformación”.
López Obrador desconoció que mientras él militaba y hasta dirigía al PRI
en el estado de Tabasco, había publicaciones como La Jornada, Proceso y
Unomasuno –por citar tres- que ejercían un periodismo crítico al poder en
turno, se llamase el presidente José López Portillo, Miguel de la Madrid o
Carlos Salinas de Gortari, y que fueron el canal para visibilizar movimientos
como el de Cuauhtémoc Cárdenas, luchas como las de Rosario Ibarra, protestas
como la de Manuel Clouthier, asesinatos como el de Manuel Buendía o fraudes
electorales como los de Chihuahua en 1986 y los comicios presidenciales de
1988, operados ambos, por cierto, por Manuel Bartlett, hoy dilecto integrante
de su círculo más cercano. Sin esa prensa –y mucha más- que se enfrentó al
poder autoritario y represor del sistema priista del que él mismo surgió, mucho
tiempo antes de que se volviera opositor, Andrés Manuel López Obrador jamás
habría llegado a donde está.
Nunca hubiese logrado ser presidente sin el acompañamiento y el espacio
que muchos medios le dieron a su movimiento y a los cuales, ahora les exige
sometimiento y silencio porque, según él, les “quitó el bozal”. Pero con sus
dichos y con los actos de su gobierno –que apenas terminó la “mañanera” lanzó
una brutal campaña de desprestigio contra el periodismo no oficialista en redes
sociales-, López Obrador lo que demuestra es precisamente lo contrario: que a
lo que aspira es a acallar a los críticos, a desaparecer la pluralidad de
ideas y de voces. A poner bozales, como los que sin pena ostentan los bufones
que sienta en primera fila en todas sus “homilías” diarias para que le pregunten idioteces
que le permitan lucirse o desviar la atención sobre temas escabrosos.
Jamás le ha interesado hacer ejercicio alguno de rendición de cuentas. Lo suyo
es el panfleto.
El Presidente no quiere periodistas que lo exhiban, sino voceros y
textoservidores que lo alaben y le festejen sus gracejadas. Que no lo
cuestionen ni señalen las falsedades que difunde sistemáticamente, sino que se
arrastren a sus pies, abyectos, serviles. Pero la libertad de expresión es
un derecho ganado con sangre por la sociedad, que nadie, ningún político, le
regaló. Y que será defendido de igual manera, de serpreciso.
Autor: Aurelio Contreras Moreno
Email: aureliocontreras@gmail.com
Twitter: @yeyocontreras
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Twitter: @yeyocontreras
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