LA IZQUIERDA DIARIO
Van
doce días de gobierno de facto y Jorge Bergoglio sigue avalando la postura
golpista y represora de la Conferencia Episcopal Boliviana. ¿No era el Papa
progresista? Evo sigue pidiéndole que “medie”.
Viernes 22 de noviembre
La semana pasada este medio se preguntaba por qué no se le reclama a Bergoglio que repudie el golpe de Estado en Bolivia. Obviamente ninguno de los acólitos argentinos del Santo Padre se hizo cargo. Y siguen haciéndose los desentendidos frente al silencio de Francisco, que en los hechos significa un aval a la Conferencia Episcopal Boliviana, alineada de lleno con Jeanine Áñez y sus secuaces.
A costa de cansar a los seguidores de Bergoglio, la pregunta debe ser reiterada. Si en muchos sectores políticos y sociales se considera lo que dice el Papa poco menos que “palabra santa” y si desde esos mismos sectores se condena el golpe de Estado en Bolivia (al punto de que se marcha en Buenos Aires en su repudio), ¿por qué no les preocupa sobremanera que el influyente Sumo Pontífice mantenga ese silencio ensordecedor?
Parece que a Francisco ni siquiera lo conmovieron este jueves las imágenes de la tan poco “cristiana” represión en La Paz a una masiva procesión de habitantes de Senkata que cargaban los féretros de sus compañeros asesinados el día anterior. Al menos eso es lo que demuestra a través de la comunicación pública del Vaticano y de sus propias cuentas en las redes sociales. Se la pasa hablando de la “pobreza” y la “misericordia”, pero de los trabajadores, campesinos y pueblos originarios masacrados su región natal, ni una palabra.
Quienes sí siguen hablando son sus subordinados andinos. Este miércoles la Conferencia Episcopal Boliviana volvió a pronunciarse a favor de los golpistas, racistas y asesinos usurpadores del Palacio Quemado. En un comunicado titulado “Espiral de violencia y muerte”, el secretario general de la CEB, monseñor Aurelio Pesoa, escribió que “los obispos de Bolivia, ante la espiral de irracionalidad y de violencia que crece y que se ha cobrado ya numerosos muertos y heridos, cubriendo de luto a la comunidad boliviana, se solidarizan con sus familiares y elevan oraciones por su eterno descanso y la recuperación de los heridos”.
Pero lo que parece ser el comienzo de un texto de apoyo a la población que sale a las calles a luchar contra el golpismo termina por convertirse en un nuevo llamado a la represión contra esa misma población. “Condenamos la violencia, venga de donde venga”, dice Pesoa y poco después le pide “a las personas de buena voluntad” (¿?) no permitir “que instigadores delincuentes generen más dolor y muerte. A los grupos que se movilizan para expresar sus demandas les exhortamos a mantener actitudes pacíficas”.
En el caso de la Policía y el Ejército que copa las calles de Bolivia y arrasa a fuego libre, el obispo les pide “no usar la fuerza de manera desmedida en el cumplimiento de su deber de resguardar la vida de los hermanos y los bienes de la comunidad”. Hipocresía grado mil.
Casi como para no quedar tan criminal, por último les pide “a quienes tienen en sus manos el poder y la capacidad para detener todo eso” que “no llamen a la confrontación y violencia, salgan de su boca palabras de paz y reconciliación”. De que los crímenes sean ejecutados en nombre del mismo Dios y con la Biblia en la mano, ni una palabra.
Ni en Roma ni en Buenos Aires desconocen el nivel de consustanciación de la jerarquía católica boliviana con los golpistas asesinos. Sin embargo, ni siquiera para mostrar una postura más o menos distanciada de los radicalizados obispos andinos han salidos comunicaciones desde el Vaticano ni desde la Conferencia Episcopal Argentina.
Pero por si todo eso no bastara, el mismo Evo Morales desde México le viene pidiendo (infructuosamente hasta ahora) al Papa Francisco que “por favor” interceda a nivel diplomático para “mediar” con los golpistas.
El miércoles, en una conferencia de prensa de la que participaron muchos medios internacionales, Morales fue explícito: “Estamos invitando instituciones, organismos internacionales, así como llamamos al Papa Francisco, la Iglesia católica, Naciones Unidas y otros para que haya una Comisión de la Verdad sobre la elección del 20 de octubre”.
El presidente renunciado aún sigue esperando un llamado desde Roma, que nunca llega. Mientras tanto, con la Biblia en la mano, los aliados de los obispos bolivianos siguen masacrando al pueblo que resiste.
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