El incendio arrasó
cuatro de los catorce distritos que había en la ciudad eterna y dañó según se
cree otros siete. La tradición oral cuenta que, mientras Roma ardía el
maniático de Nerón tocaba la lira.
Posteriormente y aprovechando
la coyuntura Nerón se mando a construir un nuevo y extravagante palacio al que
se conoció como Domus Aurea (casa de oro). Tomando en consideración que el lujo
y el tamaño del palacio era descomunal, Nerón impuso nuevos impuestos a todos
los pueblos subyugados por el imperio para su construcción.
Según Tácito, Nerón
para evitar ser inculpado de la quema de la Ciudad, rápido busco culpables y
por eso condenó a los cristianos y los arrojó a las bestias, a otros crucificó
y quemó para sentar un precedente.
En los anales de la
historia a Nerón no se le recuerda con benevolencia, sino por las ejecuciones
extrajudiciales que llevó a la práctica incluyendo la de su propia madre y la
de su hermanastro Británico, en adición a eso, por haber sido un asiduo perseguidor
de los seguidores de Cristo.
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