A 50 años de trayectoria recibió homenaje acompañado por sus amigos, en el Palacio de las Bellas Artes
René Avilés Fabila y sus amigos Miguel Sabido, Silvia Molina, José Agustín, Eraclio Zepeda y Bernardo Ruiz, durante su homenaje ayer en el Palacio de las Bellas Artes.
México, D. F., a 31 de enero de 2011
Gozoso, entre amigos de casi toda la vida, admiradores y público en general, René Avilés Fabila aprovechó el homenaje que como protagonista de la Literatura Mexicana ayer le ofreció el Instituto Nacional de Bellas Artes para realizar algunas confesiones, como su preferencia por el cuento sobre la novela que le ha dado mayores éxitos literarios y que el Libro de mi Madre debió guardarlo para su intimidad.
Sus amigos en la mesa del escenario en la Sala Manuel M. Ponce del Palacio de las Bellas Artes y su público, sin embargo, se regocijaron con los recuerdos de su juventud, de las aventuras de vida y editoriales, así como su tránsito hasta alcanzar la madurez sin contravenir ni sus principios ni la rebeldía de los primeros años.
Lo acompañaron Miguel Sabido, Silvia Molina, José Agustín, Eraclio Zepeda y Bernardo Ruiz, pero abajo, entre el público se quedó otra cantidad de sus amigos que quisieron estar en el escenario para participar de este homenaje que corona una serie de eventos para festejar sus 50 años como escritor y 70 de vida.
“Efectivamente yo me siento más cuentista que novelista… (los cuentos) son libros que he ido escribiendo con más amor, con más entusiasmo; es un reino donde me siento muy a gusto, el de la imaginación, el del texto breve, donde sugiero más de lo que digo… a la novela he llegado por espacio, por necesidad, porque necesito escribir algo que me exige más páginas”, afirmó.
Fue el caso, argumentó, de El Gran Solitario de Palacio, novela referida al 2 de octubre de 1968. “Me tocó presenciar la matanza de Tlatelolco, cómo podía escribir en un cuento lo que había presenciado toda una tarde, toda una noche, para poder salvarme y poder salir de ahí. Era imposible, de tal manera que decidí hacer una novela, que ha sido curiosamente la novela que más éxito ha tenido y que todas esas traducciones que mencionó Eraclio vienen de esa novela”.
Zepeda recordó cómo tres jóvenes escritores mexicanos llamaron su atención hace casi 50 años y uno de ellos era René Avilés Fabila, de quien “su territorio sagrado ha sido el relato con un veintena de volúmenes de cuento”, aunque con “cinco extraordinarias novelas ha alcanzado sus más grandes aciertos con la fantasía, el erotismo y el humor, que le otorgan a su creación literaria un sello irrepetible”.
Zepeda, quien nombró su texto “hacia otro centenario”, recordó que los otros dos jóvenes fueron Gerardo de la Torre y José Agustín.
Precisamente éste, quizá el amigo más perdurable y cercano a Avilés Fabila, recordó las andanzas juveniles y cómo ante la negativa de los editores para publicar Los Juegos, la primera novela de René, tuvieron que prevenderla y uno de sus compradores, Enrique Ramírez y Ramírez, entonces director del diario El Día, lo despidió al encontrar que el autor lo hacía “pomada” en el texto.
Recordó también cómo Avilés Fabila lo decidió a inscribirse en la prepa 7 y no la 5 como quería, de la cual fue Secretario de Cultura una vez que el homenajeado ganó las elecciones para la presidencia de la mesa directiva de la sociedad de alumnos de la escuela. “Formé mi grupo de teatro Cenpu (Circo Escénico Non Plus Ultra) y ya nunca perdimos la relación a lo largo del tiempo”.
Silvia Molina recordó cómo René la intimidaba por “su facilidad de explotar (…) hablaba fuerte, era contundente, rotundo, luchador, combativo, sarcástico, irónico como lo es en su escritura y sabía también que “que su primera novela Los juegos había molestado a varios políticos e intelectuales; cuando leí los juegos pude identificar a varios personajes”.
De sus novelas observó que “el narrador mira su rumbo y sus amores y desamores y se ríe de sí mismo… Los cuentos de René son para mi gusto lo mejor de su trabajo, donde afina el humor, donde escapa con más detalle las relaciones difíciles en psicología y los personajes terribles; en ellos mezcla mejor la fantasía con la realidad, la ironía con la prudencia”.
Molina hizo también un reconocimiento a Rosario Casco, esposa de René, de quien dijo “la mitad, 25 años (de los 50 de René como escritor) le corresponden a ella, a su generosidad y entrega”.
Finalmente Bernardo Ruiz dibujó la obra de Avilés Fabila como “caudalosa, donde se han alternado la diversidad de géneros y propuestas: la de la fantasía, la crítica de lo cotidiano y las miserias políticas, la expresión del amor y la intensidad de la pasión en sus diversos grados”.
Igualmente, dijo Ruiz, ha vendido las armas del desdén como de las navajas de la ironía y “a diario es capaz de afirmar que las pasiones hacen ver al hombre, en tanto la cordura solo lo hace llorar”.
Por su parte, Avilés Fabila dijo que el libro más bonito se lo hizo la UNAM, editado por Ignacio Trejo Fuentes, llamado Casa del Silencio, donde “dividió mi cuentística en tres: la política que es la menor y seguramente la más efímera, la amorosa, que yo le doy una gran importancia y la fantástica.
Finalmente, del Libro de mi madre expresó a Silvia Molina, quien hizo un recordatorio sobre la relación de René con la señora doña Clemencia Fabila Hernández, “es un libro que no debí haber escrito, era un libro muy íntimo, muy personal; era el dolor de un hijo cuando muere la madre. Todo mundo que había leído mis libros anteriores sabía que era como Edipo. Tenía un gran cariño por mi madre. De hecho es ella quien me ayuda a convertirme en escritor y cuando muere a los 85 años para mí fue un gran golpe porque no había indicios de que fuera a morir”.
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