Orizaba, Veracruz / Emilio Gonzalez Gómez.- La población pobre del valle de Orizaba vive los tiempos del presidente Antonio López de Santa Anna, quien decretó una contribución el 9 de enero de 1854 de ¡un real por cada puerta y cuatro centavos por cada ventana de las casas! además, un peso al mes por la posesión de cada perro.
Y el colmo por uso de vía pública debe de pagar un impuesto: los panaderos, neveros, y vehículos que publiciten servicios en la ciudad. Las protestas ya llegaron al palacio municipal.
“Las primeras manifestaciones de tributación en México, de acuerdo con un escrito de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, aparecen en los códices aztecas, en los cuales se registró que el rey de Azcapotzalco, pedía como tributo a los aztecas una balsa sembrada de flores y frutos, y además, una garza empollando sus huevos y al momento de recibirla, ésta debe estar picando un cascarón”, informó el presidente del Colegio de Contadores Richard Paz Casillas.
Con todo, los disconformes afectados por los nuevos impuestos han declarado que interpondrán amparos a la legislación municipal fiscal, aunque antes recurrirán al Tribunal de lo Contencioso Administrativo, dijo Guillermo Trujillo Martínez, director de la Cámara del Pequeño Comercio en Orizaba.
Sostuvo que el impuesto es eso: algo que se impone, por lo mismo, nunca ha sido del agrado del ciudadano pagarlo. En un comienzo los impuestos eran recaudados por los que gobernaban las tierras y, por lo general, eran muy injustos para los más desamparados, quienes debían pagar las cuotas con trabajo o animales.
“Con los impuestos se beneficia a los ricos y se afecta a los pobres, en este caso, a los panaderos, neveros, y vendedores de esquinas”, añadió el entrevistado.
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