Caravana migrante
Gloria Muñoz
La llegada a la fronteramexicana de una
ola de hombres, mujeres y niños provenientes de Centroamérica, mayoritariamente
de Honduras, pone al descubierto el avance de una política de derecha fincada
en el nacionalismo y en el individualismo del sistema capitalista, que incuba
el miedo al otro y a la otra, e inhibe hasta donde le es posible la
construcción comunitaria y los lazos de hermandad y justicia.
Las redes sociales sirvieron de espacio
para el desprecio y rechazo hacia ls miles de personas migrantes que llegaron a
la frontera entre Guatemala y México, donde la desesperación los llevó a
derribar las vallas fronterizas para ingresar a un país que les sirve de puente
para llegar a su destino final: Estados Unidos, destino al que aspiran huyendo
de la violencia, el desalojo y la extrema pobreza que viven en sus países. No
son delincuentes ni saqueadores, son hombres y mujeres con hijos pequeños que
huyen de la muerte y de la asfixia. Vivir es lo que quieren. Y ese es su
delito, pues para el sistema son desechables.
Hay en estos días en el sur de México
una emergencia humanitaria que debe atenderse, pero no con gases lacrimógenos
ni celdas, sino con un política que ponga por encima la vida. La respuesta, la
que sea, no está en la violencia ni en la indiferencia. Y sí en una sociedad
organizada que respalde y acompañe la entrada y el recorrido por este
territorio.
En los días previos a su llegada a la
frontera, el pueblo de Guatemala se volcó en apoyo a la caravana de migrantes
brindando agua, comida, medicinas, ropa y cobijas. En una actitud contraria a
la que amplios sectores de la sociedad reflejan en redes sociales, donde un
nacionalismo ramplón y peligroso impulsa el uso de la fuerza.
La campaña de odio se dispara en
sentido inverso a la de las organizaciones defensoras de los derechos de los
migrantes y a la gente de a pie que se organiza ya para acompañar la entrada a
México, y el posible recorrido por este territorio.
Hoy se trata de brindar solidaridad
activa. No podemos quedarnos viendo como intentan destruir nuestra capacidad de
reacción y hermanamiento. Nadie es ilegal. Migrar es un derecho.
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