Por José Miguel Cobián
Hola Gloria. Te escribo porque después de platicar con Víctor salí muy deprimido. Víctor como tú, piensa que este país es un estado fallido, con una absoluta crisis de valores, en el cual, lo que antes valía hoy es irrelevante. Lealtad, honestidad, rechazo a la tranza y corrupción, integridad, compasión, ética, y toda esa serie de palabritas que antaño significaban algo, hoy la clase política, la delincuencia, y el resto de poderes que manejan –y explotan- este país a su antojo simplemente las desconocen y la población en general va en el mismo sentido.
Después de pensar que soy idealista idiota que piensa que este país tiene remedio y puede cambiar. (Idealismo idiota compartido por muchos mexicanos que salieron apenas a las calles porque ya están hasta la madre), escuché a un funcionario público defender su lucha contra la corrupción en el área que a él le compete. Lo escuché insistir una y otra vez en que en lugar de la dádiva o caer en la coerción, si un funcionario de la agencia veracruzana de investigación o un funcionario de los ministerios públicos que componen los 57 municipios de la zona centro del estado de Veracruz lo insinuaran, solicitaran o se hicieran patos en su trabajo por no recibirla, de inmediato nos quejemos con el subprocurador para que él tome cartas en el asunto.
Durante hora y media estuvo el subprocurador regional de justicia con sede en Córdoba insistiendo ante un grupo de dirigentes del comercio en pequeño, que no es una lucha de él nada más, sino de todos los mexicanos, el combatir la corrupción. Llegamos al extremo de que regañó a algún comerciante, porque éste dijo que era mejor cuando había urgencia, dar unos centavitos que perder el tiempo.
De esta reunión salí con dos ideas muy claras. La primera es que hay funcionarios públicos honestos, sobre todo los jóvenes. Entendí también que todavía queda una luz, -aunque pequeñita- de esperanza para este país. Pero también entendí que la corrupción es una práctica tan generalizada –como tú misma lo has dicho-, que forma parte del ser del mexicano. De hecho, para los presentes resultó terriblemente difícil entender que se busca eliminar la corrupción en la procuración de justicia, y más difícil aún, que fuera un proyecto estatal ordenado por el propio gobernador Javier Duarte. A lo largo de la plática, descubrí que realmente está podrido el andamiaje social de nuestro país, pues a gente sencilla y humilde se le hacía prácticamente imposible imaginar una agencia del ministerio público en la cual no se ¨aceitara¨ la maquinaria de la justicia mediante un ¨dinerito¨.
Los allí presentes, algunos con experiencia en asuntos tratados en los ministerios públicos no concebían que lo que dijera el subprocurador fuera una realidad. Alfredo Ríos insistía e insistía, y quienes lo escuchaban pensaban que era una postura política, costó mucho trabajo convencer a los presentes de que el objetivo es una meta trazada y alcanzable. Nos habló de cámaras de vigilancia las 24 horas para los servidores públicos. Del interés de tener una oficina de la fiscalía especializada en delitos realizados por servidores públicos en cada subprocuraduría, con el fin de evitar al ciudadano tener que presentarse en Xalapa (dónde está la única del estado), pues la lejanía y los costos estimulan a los ciudadanos a no presentar sus denuncias, por falta de tiempo, por falta de dinero, o por evitar la incomodidad de los desplazamientos a la capital del estado.
Yo recuerdo los esfuerzos realizados por la secretaría de hacienda, para reducir la corrupción en el área de auditoría fiscal, y hoy los resultados están a la vista. Si bien no se ha erradicado esta práctica, se ha reducido cuando menos en un 70%, y eso es un gran avance en un país dónde la corrupción forma parte de la cultura social del mexicano.
Escuchar al Lic. Ríos me dio una luz de esperanza para nuestro México –como ya te comenté-. Sin embargo, escuchar a los ciudadanos presentes me causó una enorme tristeza, pues el mexicano de a pie no entiende el terrible daño que le hace a su vida, a la de su familia y a la sociedad en general ese cáncer que se llama corrupción, y no se vislumbra mucha intención de combatirlo y menos de erradicarlo. Y sin la ayuda de los ciudadanos esto no se va a resolver nunca. Cada vez que se les decía que se quejaran, y cuando yo les comenté de resultados concretos de mis quejas, me decían que yo era diferente… El colmo, un enorme complejo de inferioridad, cuando Dios nos hizo iguales a sus Ojos, aunque cada uno con sus propias diferencias. La cultura del sometimiento a la autoridad, del miedo al supuesto poder del funcionario público, el estado de indefensión mientras más se desciende en la escala social, son tres calamidades que forman parte del ser del Mexicano. Necesitamos 100 Ocavios Paz, 100 laberintos de la Soledad para comenzar a entendernos a nosotros mismos, paso imprescindible para comenzar a cambiar.
Mientras tanto, yo me quedo con la alegría de ver a un joven luchar contra esa hidra de mil cabezas desde su puesto. Ojalá y los ciudadanos no lo dejemos solo. Ojalá y los abogados comprendan que ese sueño del imperio de la ley sobre el imperio del dinero puede aplicarse. Ojalá y los abogados dejen de participar en las corruptelas de la procuración y luego de la impartición de justicia. Sólo así valdrá la pena esta cruzada, pues ellos juegan un papel crucial.
Saludos Gloria. De vez en cuando te escribiré, y compartimos nuestros diálogos con aquéllos que se tomen la molestia de leer estos baldones.
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