Que se privatice todo, que se privatice el mar y el cielo,
que se privatice el agua y el aire, que se privatice la justicia y la ley, que
se privatice la nube que pasa, que se privatice el sueño, sobre todo si es
diurno y con los ojos abiertos. Y, finalmente, para florón y remate de
tanto privatizar, privatícense los Estados, entréguese de una vez por todas la
explotación a empresas privadas mediante concurso internacional. Ahí se encuentra la salvación
del mundo…
Y, metidos en esto, que se privatice también a la puta que los parió a todos. (Cuadernos de Lanzarote 1993-1995).
No hay comentarios:
Publicar un comentario