Rebelión/Universidad de la Filosofía
Esta vez todos los votos que se acopien en el proceso electoral del 7 de
junio tendrán que ver, lo quiera o no el Gobierno, con Ayotzinapa y con los 43
estudiantes normalistas desaparecidos. México con 130.000 asesinados; con
300.000 desplazados [1], con Ayotzinapa ensangrentada… clama Justicia y castigo
para regresar vivos a los que vivos se llevaron. Las elecciones no pueden ser
un episodio de escapismo para nadie. Está en pie un pueblo que, ahogado en
desconfianzas y dolores, está clamando por el cambio con los campesinos, con
los obreros y con los estudiantes… con las mujeres y con los hombres que
sienten que su lucha es una sola.
El proceso electoral, históricamente, ha sido objeto de todo género de
desfiguraciones y ataques. Ha sido, incluso, deformado con todo tipo de
espejismos y confusiones por la mano de la corrupción y la represión selectiva.
Hoy en México las elecciones están impregnadas con el juego de los intereses
burgueses más terribles, penetradas con por el neoliberalismo y sus mandatos
desde Washington en el PRI, el PAN, el PRD y el Partido Verde sirvientes todos
del monopolio mediático de TELEVISA. Ya nada los ruboriza. “México, tercer
sitio en muertes por actos violentos”. [2]
Ante “nuestras narices” circula la obra macabra del “Crimen Organizado”.
Industria capitalista que se pasea oronda y triunfalista, dueña de sí y dueña
del mundo. Sale en la “tele” vestida con su traje de horrores y galas de
impunidad e impudicia. Sale altanera y atemorizante. Sale prepotente e
invencible. Se mete a las casas, a los estados del ánimo y a los sueños. Se
vuelve aspiración y se vuelve alternativa única para muchos que no ven caminos,
que no tienen otro camino para salir de lodazal de miseria, explotación y humillación
a que nos ha sometido el capitalismo.
Pero las elecciones del 7 de junio también están tocadas por el plan de
lucha que emana de Ayotzinapa, de los estudiantes normalistas y de los padres
de los muchachos “desaparecidos”. Ellos son una fuerza revolucionaria que se
expresará activamente incluso con los votos de todos aquellos que sienten, con
dolor y rabia, que las elecciones de junio no son una panacea. Aun así ronda en
las cabezas y los corazones la idea de contribuir a limpiar el terreno con un acuerdo
de las bases, de toda las bases, democráticas y sinceras que exigen la
renovación radical de las dirigencias en todas las instituciones y
organizaciones políticas, gubernamentales y judiciales. Sin ilusiones
anestésicas ni ingenuidad.
El proceso electoral por sí solo es insuficiente para resolverlo todo
porque no es milagroso. Nadie piense que en soledad se resuelven las
provocaciones o los fraudes seriales que hacen visible todo el horror del
capitalismo incluso a balazos. Ahora no pocos “candidatos” sueñan con ser
protagonistas de hazañas mediáticas pensadas para espectáculo electoral. Ahora,
incluso, no es infrecuente que los “candidatos” contraten a letristas y anden
de cancionero en cancionero pidiendo votos para gerenciar el mandato popular. Pero
México está harto de eso y tiene toda la indignación que se requiere para
repudiarlo.
No obstante sale de las gargantas, en plena movilización social, la
necesidad de elevar las exigencias. El gobierno del fraude PRIANRD-TELEVISA
carece de consenso y todo lo que hace, voluntaria e involuntariamente, es
provocar un estallido social manipulando electoreramente las matanzas y
desapariciones en Tlatlaya y Ayotzinapa. Detrás de las elecciones no está
ausente un fantasma represivo. ¿Puede ser derrotada una inmensa mayoría por una
inmensa minoría? Sí.
Pero México está pariendo nuevos líderes en la refriega de la dignidad
contra la putrefacción del sistema. La movilización democrática exige castigo a
los culpables, presentación de los desaparecidos y clama ¡Vivos los llevaron,
vivos los queremos!. No son exigencias ingenuas, no son gritos en el desierto…
son convocatorias a la lucha que en lo particular expresan lo general. Nadie
puede hacerse tonto con eso. Se verá en los votos.
Es hora de hablarnos con toda crudeza. Algo de lo más peligroso que
puede ocurrir a los familiares y compañeros de los normalistas asesinados; a
los desaparecidos y a todo el pueblo mexicano, es ser derrotados por las
trampas añejas ensayadas sistemáticamente. Más que nunca se requiere dar una
batalla honda que rompa con los prejuicios “anti-políticos” y el “anti-voto”
que se han inoculado en las cabezas y las luchas de muchos jóvenes. Los jóvenes
en México integran al 70% de la población. Esos jóvenes viven con un
sentimiento de incertidumbre, abandono e insatisfacción y no tienen otro camino
más que unirse contra un solo enemigo y en una sola lucha porque viven en un
callejón sin salida creado por un sistema depredador.
En su situación actual la lucha por justicia y presentación de los
desaparecidos tiene preocupados a los 3 poderes de la Nación que sólo han
probado ser parásitos enemigos del pueblo mexicano. En ellos no podemos confiar
ni un milímetro. La lucha, tarde o temprano, tiene que ser por terminar con un
régimen de injusticias en todas sus expresiones y desde abajo. Luchar por lo
inmediato y por lo mediato. Eso sólo es posible con organización y con ideas
políticas de nuevo género capaces de entender a fondo los problemas y anhelos
de la juventud y frenar a todo lo que ataca a nuestro pueblo. Cuando cada
mexicano deposite su voto, Ayotzinapa se hará presente de un modo u otro.
¡Vivos se los llevaron, vivos los queremos!
Notas
[2] http://www.jornada.unam.mx/2015/05/21/mundo/021n1mun
(Texto publicado parcialmente en Tiempo Argentino de Buenos Aires)
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