La dramática descomposición del
régimen neoliberal se acelera a marchas forzadas por una creciente violencia,
que tiene su origen mucho más al fondo de la “combinación fatal” entre
gobernantes y el narcotráfico. Esta es una de las consecuencias más terribles
de un modelo económico deshumanizado al máximo, al grado de que pareciera que
vivimos en los albores del siglo veinte, cuando la Revolución Industrial
favoreció una explotación criminal de los trabajadores, sobre todo en la
principal potencia de entonces: Inglaterra.
En la actualidad, en nuestro desventurado país, el “huevo de la
serpiente” del fascismo está eclosionando con una violencia que alimentan la
impunidad y la corrupción. La raíz de la situación tan grave que estamos
viviendo no se encuentra en el narcotráfico, como quiere hacernos creer la
vocinglería a las órdenes del gobierno federal, sino en la descomposición del
régimen luego de más de tres décadas de operar con una finalidad canallesca, en
cuanto que se desentendió por completo de sus responsabilidades sociales.
Los múltiples crímenes contra periodistas, son la parte más
notoria de una estrategia desestabilizadora, orientada a permitir la
continuidad del modelo neoliberal, antidemocrático por antonomasia. Mientras
más temor tenga la población, más fácil será para el régimen seguir depredando
y acumulando riquezas, y sobre todo entregando el país a intereses
trasnacionales. De ahí que no tenga un firme asidero la falsa hipótesis de que
detrás del homicidio del reportero gráfico veracruzano, Rubén Espinosa
Becerril, y de cuatro mujeres en un domicilio de la colonia Narvarte en plena
ciudad de México, está la mano del crimen organizado.
No debe ser un hecho fortuito que en los últimos cinco años, de
2010 a 2015, en Veracruz hayan sido asesinados 14 periodistas. Espinosa
Becerril se había trasladado al Distrito Federal huyendo de las amenazas que
había recibido por sus críticas al gobierno estatal. Entre las asesinadas se
encontraba la activista Nadia Vera, y también una mujer de nacionalidad
colombiana, lo que según el criterio policial daba pie para destacar la
hipótesis de una posible vinculación con narcotraficantes. Tan absurdo
señalamiento es como decir que alguien está enfermo de sida porque se hizo un
examen médico.
Lo que no deja lugar a dudas es la celeridad con la que el
“gobierno” de Enrique Peña Nieto se está debilitando, razón por la que está apretando
las tuercas de tácticas represivas, a ver si así el sistema político logra
poner fin al descontento social, aunque históricamente los resultados han sido
contraproducentes. El siguiente paso tendría que ser el que siguió la CIA en
1973: auspiciar un duro y extremadamente violento golpe de Estado, lo que en
las actuales condiciones internacionales no es viable como solución a la
gravísima crisis generalizada que generó la ineficacia y voracidad del régimen
neoliberal mexicano.
El gobierno estadounidense debe tener mucha claridad sobre las
repercusiones que tendría un golpe de Estado al estilo pinochetista en nuestro
país, motivo por el que prefiere dejar que el régimen corrupto siga su curso
autodestructivo, sin involucrarse en una masacre que necesariamente sería el
comienzo de una etapa inédita en México, y por un natural efecto dominó en
América Latina. Mientras tanto, el grupo nominalmente encabezado por Peña Nieto
sigue inmerso en su “proyecto”, que no es otro que hacer negocios a la sombra
del gobierno, sin parar mientes en que se rebasaron los límites de una relativa
gobernabilidad, por tanto abuso y desprecio a la sociedad mayoritaria.
Y lo mismo hacen gobernadores carentes de sensibilidad y
comprometidos con intereses perversos, como el de Veracruz, aprovechando que el
inquilino de Los Pinos está muy ocupado en superar los múltiples problemas que
ha generado, no tanto por su propia incompetencia, sino por la fractura de un
régimen decidido a seguir por la ruta que lo está llevando al abismo. Lo seguirán
haciendo porque no existe una sociedad organizada que les ponga freno. Le
apuestan al amedrentamiento a la población como fórmula eficaz para evitar que
se organice, por eso continúan los asesinatos sin sentido, que sólo dejan ver
que el Estado de derecho en México es un sueño irrealizable.
Lo que se está fortaleciendo es la impunidad, mecanismo
determinante para que la violencia se extienda con más fuerza en el territorio
nacional, de manera independiente a la obvia vinculación entre gobernantes y
crimen organizado.
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