Julio Hernández, mejor conocido como El Astillero
Por: Patricio Cortés
Hoy por hoy, uno de los columnistas más reconocidos y
controvertidos del país es Julio Hernández, mejor conocido como El Astillero, mote que ganó con su columna en La Jornada, cuyos análisis políticos están impregnados
de un humor ácido. “Nuestra realidad ya es de caricatura, ya no se notan los
linderos de lo que es un cosa grotesca”, es como describe la vida política del
país.
Sobre los toques de humor en su
columna, nos comenta: “De otra manera nos tiraríamos al suelo de dolor,
vergüenza y rabia ante las cosas que están pasando. Manejar con absoluta
crudeza lo que sucede en México (mueve la cabeza), tiene que ser tamizado, mi
intención es suavizar un poco y encontrarle el lado lúdico, que además permite
entender las cosas quitándole el filo salvaje”.
“Siempre he tenido una vocación
por la ironía y el sarcasmo que son una forma, aunque yo no la alcance, de
inteligencia política, que requiere conocer bien las cosas, aprender bien su
esencia y darle un giro diferente. A veces es más fácil presentar una taza tal
como es, blanca y tiene una asa, lo difícil es darle una ilación, un sentido
irónico, diferente, para que la gente vea la taza, pero también la mesa, el
origen y el sentido de las cosas”, complementa.
Nuestro
entrevistado es muy activo en redes sociales, donde sus comentarios no siempre
son bien recibidos y con frecuencia tanto twitteros afines al “peje” como de derecha lo
insultan, él lo toma con desenfado: “Para eso son las redes sociales, para que
todo mundo se exprese y a mí me sucede una cosa muy peculiar, siempre les digo
‘tomen en cuenta que muchas veces esas animadversiones contra mí, yo mismo las
estoy poniendo’, no las oculto, no las hago a un lado, sino que yo las reproduzco
porque me interesa que haya diferentes puntos de vista. Hay gente que me ha
llegado a reclamar que es más fácil que yo le dé un retweet a
un ataque contra mí que a un halago, porque los ataques permiten que se dé la
retroalimentación”.
Reconoce que
las redes sociales ejercen un criterio de libertad que no tienen los medios
tradicionales, pero advierte: “Esa aportación de información en general no
suple al ejercicio periodístico. Es importante el peso del profesionalismo en
la obtención y el manejo de la información porque de otra manera se convierten
en un río donde se arrojan las cosas, de a ver qué sucede y mucha gente queda mal
informada con notas falsas, porque ahora hay una tendencia de poner información
mentirosa para ganar likes, seguidores o tráfico”.
Todo esto
se da en un periodo complicado: “Hemos entrado a una etapa muy peligrosa de polarización y de odio
social. Proviene de una cultura política muy atrasada que nos ha
sido fomentada por muchos de los propios líderes políticos que plantean las
cosas en blanco y negro y que han satanizado los acuerdos, el diálogo, las
reuniones que son consustanciales en la vida política. Mientras no tenga
resolución pacífica, aceptada por todo el mundo, la disputa del poder, vamos a
seguir exactamente igual; mientras haya mexicanos que creemos que las
elecciones siempre están con el tamiz del fraude electoral, que se realizan con
una enorme desventaja entre los adversarios, que nunca se van a respetar esos
resultados, no se pueden construir cosas a partir de la mutua desconfianza”.
En el
mismo tenor, acepta la responsabilidad de los comunicadores: “La culpa del
periodismo mexicano en estos tiempos es terrible. Hablo en general, cada quien
leerá y definirá quién puede ser inscrito en un lado u otro, pero en términos
generales el periodismo ha sido cómplice del poder, ha propiciado
un profusión de información, pero no del adecuado equilibrio informativo, no
del análisis plural de las cosas”.
Le comento que a eso se suman “los tontos útiles” que sin conocer
nada de política o sociología tienen un espacio y dicen cada incoherencia. Julio Astillero explica con su
característica sonrisa: “Por eso los tienen ahí, para que su voz, sus
comentarios y sus análisis precisamente sean tan ligeros, tan desechables,
elementales y sobre todo, lo más peligroso, manipulables; porque uno puede escuchar
las estaciones de radio, televisión y encuentra una cartera de opinantes que
normalmente practican lo que se le llama el nado sincronizado, las mismas ideas
dichas con el matiz de cada quien, pero finalmente lo mismo porque son
comentarios inducidos desde ámbitos de poder”.
“El problema es que haya
intereses empresariales tan fuertes -dominantes sobre lo periodístico- por
parte de los dueños de los principales medios de comunicación, que son los que
establecen la relación con los poderes políticos y sacrifican el sano ejercicio
periodístico. Esto con enorme costo de credibilidad, pero con enormes ganancias
para los dueños de esos medios en paquetes de publicidad, aunque no tengan la
lectoría adecuada y por otra parte en negocios alternos, que son los principales
de esos empresarios”, añade.
Siendo
Julio Hernández, director de La Jornada San Luis, le pregunto
¿cómo hace para sobrevivir un medio no alineado?, responde con una mueca: “Esa
es la pelea diaria, un poco los medios que sobreviven ejerciendo la mayor
crítica posible, porque hoy todos estamos sujetos a la dictadura de los
convenios de publicidad, a las presiones del poder que hace que siempre esté
supeditado ese mecanismo legítimo y legal que debe ser el de la distribución de
la publicidad, pero que no se hace con criterios sanos, ni adecuados, sino de
premiar al que elogia y de castigar al que critica”.
Refuta a
quienes anuncia con bombo y platillo la muerte de su oficio: “El periodismo es consustancial al ser humano, a veces dicen ‘el
oficio más viejo del mundo’, refiriéndose a la prostitución, y yo les digo
‘nombre el oficio más viejo del mundo es el nuestro’, pero no deja de ser sino la categoría
superior y sublime del chisme. Lo que hacemos es comunicarnos, decirnos cosas
entre nosotros y eso no se puede acabar, se acabaría el verbo, el ser humano
junto con la comunicación. Cambian las formas, los medios, va avanzando el
periodismo digital, pero yo no creo que haya una tumba inmediata para el
periodismo impreso, tiene que cambiar, que acomodarse a temas de más
profundidad y menos a lo inmediato”.
“Hay una contracción del sentido
informativo que significa una contracción del sentido crítico. Hoy yo veo
reporteros que están acostumbrados a hacer notitas estilo radio, tres párrafos
bla, bla, bla, sin entrar al fondo del asunto; pero también hay una dictadura
de la imagen, hoy nadie nos cree nada sin el video. Uno puede poner el ensayo
más profundo y tendrá mil visitas y cualquiera pone un meme o una imagen y se
vuelve viral”, diagnostica.
Afirma que estamos en un
escenario complicado: “Va a ser difícil dar marcha atrás a ese proceso de la
adaptación de la mente humana, al impacto de la imagen, pero creo que el
periodismo profesional que nosotros ejercemos debe encontrar la manera a través
de estas posibilidades tecnológicas, con clips, pequeños episodios que permitan
ir explicando la razón de las cosas y la prensa escrita se va a quedar para
profundidad, para los artículos, la explicación más de fondo”.
Entrando
en su semblanza, Julio Hernández no duda en reconocer su filiación política:
“Yo soy un hombre cargado ideológicamente a la izquierda, el periódico La Jornada lo
es. Siendo yo un hombre escribiendo desde una óptica de izquierda, no tengo
ningún empacho en criticar los graves defectos que veo los movimientos de
izquierda, de sus personajes y el caudillismo”.
“Conozco absolutamente el
periodismo tradicional con todos sus defectos y todas sus virtudes, no hay nada
que desconozca yo”, nos dice. Le pregunto sobre cómo era ejercer cuando los
medios estaban más controlados, con un ligero tono de resignación responde:
“Complicado, muy complicado, porque finalmente los reporteros seguíamos órdenes
de información y los jefes y directivos modulaban que decir, por donde va la
nota, con un enfoque que siempre obedecía a ciertos intereses; pero ese es el
periodismo en general, de izquierda, de derecha, de arriba, de abajo, hay
visiones e intereses, buenos o malos, legítimos o ilegítimos, siempre los hay.
La lucha de fondo, creo yo, la nuestra, es por transmitir los hechos con la
mayor veracidad posible, con la mayor autenticidad como reporteros y quienes
tenemos el privilegio de ejercer el periodismo de opinión tenemos más
libertades”.
Desde que
era estudiante de secundaria, en San Luis Potosí, se interesaba por platicar
con los maestros que ejercían el periodismo, en la preparatoria trabajo en un
programa de radio, estudió la carrera de Derecho y, mientras esperaba un puesto
como abogado, se dio la oportunidad de entrar a trabajar al Heraldo de San Luis, de ahí ya no dejó el oficio.
Para concluir se describe: “Soy
un hombre apasionado por escribir, difundir opinar con una doble pasión en su
vida que ha sido la política y el periodismo, con una doble convicción de ser
sincero y auténtico”.
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